Hace 50 años, el 27 de junio de 1973, el entonces presidente del Uruguay, Juan María Bordaberry, disolvió el Parlamento y se mantuvo tres años más en su cargo, dando inicio a una dictadura cívico militar que duró más de una década. Recién en 1985 Uruguay recuperó la democracia y sus instituciones.
Este hecho se produjo el mismo año que el sangriento golpe militar en Chile -el 11 de septiembre- y tres años antes del también sangriento golpe en Argentina, el 24 de marzo de 1976. Otros países de América del Sur, como Paraguay y Bolivia, atravesaban procesos dictatoriales.
El periodista uruguayo Álvaro Alfonso acaba de publicar El golpe de todos, una crónica minuciosa y documentada que puede descargarse gratis de la tienda de libros electrónicos Bajalibros. La obra se basa en los testimonios de los principales actores de la época y en numerosa documentación inédita.
Además de la crisis interna que atravesaba el país, Alfonso refleja aquí cómo la disputa a nivel mundial entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, embarcados en la Guerra Fría, tuvo un impacto directo tanto en la gestación de la dictadura uruguaya, como en el respaldo al surgimiento del Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros, que se proponían tomar el poder a través de las armas.
En diálogo con Infobae, Alfonso dio detalles de esa investigación y de la trama política de esos años.
-¿Por qué cree que la de Uruguay fue una dictadura atípica, en el contexto de los golpes que se sucedieron en otros países como Chile o Argentina?
-Ese período tuvo una incidencia directa de civiles muy reconocidos, como el primer mandatario del Consejo de Estado, Martín Etchegoyen, del Partido Nacional, quien había sido presidente constitucional del Consejo Nacional de Gobierno, es decir, el representante del Poder Ejecutivo, en 1959 y 1960. Además, el Servicio Exterior fue manejado por civiles. Algunos funcionarios defendieron a capa y espada la dictadura, esencialmente en los organismos internacionales cuando al país se lo juzgaba por violaciones a los Derechos Humanos. Durante la guerra de las Malvinas las decisiones fueron tomadas directamente por quienes ejercieron el cargo en ese momento como ministros, Estanislao Valdez Otero y Carlos Maeso, que eran civiles. La economía tuvo la impronta de un reconocido economista vinculado al ex presidente Jorge Batlle, Alejandro Vegh Villegas. Prácticamente no hubo renuncias de jueces y fiscales, que después fueron ministros de la Suprema Corte de Justicia tras la vuelta a la democracia, en 1985.
-¿Fue una dictadura con muchos civiles?
-Un caso muy raro para llamarla dictadura militar, en realidad fue cívico-militar; los primeros tres presidentes y el último fueron civiles: Juan María Bordaberry (1972-1976), Pedro Alberto Demicheli (1976) y Aparicio Méndez (1976-1981). Después estuvo el teniente general Gregorio Álvarez (1981-1985), y el último Rafael Addiego Bruno -también civil- fue interino durante 17 días (1985).
-¿La intervención de las Fuerzas Armadas comenzó con el combate de la guerrilla pero fue por más?
-Estados Unidos en 1966 ya incitó a las Fuerzas Armadas de la región a evitar la penetración del comunismo en el continente americano, considerado “estratégico”. Los militares uruguayos marcaron su rumbo en septiembre de 1971, cuando fueron convocados a combatir la subversión. El estado de batalla preparado marcaba que iban por el gobierno. Se lo dijeron a Bordaberry en 1972, según lo confiesa en el libro. La máquina militar no paró. Las Fuerzas Armadas eran legalistas, tras derrotar militarmente en Uruguay a la subversión, por apetencia política de algunos generales, se convirtieron rápidamente en golpistas. Utilizaron las confesiones de los jefes tupamaros para acorralar al sistema político y las llamadas “roscas financieras”. Se sospechaba que los tupamaros tenían reuniones con dirigentes políticos.
-¿El golpe se veía venir?
-Después que el ex presidente y entonces senador Jorge Batlle, uno de los principales exponentes del Partido Colorado, fue preso en 1972 por cuestionar el avance militar, en plena democracia, ¿qué podíamos esperar? La caída de las instituciones se produjo en febrero de 1973, cuando los militares desobedecieron al presidente Bordaberry. El sistema político quería su renuncia, los sectores de izquierda, destacándose el Partido Comunista en el Uruguay, aplaudieron los comunicados 4 y 7 de los militares, creyendo que detrás de los oficiales castrenses llamados “peruanistas” estaba el “hombre nuevo”, que tanto buscaban. El 27 de junio de 1973 fue el trámite final, desalojar a los representantes de la ciudadanía del Congreso.
-¿Cómo explicaría brevemente la decisión de Bordaberry de seguir en el gobierno, sus ideas fundamentales que lo disuadieron de renunciar?
-Todo nació con la intención de su antecesor de ser reelecto en las elecciones generales de 1971. Se llevó a cabo un plebiscito para reformar un artículo constitucional que permitiera la reelección inmediata del presidente de la República, Jorge Pachecho Areco. Al fracasar, pero ganar la contienda el Partido Colorado, asumió su suplente, Bordaberry. Este político había sido senador del Partido Nacional, su cimiento se basaba en un grupo ruralista. Para muchos era un desconocido y no contaba con el aval del sistema político, y término pactando con los militares y dando el golpe de Estado, con el fundamento que, a nadie, en ese momento, “le importaba la democracia”. La intención de Bordaberry era impulsar corrientes de opinión, aduciendo que los partidos políticos no conciliaban en la resolución de los problemas del país. Ni siquiera los militares le atendieron su propósito; fue removido del cargo el 12 de junio de 1976.
-¿Cómo fue la reacción de la población frente al golpe? ¿Hubo disturbios o enfrentamientos en las calles?
-No hubo reacciones. Los militares esperaron que los senadores y diputados que representaban la voluntad popular se retiraran del edificio del Congreso para ocuparlo. Se decretó una huelga general que no generó ningún resultado positivo para cambiar el curso de la historia. Además de la huelga general, hubo una manifestación por la Avenida 18 de Julio, el 9 de julio de 1973 que fue reprimida.
-¿Cuál fue la dimensión de la represión, ya fuera legal o ilegal?
-Antes del golpe de Estado ya hubo denuncias de torturas en comisiones parlamentarias. Era un mecanismo utilizado por las Fuerzas Armadas, con el argumento de que era esencial obtener información y evitar más asesinatos. En ese momento los tupamaros secuestraban, robaban bancos, asesinaban. Las dos cosas son censurables y nunca pensamos que podríamos vivir esto entre hermanos orientales. Estas son las reminiscencias de la maldita Guerra Fría, que protagonizaron Estados Unidos y la Unión Soviética, y dejaron 25 millones de muertos en el planeta.
-¿Hubo desaparecidos y centros clandestinos?
-Desaparecidos hubo en democracia, antes del golpe. El más notorio fue un dirigente tupamaro, Roberto Gomensoro Josman, en marzo de 1973. Fue el primer desaparecido ubicado en el gobierno de Jorge Batlle a través del trabajo de la Comisión para la Paz. Había muerto bajo efectos de la tortura en una unidad militar. No podemos soslayar otro desaparecido, cuyos restos también fueron localizados en 1972. Los tupamaros ejecutaron a un peón rural con una inyección de pentotal, Pascasio Báez, porque observó que existían “tatuceras” –sitios debajo de la tierra donde se escondían- y lo enterraron en el campo, en una zona cercana a Punta del Este. Por confesiones de los guerrilleros fueron ubicados los restos.
El tema de los desaparecidos es un karma en la historia del país, en Uruguay fueron 32. Otros compatriotas desaparecieron en Argentina y Paraguay. Es algo muy sensible que golpea la sociedad pero con connotaciones políticas que muchas veces conspiran para que ocurra lo que supongo todos deberíamos querer, que sean localizados los restos.
-¿A 50 años de esos hechos, ese período histórico sigue siendo materia de debate y revisión en Uruguay?
-En Uruguay se fue instalando un relato mentiroso de los acontecimientos de la historia. Uno de los ejemplos es que los tupamaros nacieron para combatir la dictadura. Los guerrilleros irrumpieron en los años 60. Entre 1962 y 1967 se desarrolló la fase formativa; entre 1968 y 1971 desplegaron las operaciones militares y de propaganda. Cuando se instaló la dictadura sus jefes estaban presos. Pese a ello, la última dirección de ese movimiento fue detenida en Uruguay en 1975. El debate sigue, pero por suerte la revisión empieza a ganar espacio, para poner en su lugar las causas y los efectos de este proceso. El relato embustero lleva 35 años de ventaja y es muy difícil que las nuevas generaciones entiendan realmente como fueron los hechos. La enseñanza no pasa de clase, y allí está una de las principales fallas. El sistema político a los 50 años del golpe de Estado, vuelve a cerrar filas y a no asumir su responsabilidad en la historia. Claramente hubo una defección en febrero de 1973, cuando los militares otearon si podían continuar con su aventura golpista; ni siquiera se convocó al Congreso. Habían sido alertados en 1965 y 1966 que estaban en ciernes la aparición de la guerrilla y tampoco actuaron. Wilson Ferreira Aldunate, tras la dictadura, asume esa mea culpa, admitiendo que “la vimos venir y no hicimos lo que se debía para pararla”.
-¿Cómo fue la metodología de esta investigación?
-Hablé con casi todos los actores, faltaron muy pocos durante las últimas tres décadas. Se trató de cientos de participantes directos. Más allá de los testimonios, siempre reclamé documentación de los hechos y de lo que me decían. Fue muy difícil generar credibilidad, aún hoy, 50 años después, hay temor de hablar o dar información. Capítulo aparte han sido los archivos oficiales de los años post dictadura, y luego, tras el quiebre institucional. El Frente Amplio estuvo reclamado dos décadas, desde 1985, los archivos de la dictadura y cuando los tuvo, los manipuló groseramente. La Justicia Civil tampoco ha estado feliz negando en fallos judiciales información y archivos. En mi caso, ha sido sistemático. Últimamente, no pudimos acceder al llamado Archivo Castiglioni, y no ha sido el único. Esta documentación fue leída por los peritos, casi todos vinculados a la izquierda. Llegamos a que los receptores de la información son los familiares de los desaparecidos, pero no el Congreso que había formalizado una comisión investigadora. La política se hace con la historia, donde tenemos héroes y villanos, malos y buenos. En caso de que avanzara el revisionismo de la historia en Uruguay, los malos no serán tan malos y los buenos, no serán tan buenos.
Quién es Álvaro Alfonso
♦ Nació en 1959 en Santa Lucía, Canelones, Uruguay.
♦ Es periodista, escritor, locutor profesional, relator de fútbol, maestro de ceremonias de eventos públicos y privados, entre otras profesiones vinculadas a la comunicación.
♦ Ha trabajado en varios medios en Uruguay: radios El Espectador y Radio Sport, los diarios El Observador, La República y Últimas Noticias, los semanarios Crónicas y ♦ Tiempos del Mundo, y en la televisión, en Canal 4 y VTV.Condujo programas políticos y deportivos. Actualmente, integra el staff de la emisión de carácter político El Cernidor que se emite por CX 30 Radio Nacional y por canales de Youtube.
♦ Cubrió en Europa y América, mundiales de fútbol y elecciones generales.
♦ Durante dos períodos de gobierno (2010 al 2020) fue alcalde del municipio de Aguas Corrientes.
♦ En 2008 recibió el premio José Enrique Rodó en la categoría “Investigación Histórica”, por el libro Secretos del PCU. Asimismo, obtuvo junto al equipo periodístico de la radio FM GENTE de Maldonado el premio “Gaucho” en más de una oportunidad.
♦ Ha publicado varios libros sobre la historia reciente del Uruguay. Se destacan: El Revés de la Trama-La historia secreta de la salida de la Dictadura-; El Vino de la Muerte, vinculado con el asesinato de la madre del actual ministro del Interior de Uruguay, Luis Alberto Heber; Jugando a las Escondidas-conversaciones secretas entre tupamaros y militares-; Buscando a los Desaparecidos; Encontrando a los Desaparecidos; Presos a la Uruguaya; Secretos del PCU; Juicio al PCU; La Vida de Nosotros: escuchas telefónicas durante la dictadura y…; Los Dos Demonios; Cuando los Civiles también juegan y Operación Verdad, entre otros. El golpe de todos, es el libro número 16 de su autoría.”
Otros libros gratuitos
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También hay una reflexión sobre el género policial de parte de uno de sus grandes escritores y lectores, Jorge Fernández Díaz.
Y clásicos como Mujercitas, 1984, Don Quijote de la Mancha o Hamlet. Y obras que apuntan a aliviar algunos de los grandes problemas de esta era, como Cómo combatir el estrés, 60 maneras de vivir sin ansiedad y 60 claves para mejorar tu autoestima. También hay libros como 60 consejos para ser buenos padres, ¿Mito o realidad? Ocho postulados sobre nutrición que conviene revisar, de Francis Holway y Biografía de mi cáncer, de Patricia Kolesnicov.
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