Todos los meses, Infobae Leamos elige a un Autor del Mes para destacar su vida y su obra. En junio, la elegida fue la escritora española Rosa Montero y, como última nota al respecto, la argentina Claudia Piñeiro preparó una semblanza de su colega y amiga. En julio, la Autora del Mes será la chilena Isabel Allende.
“La escritora que nos habla”, por Claudia Piñeiro
Leí por primera vez a Rosa Montero hace treinta años. Una querida amiga y gran lectora me regaló La loca de la casa. Me dijo: “Mientras lo leía, sentía que estábamos las tres, ella, vos y yo, tomando algo en alguna terraza de Madrid, conversando de nuestras cosas, estoy segura de que vas a sentir lo mismo”.
Y claro que lo sentí. Porque es lo que Montero logra, incluso cuando escribe pura ficción: hacernos sentir que estamos sentados alrededor del fuego, como en los viejos tiempos en que éramos una tribu, esperando con ansia que ella nos cuente una historia que nos mantendrá en vilo de comienzo a fin.
Hace algunos años volví a escuchar casi la misma frase con la que me inicié en su lectura. Una alumna de un taller de escritura me dijo: “Cuando leo a Rosa siento que estoy con ella, sentada en un banco, en algún sitio, escucho su voz como si la conociera y ella hablara para mí”. Supongo que debemos ser muchos y muchas las que, cuando leemos a Rosa Montero, sentimos que ella está ahí con nosotros, hablando con su voz saltarina y alegre, a gran velocidad, capturando nuestra atención, regalándonos la suya.
Los buenos escritores se esfuerzan por usar el lenguaje con la delicadeza de un artesano, por encontrar la palabra justa. Algunos de ellos, además, nos hablan. Haciendo honor a lo que dice Roland Barthes en El placer del texto, son los que usan la escritura como un Kamasutra para seducir al lector en un acto casi de amor. Autores y autoras que saben que del otro lado está quien lee, el que decodifica, el que se emociona o se perturba o llora o ríe con la palabra escrita.
Rosa Montero es una de las escritoras que además de preocuparse por la creación de sus personajes, por la tensión dramática, por el proceso de escritura, por el lenguaje, por la palabra precisa, nos habla, nos seduce, sabe que estamos allí, en la quietud de nuestro cuarto, en un parque, en el metro, en la espera de un consultorio médico o en un avión, escuchándola, conversando con ella.
Entonces, como una maga, como una hechicera, nos agarra de la mano y nos sumerge en el mundo que abre frente a nosotros, nos cuenta una historia, nos trasmite un dolor, un desasosiego o un destello de felicidad, logra una epifanía, nos muestra quiénes son esos personajes entrañables que crea y con los que es imposible no generar empatía, y al hacerlo nos muestra también quiénes somos nosotros.
¿Cómo lo logra? Con trabajo, con profesionalismo, con talento literario y con valor. Para hablarle al lector hay que tener valor. Bruna Husky nos habla (Lágrimas en la lluvia, El peso del corazón), Lucía nos habla (La hija del caníbal), Madame Curie nos habla (La ridícula idea de no volver a verte), Soledad nos habla (La carne), Raluca nos habla (La buena suerte), Rosa Montero nos habla (La loca de la casa, El peligro de estar cuerda). Una escritora que, más allá de ocuparse hasta el insomnio por el lenguaje y la literatura, les habla a sus lectores, en este mundo de apariencias, distancias y soberbia, es una escritora valiente.
Pero Rosa Montero no es sólo eso. Cualquier intento de perfil para ella que no incluya su pasión, dedicación y trabajo por los animales o que no nos hable de lo buena persona y amiga que es, sería incompleto, injusto, tacaño, nos estaría contando apenas la mitad de Rosa. No quiero abundar en detalles personales y privados que darían cuenta de esta afirmación. Pero sí dejar sentado de que no tengo dudas de que Rosa Montero es la gran escritora que es, porque es la gran persona que es. Y a este despatarrado mundo que tenemos, bien le haría falta mucha más gente como ella.
Seguir leyendo: