Diego de Torres Villarroel, nacido hace 330 años en una tarde de noviembre en Salamanca, España, no solo fue un reconocido escritor, distinguido por su toque satírico, sino que también destacó como médico, catedrático, matemático y hasta sacerdote.
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La vida de un rebelde
En pleno siglo XVII España experimentaba una gran variedad de cambios sociales y culturales que sin duda tuvieron influyeron en él durante su crecimiento. Desde sus primeros años de vida sus familiares fueron testigos de una infinita curiosidad por el mundo, que más tarde se convirtió en el ingrediente especial que le haría experimentar en varios terrenos.
Pero no es necesario adelantarse. Empecemos diciendo que Torres Villarroel fue hijo de un librero y de la hija de un pañero, quienes jamás buscaron limitar sus ganas de descubrirlo todo; de hecho, las alentaron. Cuando inició en el campo de las letras, no lo detuvieron, tampoco cuando decidió estudiar latín.
Con una vida en apariencia tranquila, esos primeros años estuvieron marcados por los cambios y la exploración, pero además, su temperamento díscolo le traería muchos problemas, sin omitir su lado travieso. Con frecuencia se involucró en peleas, faltaba a clase y hasta se decía que robaba a sus compañeros y las viandas de la despensa del colegio, razón por la que le asignaron el nombre de “Piel de diablo”.
“Me han hecho hombre de novela, un estudiantón extravagante y un escolar entre brujo y astrólogo, con visos de diablo y perspectivas de hechicero”.
Con un comportamiento que contrariaba las normas y de acuerdo con lo que él mismo expresó en Vida, su biografía novelada, Torres Villarroel tuvo que huir de las consecuencias una vez terminó el colegio. Fue aquí cuando dio inicio a una dimensión aventurera, pasando por distintos destinos que nutrieron su vida.
Sin embargo, Fernando García Calderón, autor de otro relato novelado sobre el “Piscator de Salamanca”, llamado “De lo visible y lo invisible” (Ed Algaida, 2018) asegura que “Torres miente y miente mucho en su biografía”
Lo que sí es indiscutible es que fue uno de esos hombres de letras que no solo construyó sensibles personajes a través de las historias cuyo ingenio le permitió escribir, sino en los que también vivió. Su salida al mundo le llevó a ser ermitaño, alquimista, bailarín, matemático, soldado, estudiante de medicina, adivino y hasta curandero.
El momento en el que empieza a escribir
Con la misma curiosidad insaciable empezó a devorar cuanto libro tenía en frente en la tienda de su padre. Sin orden alguno, leía con entusiasmo textos de temas variados, desde poesía hasta filosofía, matemáticas y magia, todo lo pasaba por sus manos. Algo similar ocurrió en la escritura, exploró distintos géneros, entre ellos la poesía, el teatro y la novela, pero sería en la sátira donde encontró la herramienta para dar rienda suelta a su propio estilo, su imaginación, su forma divertida y sagaz de ver la vida.
Con una mezcla de ironía y humor, Torres Villarroel construyó textos satíricos que exponían los defectos del ser humano, pero también las contradicciones de la sociedad de su época, criticaban a la nobleza, la clase dirigente y hasta a la iglesia. El prolífico escritor no tenía reparos en señalar los excesos de estos sectores y su hipocresía.
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“Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del Doctor Don Diego Torres Villarroel”
Los escritos de Torres Villarroel no solo eran entretenidos, también impactaban en la sociedad de su época, pues promovían la reflexión a partir de la crítica social que emprendían. Una de sus obras más conocidas fue Vida, ascendencia, nacimiento, crianza y aventuras del Doctor Don Diego Torres Villarroel, que si bien es una especie de autobiografía, tiene toques de ficción permeados por la visión del autor sobre la sociedad.
Esta obra no solo alcanzó el éxito por una narrativa ingeniosa, sino porque abordaba varios aspectos, entre ellos la naturaleza humana, las complejidades de la propia existencia, los sentimientos, las relaciones, etc.
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Las condenas y el adiós
El intento por domar el espíritu rebelde y libre de Torres Villarroel no fue menor. No solo sus escritos, su vida estuvo sujeta a desafíos constantes, pues sus ideas lo llevaron a tener problemas con la Inquisición y la censura, razón por la que fue encarcelado en varias ocasiones.
Una de ellas ocurrió cuando fue condenado y huyó a Burdeos. Al regresar de nuevo fue desterrado a Salamanca y se dirigió a Portugal. Sin embargo, estaba lejos de imaginar que ya no podría regresar a su país natal sino hubiera sido porque sus hermanas suplicaron al rey que lo permitiera.
A partir de este momento el ejercicio creativo se apoderó de su cuerpo y mente, por lo que fue en esta época donde produciría la mayor cantidad de obras como Los desahuciados del mundo y de la gloria, adelantos de la biografía Vida, Barca de Aqueronte y donde creó el periódico El Piscator Historial de Salamanca, cuyo principal atractivo popular era “saber el futuro”, escritos por Torres Villarroel y que tuvo gran recepción entre los curiosos.
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