Hay un pueblo en el que se sortea a quién asesinar cada año: la historia que consagró y condenó a Shirley Jackson

“La lotería” le valió miles de insultos a través de cartas, y también la curisosidad de quienes querían saber si el método se implementaba más allá de la ficción. Acaba de reeditarse en los “Cuentos escogidos” de la autora estadounidense.

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La escritora nació en California. Murió a los 48 años, después de vivir cada vez más aislada.
La escritora nació en California. Murió a los 48 años, después de vivir cada vez más aislada.

Una mañana cualquiera, ni mejor ni peor que otras, Shirley Jackson caminaba por las calles de Vermont, en Estados Unidos, con el coche de su bebé y una bolsa de compras. Era junio de 1948. De repente la idea para un cuento bajó como un rayo: un relato simple, directo. Al llegar a su casa y guardar las verduras ya tenía la historia armada, solo quedaba escribirla. “Esto, como puede corroborar cualquier escritor de cuentos, no es algo común; todo lo que sé es que cuando releí la historia sentí a las claras que no tenía que enredarme en pequeñeces”, escribió la autora muchos años después.

Y así fue. Sin rodeos, sin pequeñeces, Jackson envió el cuento a The New Yorker. Esa mañana algo se cerró para siempre. O algo se abrió, según como queramos verlo. La historia se publicó y hubo críticas, protestas, amenazas y bajas de suscripciones a la revista. Solo ese verano, Jackson recibió trescientas cartas de lectores; solamente trece de ellas la trataban con respeto.

“La lotería”

Hasta entonces, la escritora de 32 años nacida en San Francisco se esmeró en rebelarse contra su madre, una señora elegante y obsesionada con las apariencias que la acusaba de ser poco femenina, obesa y de perder el tiempo con la escritura. Jackson cumplió cada uno de esos puntos con plenitud, se casó con un crítico literario judío llamado Stanley Edgar Hyman y se fueron los dos a vivir a un pequeño pueblo del estado de Vermont, donde no cultivaron muchos amigos y los vecinos los miraban como a liberales raros.

En ese aislamiento voluntario Jackson publicó su primer gran cuento, el más importante de su vida. Casi un one hit wonder, al estilo de W. W. Jacobs y su inolvidable “La pata del mono”, con la diferencia de que Jackson también concibió novelas como Siempre hemos vivido en el castillo (1962), de excesivo éxito en nuestro país, y La maldición de Hill House (1959).

"Cuentos escogidos" acaba de editarse.
"Cuentos escogidos" acaba de editarse.

Durante décadas Jackson fue considerada una escritora menor, aunque los vientos de nuestra época la favorecen: mujer, protofeminista y con ficciones en las que hay fantasmas y brujería, la combinación es ahora irresistible. En Estados Unidos la reivindicaron hace unos años Stephen King, Jonathan Lethem y Joyce Carol Oates; en Argentina, cualquier fanático de Mariana Enriquez que se quede con ganas de más tiene el deber de seguir con Shirley Jackson.

La trama de “La lotería” es simple. En un alegre pueblo de unas trescientas personas hay una tradición que lleva generaciones: se realiza un sorteo en el que participan todos los habitantes, sin distinción de edad ni género. Se nos cuenta cómo se arma paso a paso el ritual: el señor Summers lleva a la plaza una caja antigua donde depositar los papeles del sorteo mientras el señor Graves aporta un taburete para apoyar la caja.

Todo el pueblo asiste al espectáculo, es el momento más extraordinario del año. Cada padre de familia saca un papel de la caja, y dentro de la familia que sale se elige, también por azar, a uno de los miembros. El final es un mazazo: con el correr del texto nos damos cuenta de que el ganador, que en este caso es la señora Hutchinson, es apedreado hasta la muerte. ¿Por qué el pueblo asesina tan felizmente a la mujer? ¿Necesitan matar a una persona inocente para vivir en armonía? ¿Y si el mundo en el que vivimos se sostiene sobre una injusticia similar?

Hablar de spoilers es inútil: el lector no empatiza con ningún personaje –no nos importa la muerte de esa mujer en particular, lo que nos turba es que el pueblo sortee a quién matar–, porque en realidad no son personajes con deseos, temores y particularidades. Son, en cambio, símbolos. Basta prestar atención a algunos apellidos: señor Graves, que en inglés significa tumbas, o la familia Summers, que significa verano, en alusión a la alegría del pueblo.

Sobre alegorías y retratos

Se escribió mucho sobre la literatura alegórica, aquella en la que los personajes y la historia son símbolos de algo: Don Segundo Sombra representaría el arquetipo de gaucho; en la Divina Comedia Dante sería el hombre, Virgilio la razón y Beatriz sería la fe. Nabokov decía ser alérgico a las alegorías, sobre todo porque la crítica intentaba leer Lolita como algo más que la historia de un pedófilo obsesionado con una nena de trece años.

En su idioma original, el cuento más popular de Jackson acompañado de otras historias en un volumen de relatos breves.
En su idioma original, el cuento más popular de Jackson acompañado de otras historias en un volumen de relatos breves.

Abelardo Castillo sostenía que solo en la adolescencia somos capaces de leer a Kafka con toda su carga de absurdo y no caer en la tentación de buscar símbolos. Sin embargo, en el caso de “La lotería” es al revés: la única forma de que el texto tenga algún valor es como alegoría. Los personajes no tienen rasgos definidos, no tienen interacciones significativas y no hay conflicto. Tampoco hay un trabajo sobre el lenguaje ni “pequeñeces” de ningún tipo.

En el volumen de Cuentos escogidos (editorial minúscula, con una muy buena traducción de Paula Kuffer, distribuido en la Argentina a través de Waldhuter) se incluyen tres conferencias de la autora, una dedicada a la recepción que tuvo la publicación de su famoso cuento. Ahí, Jackson cuenta que recibió cientos de cartas, algunas firmadas y otras anónimas, muchas con insultos y otras con inquietudes genuinas. Muchos preguntaban por el significado del cuento, pero también por el lugar donde se llevaba a cabo el sorteo.

Por ejemplo, la autora reproduce: “¿Podría explicarme si tales rituales insólitos tienen lugar en los estados del Medio Oeste, y qué origen y propósito tienen?”. Otra carta: “Quisiera saber, si no le molesta ilustrarme, ¿en qué lugar de Estados Unidos se practica ese linchamiento organizado, en apariencia legal?”. Otra: “Por lo visto, este relato trata sobre una costumbre o tradición inglesa que en este país nos es desconocida”.

El hecho de que tantos preguntaran si ocurría dentro del propio país, e incluso que algunos negaran con desesperación esa posibilidad, no hace más que confirmar que había algo profundamente estadounidense en la práctica de la lotería. ¿Pero qué, exactamente? Es una conferencia en la que la autora se ríe y asombra por las cartas que recibió, pero se cuida de no ofrecer ninguna interpretación.

El punto ciego

Borges desconfiaba de los libros de memorias: decía que quienes llevan una vida aventurera son incapaces de analizar su propia experiencia, y a los que son capaces de análisis nunca les pasa nada. En el mismo sentido, es conocida la dificultad de los grandes artistas para explicar su proceso creativo. Para algunos es más fácil escribir una obra maestra que explicarla; para la crítica, en cambio, no hay mejor salida que explicar obras ajenas.

En principio podríamos decir que Shirley Jackson es una excepción: en las otras dos conferencias incluidas en Cuentos escogidos explica con mucha generosidad y claridad el origen de algunas ideas propias y cómo las trabajó para que se convirtieran en cuentos. También usa historias ajenas, anécdotas y ejemplos nunca escritos.

Sin embargo, la lucidez sobre su propia obra tiene un límite muy preciso. Sí, adivinaron: “La lotería”. Por increíble que parezca, en la conferencia “Experiencia y ficción” Jackson usa de ejemplo la historia inventada por una estudiante universitaria que le quedó dando vueltas en la cabeza durante años. Esa historia tiene un parecido innegable con “La lotería”: en un pequeño pueblo se sortea un acolchado y todos se reúnen en la plaza central para ver quién es el ganador.

Stephen King fue uno de los más importantes escritores que reivindicó la obra de Shirley Jackson.
Stephen King fue uno de los más importantes escritores que reivindicó la obra de Shirley Jackson.

En esa conferencia Jackson nos lleva de la mano para convertir en cuento la anécdota del sorteo del acolchado. Dice que hay que diferenciar personajes, “dotarlos de personalidad”, que hay que incluir subtramas y rencillas internas entre los personajes. “Si la historia va a ser un cuento, solo es necesario, por supuesto, concentrarse en uno de estos personajes y seguirlo desde el comienzo hasta el final”.

Como lector, me resulta imposible no pensar en que ninguna de estas instrucciones fue seguida por la autora al escribir su obra maestra. Hay otros cuentos de este volumen donde se nota la racionalidad, el equilibrio, el volumen de los personajes. Son tal vez mejores que “La lotería”, pero no son inolvidables.

En cualquier caso, así como siguieron otros textos, la vida también siguió su curso: Shirley Jackson escribió otros textos con mayor o menor fortuna, con una predilección siempre marcada por la escritura en oposición a la vida. En una mudanza, decía, es más fácil sentarse a escribir en un rincón que ayudar a mover cosas.

Con problemas de salud física y mental, se recluyó cada vez más en su casa hasta la muerte, a los 48 años. Cultivó hasta el final una fascinación por las cartas de lectores: las consideraba “la forma más irracional y molesta en que el mundo real irrumpe en la vida de un escritor”, aunque también podríamos leer la inquietud por esas cartas, siempre impredecibles y aleatorias, como un recordatorio de que en el juego de la literatura el principal misterio siempre es el lector.

“La lotería” (fragmento)

La mañana del 27 de junio amaneció clara y soleada, traía el calor reciente de un día de pleno verano; las flores brotaban profusamente y el césped era de un verde intenso. Hacia las diez, la gente del pueblo comenzó a reunirse en la plaza, entre la oficina de Correos y el banco; en algunas ciudades había tanta gente que la lotería duraba dos días y tenía que iniciarse el 26 de junio, pero en este pueblo, donde solo había unas trescientas personas, la lotería entera duraba menos de dos horas, así que podía empezar a las diez de la mañana y acabar a tiempo para que los lugareños se fueran a comer a casa.

Los niños fueron los primeros en congregarse, por supuesto. Las clases acababan de terminar por el verano, y la mayoría se adaptaban al sentimiento de libertad con cierta inquietud; tendían a reunirse en silencio un momento antes de estallar a jugar ruidosamente, y sus conversaciones todavía trataban de las clases y los profesores, los libros y las reprimendas.

Quién fue Shirley Jackson

♦ Nació en San Francisco, Estados Unidos, en 1916. Murió en Vermont en 1965.

♦ Fue una de las destacadas cuentistas y novelistas de la literatura norteamericana, especializada en relatos de terror.

♦ Entre sus libros se cuentan La lotería y otros cuentos, La maldición de Hill House, Hangsaman y El reloj de sol, entre otros.

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