Racista, antimusulmán, apologeta del odio y ahora... ¿actor porno? Michel Houellebecq, el célebre escritor francés detrás de libros como Sumisión, Serotonina y Aniquilación, nunca le temió a la controversia. Sus múltiples dichos sobre el islam le han valido múltiples “cancelaciones”, aunque poco le ha importado. Con los años, su apellido se ha vuelto sinónimo de incorrección política.
El último escándalo en la vida “infernal” -como él mismo la llama- del francés que está en boca de todos es, tal vez, el más inesperado y sorprendente. El escritor participó de una película “de contenido sexualmente explícito” del colectivo artístico neerlandés KIRAC pero, cuando se supo la fecha de estreno, puso el grito en el cielo e hizo todo lo posible por evitar que sus escenas sean vistas.
“Me opongo formalmente a que las tomas en las que aparezco, así como aquellas en las que ella es mostrada, sean utilizadas en sus películas, esta o cualquier otra por venir”, dijo Houellebecq, que explica la engorrosa situación que tuvo que atravesar en su nuevo y esperado libro.
En Unos meses de mi vida, editado por Anagrama, Houellebecq cuenta que se sintió “engañado y manipulado”, razón que lo llevó a acudir a la vía judicial para tratar de impedir la difusión de la cinta. ¿Cómo este “eterno polemista” se convirtió en una víctima de la frívola sociedad del espectáculo, en la que siempre -hasta ahora- pareció hacer pie?
Escribe el filósofo francés Bernard-Henri Lévy: “Uno encuentra aquí un humor digno de las mejores páginas de Las partículas elementales. Un humor amargo… Un libro bien construido, con mucha más habilidad de la que aparenta”.
Así empieza “Unos meses de mi vida”, de Houellebecq
El suceso más mediático, pero no el más grave, de mi último trimestre de 2022 fue la polémica que suscitó mi entrevista con Michel Onfray en el número especial de la revista Front Populaire. Tiendo a ver en ella, más que una controversia de serias implicaciones, un avatar de mis sempiternos berrinches con los musulmanes. Empleo adrede esta palabra infantil para subrayar ante todo lo estúpidas que son estas disputas, estupidez, no vacilo en confesar, de la que en gran medida soy responsable.
Es particularmente cierto en el primer episodio, que dio lugar a un juicio en 2002, el año siguiente de la publicación de Plataforma, a raíz de una entrevista en la revista Lire. Es innegable que soy el principal culpable, de algunas de mis frases emana una agresividad que en la práctica nunca llego a sentir, pero perseguirme por «incitación al odio racial» tampoco era muy pertinente. Era innecesariamente ofensivo, y sobre todo estaba totalmente fuera de lugar. Como todo el mundo sabe, el islam no es una raza, sino una religión practicada en las cuatro esquinas del mundo por los grupos étnicos más diversos.
No solo el islam no es una raza, sino que tampoco lo es el islamismo: eso lo sabíamos un poco menos antes del cruento atentado de Bali, que tanto se asemeja al de Plataforma.
Mi única disculpa –que no es desdeñable– es que yo no había releído esa entrevista. En una entrevista oral no solo se puede decir cualquier cosa, sino que a menudo es necesario hacerlo, o lo es al menos para algunas personas que necesitan expresar opiniones extremas, y hasta contradictorias, antes de definir la suya; que necesitan, en cierto modo, empezar explorando el abanico de discursos posibles. Yo soy, evidentemente, una de esas personas.
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El segundo episodio ocurrió en 2015, a raíz de la publicación de mi novela Sumisión. Esa vez no fui yo quien pecó de estupidez. He mantenido en todo momento, y lo sigo manteniendo, que Sumisión no es en absoluto una novela «islamófoba», y además ningún responsable religioso de la comunidad musulmana ha formulado esa acusación. La estupidez, pues, tampoco era achacable a los musulmanes, sino a la habitual jauría de cretinos mediáticos que me sigue los pasos.
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Cambio a mi vez de tema, hablo demasiado de mí. Volviendo a aquella entrevista con Michel Onfray, debo admitir que me sentí abochornado al releer los pasajes que criticaba el rector de la Gran Mezquita de París. Porque en este caso, sin la menor duda, yo había releído la entrevista. Es cierto que se trataba de una entrevista excepcionalmente larga, y mi atención había podido decaer en algunos pasajes, pero eso no era excusa: habida cuenta de mis desaciertos con el islam, debería haber prestado una atención especial a esos pasajes.
Estaba avergonzado, pero no sabía qué hacer; entonces intervino Haïm Korsia, Gran Rabino de Francia, para facilitar un posible encuentro. A mi entender, solo un responsable religioso de la comunidad judía podía tener éxito en esa misión. Por motivos que renuncio a dilucidar, solo estaba dispuesto a otorgar mi confianza a un responsable de dicha comunidad.
Un poco por costumbre, en algún lugar yo había calificado de ambiguos los extractos que se me reprochaban; en cuanto al primero, por desgracia, era peor. Era tan precipitado, tan aproximativo, que resultaba simplemente falso y hasta estúpido. Lo reproduzco, puesto que debo hacerlo:
Yo creo que el deseo de la población francesa «de pura cepa», como suele decirse, no es en absoluto que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarles y agredirlos, en suma, que respeten la ley y les respeten. O bien, otra buena solución es que se vayan.
Porno
Antes de que empezase de verdad la historia de «la peli porno de Houellebecq», un seudoartista neerlandés, al que en adelante designaré con el nombre de la Cucaracha, birló a un artista neerlandés de origen egipcio, Tarik Sadouma, la idea de una original ceremonia inaugural que contenía elementos visuales inspirados en Lovecraft. Reforzaba esta referencia la asociación ficticia entre una escuela de arte neerlandesa y la Miskatonic University, elemento importante del universo de Lovecraft. No tenía la menor intención de utilizar esta idea, sino de servirse de ella como un cebo para atraerme a Ámsterdam con fines que enseguida se verán.
A principios de octubre de 2022, la Cucaracha concibió la idea de un señuelo adicional. En un email fechado el 6 de octubre me notificó que vendría a París a finales de mes, acompañado de una joven a la que en adelante llamaré la Cerda. La presentaba como una estudiante de filosofía que admiraba mi obra y había leído todos mis libros; más o menos tan vanidoso como el promedio de los escritores, di crédito a esa mentira parcial. Según la Cucaracha, la Cerda le acompañaba a París para participar en gang bangs con hombres seductores, más fáciles de encontrar en París que en Ámsterdam. Eso ya era más difícil de creer, pero llegué a la conclusión de que, sin que por fuerza se entregara a gang bangs, la Cerda era una chica de costumbres complacientes, legítimamente deseosa de follar con uno de sus escritores favoritos. Mi mujer compartía esta hipótesis.
Quién es Michel Houellebecq
♦ Nació en Saint-Pierre, Francia, en 1956.
♦ Es poeta, novelista y ensayista.
♦ Escribió libros como Serotonina, Sumisión, Plataforma, La posibilidad de una isla y Aniquilación.
♦ Recibió galardones como el Grand prix national des Lettres, el Premio Décembre, el Premio Goncourt, el Oswald Spengler Prize, el Caballero de la Legión de Honor y el Premio Austriaco de Literatura Europea.
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