Entre las voces cubanas más importantes hay una que brilla especialmente por la fuerza con la que defendió la población afro en una época atravesada por el racismo y la discriminación en la cual el negro no encontraba cómo hacer escuchar su voz para emprender su propia defensa, esa fue la misión de Nicolás Guillén.
El “negrismo”, ese movimiento literario que se tomó el Caribe a comienzos del siglo XX, fue su escenario y en el se empeñó con determinación desde que emprendió su camino en el mundo de las letras, como poeta y periodista, pero también como figura fundamental del activismo político cubano, con una obra viva dentro de los procesos de mestizaje y transculturación a lo que denominó como el “color cubano”.
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Sus primeros años de vida
También conocido como el poeta nacional de Cuba, Nicolás Guillén se convirtió en uno de los más sólidos testimonios de la lucha afrocubana, aspecto que logró gracias a su trabajo como poeta capturando las experiencias y la esencia de la comunidad negra de la isla.
Los primeros años de su vida fueron determinantes para forjar en él una esencia imborrable. Cuando nació, el 10 de julio de 1902, en Camagüey, Cuba, tuvo que ser testigo, pero también enfrentarse en carne propia a las desigualdades y discriminaciones de las que era víctima la comunidad afro en esta parte del mundo.
Rodeado de un ambiente difícil, atravesado por el racismo y la injusticia, Nicolás Guillén creció también en medio de una tradición oral profundamente rica que, a través de rimas y cantos populares afrocubanos cultivaba en su interior la identidad de su territorio y, con ello, la resistencia.
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Mientras crecía tuvo que enfrentar la pérdida de su padre a manos de soldados que reprimieron una revuelta política, un evento que también afectó económicamente a la familia, a tal punto de dejarlos en la ruina.
Ante la figura del padre fallecido emergió Elegía camagüeyana.
“¡Oh Camagüey, oh suave
comarca de pastores y sombreros!
No puedo hablar, pero me gritan
la noche, este misterio;
no puedo hablar, pero me obligan
el perfil de mi padre, su índice de recuerdo;
no puedo hablar, pero me llaman
su detenida voz y el sollozo del viento”.
(Fragmento de Elegía camagüeyana)
Enfrentando dificultades económicas y sociales, terminó sus estudios de secundaria. Posteriormente, publicó versos en medios como Gráfico y Camagüey, y luego empezó sus estudios en Derecho en la Universidad de La Habana, aunque, desencantado de la vida académica, decidió abandonarlos.
A partir de este momento dedicó su vida por completo a las letras. Se desempeñó en distintos oficios, como corrector de pruebas en el periódico El Camagüeyano, donde también fue redactor. Se ocupó de la sección de temas de actualidad a nivel nacional e internacional, trabajó en la Secretaría de Gobernación y, cada vez más instalado en los círculos literarios, conoció a Federico García Lorca, una de las voces que alimentaría su espíritu literario.
La escritura y la lucha afro
Los dolores que retrataban las canciones y los saberes transmitidos en la tradición oral que formaron parte de su vida alimentaron también sus primeras manifestaciones artísticas durante los años de la adolescencia, cuando empezó con la escritura de poemas que reflejaban su sentir, caracterizado por la frustración y el deseo de alcanzar la justicia para su comunidad.
La poesía se convirtió en un escenario para la denuncia. La fuerza de sus escritos lo convirtió en una figura importante dentro del movimiento negro que buscaba reivindicar su identidad y fortalecer la cultura afro en la esfera artística, lo que sucedió en Cuba, pero también en otras regiones del Caribe con las que compartían luchas.
Así lo hizo Guillén con una poesía arraigada a las tradiciones afrocubanas que mezcló con los sonidos del jazz y el son cubano.
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“Motivos de son” de Nicolás Guillén (1930)
Motivos de son, publicado el 20 de abril de 1930, es el libro con el que empieza a popularizarse el nombre del poeta. Allí se reunieron ocho poemas publicados en un periódico conservador denominado Diario de la marina de La Habana, denominado “El decano de los periódicos cubanos”. Sus versos fueron recibidos con tal fuerza que se convirtieron en una de las obras representativas de la poesía negra con un sentir de lucha y justicia.
Los siguientes años fueron de éxito. Lanzó obras como Cerebro y corazón, El son eterno, Elegías, El soldado Miguel Paz y el sargento José Inés, Las coplas de Juan Descalzo, La paloma de vuelo popular, Poemas de amor, Antología mayor, Cuatro canciones para el Che, La rueda dentada, La Muralla, entre otros.
Su obra no se leyó y escuchó solo en Cuba, también tuvo eco a nivel internacional. Guillén viajó por varios países de América Latina, África y Europa, desplazamientos que le permitieron establecer vínculos con artistas importantes que propagaron sus escritos y los impulsaron para que se tradujeran a varios idiomas. Estos procesos dieron fuerza para que su mensaje tuviera más alcance al punto de contribuir al diálogo mundial sobre justicia social e igualdad racial, dejando así un legado imborrable.
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