Rolando Rivas, 50 años después: ¿era una novela peronista?

La escribió Alberto Migré y la protagonizaron Claudio García Satur y Soledad Silveyra. Ahora se publicó “Se paraba el país”, un trabajo Nora Mazziotti, Gustavo Moscona y Marcelo Camaño. Ellos piensan la telenovela medio siglo más tarde. Aquí, sus ideas y hallazgos.

Rolando Rivas, taxista. Una novela que da mucho que pensar medio siglo más tarde.

Una escritora, un sociólogo y un guionista entran a un bar. O mejor: una escritora, un sociólogo y un guionista se suben a un taxi. Mientras van charlando sobre el país y su cultura se dan cuenta de que están cerca de una efeméride, de un número redondo de esos que nos dan la excusa para viajar un poco en el tiempo con la lente del presente. Es febrero de 2022, se están por cumplir cincuenta años del estreno de Rolando Rivas, taxista, y Nora Mazziotti, Gustavo Moscona y Marcelo Camaño saben que tienen que hacer algo con eso.

Entonces se contactan con Matías Reck, editor de Milena Caserola, y empiezan a trabajar en un libro coral, escrito a tres voces y en tres registros bien diferenciados, sobre las ramificaciones que abre esta telenovela inoxidable. Así nació Se paraba el país.

La historia, protagonizada por Soledad Silveyra y Claudio García Satur, y escrita por Alberto Migré, se emitió durante treinta y ocho martes a las diez de la noche del año 1972 en Canal 13. Aunque hubo una segunda temporada en la que Nora Cárpena reemplazó a Solita en 1973 y una película en 1974, la que está en el recuerdo popular es la primera: Solita hay una sola.

“El gabinete de Lanusse miraba la novela”. Gustavo Moscona

En una época en la que no había llegado el cable, y cuatro canales de aire se disputaban al público y los anunciantes, esta novela centrada en un amor cruzado por diferencias de clase, y filmado en exteriores de los barrios de Buenos Aires, se convirtió en un clásico. Un verdadero fenómeno popular, visto y debatido por amplios sectores de una Argentina convulsionada por la creciente violencia política y por el retorno de Perón al país.

El libro, entonces, aborda distintos aspectos de esta telenovela que se convirtió ya en una marca registrada, en un símbolo de época y en un modelo para telenovelas posteriores: hay un antes y un después de Rolando Rivas.

El primer capítulo es el de Nora Mazziotti, pionera en el estudio académico de las telenovelas, y autora de un libro de conversaciones con el propio Migré. Mazziotti analiza la historia desde la cruza de géneros entre lo costumbrista y lo melodramático y presenta a Migré y su época.

"Se paraba el país", el libro sobre "Rolando Rivas, taxista"

El segundo capítulo es el del sociólogo Gustavo Moscona, donde combina elementos de historia oral (lo que recuerdan distintas personas sobre la novela) con un pantallazo político de los años 1972 y 1973.

Y el tercero es el del guionista Marcelo Camaño, autor de novelas como Montecristo y Vidas robadas, que escribe una ficción dentro de la ficción, una nouvelle sobre un chico que entró a trabajar en la producción de Rolando Rivas y fue descubriendo el mundo de la televisión argentina, al tiempo que se enamoraba por primera vez y recibía consejos del propio Migré.

El resultado es el de un libro que dialoga entre sus diferentes capítulos, cada uno a su manera y a su ritmo, destacando distintos aspectos de una historia que hoy, a más de cincuenta años, nos sigue interpelando como televidentes y como argentinos.

En diálogo con Infobae Leamos, los autores lo piensan así:

-¿Cómo surgió la idea de hacer este libro coral, a tres voces y en tres registros marcadamente distintos para abordar el mismo fenómeno?

-Nora Mazziotti: La idea del libro surgió en una charla telefónica con Marcelo Camaño hace un año y medio, diciendo “Che, es el aniversario de Rolando, hagamos algo”. Yo había publicado mi novela Las Cocoliches en Milena Caserola y le comenté al editor, Matías Reck, esta idea y enseguida se prendió.

-Marcelo Camaño: El editor pensó en hacer un libro que tuviera una pata histórica, una pata de estudios comunicacionales y una pata desde el guión. Y la verdad que yo no tenía ganas de hacer algo sobre el guión, sino que quería hacer una ficción dentro de la ficción y el resto de los compañeros estuvo de acuerdo. Así quedó este libro híbrido de dos ensayos y una ficción.

-NM: Marcelo escribió una hermosa novela, que es como un backstage de lo que fue la grabación de Rolando; es un chico que cuenta una ficción acerca de lo que ocurre en la trastienda de la telenovela. Yo analizo Rolando Rivas, hablo de lo que fue la historia, del éxito, de lo que significó en la cultura argentina, porque la de García Satur y Solita fue la pareja más icónica de la televisión argentina y tenía en vilo al país. Tenía cosas muy hermosas, del barrio, de los amigos, de las parejas, y se fue consolidando. Cuando nos dimos cuenta de que la historia se transmitió entre 1972 y 1973, y que habían pasado muchas cosas en el país en esos años, pensamos en sumar a alguien que abordara estrictamente esos momentos. Por eso lo convocamos a Gustavo Moscona.

-Gustavo Moscona: Yo hice un libro de ensayos sobre teatro y política en los años 60 y 70, que se llama Un cóctel explosivo, y mis tesis de maestría y doctorado tienen que ver con las Cátedras Nacionales. Matías Reck me convocó para escribir e hicimos este libro de “diálogo de palabras rotas”, donde cada uno escribe algo distinto pero que logra una totalidad, logra un diálogo que tiene que ver con la coherencia y la complejidad a pesar de la heterogeneidad.

Los autores: Nora Mazziotti, Gustavo Moscona y Marcelo Camaño.

-¿Por qué consideran que Rolando está tan presente en la historia de la televisión argentina y nuestra idiosincrasia? En otras palabras, ¿por qué se volvió un clásico apreciado hasta por los que no pudimos verla?

-NM: Rolando Rivas se convirtió en un clásico porque es una novela que tuvo de todo. Tuvo una dosis fuertísima de erotismo, porque esa pareja tenía un atractivo enorme; tuvo el barrio, la casa chorizo, la familia, el taxista que circula por toda la Ciudad de Buenos Aires; la barra de amigos que paraban en un café. La novela se hizo en la última etapa pre-dictadura, antes de la primavera de Cámpora. Es una novela que tiene lo mejor de la cultura argentina, no solamente porteña, de esos años. Y todo con la pluma maravillosa de Alberto Migré, que tiene diálogos extraordinarios y situaciones extraordinarias.

-MC: Se conjugaron varios elementos en esa época para hacer que la novela fuera un clásico. Por ejemplo, fue la primera pareja explosiva cuyos besos y caricias trascendían la pantalla. Ellos siempre se estaban tocando, besando, mirando; era muy conmovedor cómo trabajaban al amor dentro de la historia. Se volvió un clásico incluso para los que no la vieron por el recuerdo permanente. La historia estaba muy bien coordinada semana a semana, había una productora y un director muy importantes en ese momento, un elenco inspirado, una banda musical acertada, y algo pasó en el imaginario popular que la convirtió en importante a medida que fue avanzando. Los primeros dos meses al aire fueron de luchar para instalarla, pero hubo un sistema de escritura que respetaba mucho al público. Entonces, me parece que el público se sintió tenido en cuenta y respondió.

-Y el nombre...

-MC: El hecho de que el nombre de la telenovela fuera el de un hombre integró a la platea masculina. Las cosas de las que hablaba Rolando eran las cosas que se preguntaba un hombre joven de esa época: un poco apolítico, con esta falsa idea de que todos tenemos que tirar para el mismo lado y así nos va a ir mejor. Representaba al muchacho de barrio, al líder familiar, al proveedor de dinero para su familia. Era el candidato que tenía la novia del barrio pero que se enamoró de la chica más rica, sin voluntad. Y, además, algo que hoy sólo se podría hacer con muchas explicaciones, que era el enamoramiento de un muchacho de 28, 29 años, con una chica de 17 que estaba en la escuela. Es decir, un laburante de la calle que se enamora de una chica bien pero menor de edad. Esa temática Migré la trabajó muchas veces; muchas de sus heroínas estaban terminando la escuela secundaria, pero eso también tiene que ver con que en esa época las protagonistas de las novelas eran chicas muy jóvenes. Y eso se replicaba en otros países del continente, por lo que es una marca de época.

-GM: En la presentación, dije algo que tal vez no gustó mucho pero tiene que ver con esta idea de que Rolando Rivas representa esa sensación de que la utopía está en el pasado, porque nos hace recordar esa historia de amor, un amor real, una historia de amor entre un tachero y una piba de clase alta, una época en la que todo era posible y se creía en ese tipo de historias de amor. Digo: no solo en la novela sino también en la realidad se daba que alguien de sectores humildes se casara con alguien de alta alcurnia, porque se compartía no solo un proyecto de vida sino un proyecto de país. Y, sobre todo, porque nos hace recordar una época donde se juntaban las mesas a fin de año, donde siempre había una excusa para juntarse, donde no había una cosificación de las relaciones sociales como hoy en día. En ese sentido, nos remonta a un pasado al que nos gustaría volver. Y, a otros, les gustaría vivirlo a pesar de no haberlo vivido. Para mí eso explica la vigencia.

Aquellos días. Claudio García Satur y Soledad Silveyra, como los personajes de la telenovela.

-En los cincuenta años que pasaron desde el estreno de Rolando hasta hoy, la televisión y la sociedad cambiaron muchísimo. ¿Cómo ven los cambios de estas últimas décadas y por qué creen que ya no hay fenómenos de semejante magnitud?

-NM: Pasaron cincuenta años y la televisión es totalmente otra cosa. En esos años, había cuatro canales de aire que transmitían muchísima ficción. Había producción nacional y los autores eran los dueños de sus productos. Alberto Migré, así como Abel Santa Cruz y los otros autores de esa época, podían contar las historias que querían, de la manera que querían y con los elencos que querían. La gente hablaba de lo que veía al día siguiente en la oficina, en el colegio, en la calle. Y lo que pasa hoy es que la Argentina dejó de producir. A los canales les sale mucho más barato comprar enlatados turcos y no hay deseos de innovar ni de reinvertir. Esto no pasa en México o Colombia, donde siguen habiendo ficciones locales. No es que las plataformas mataron a las telenovelas; es una cosa de avaricia de la industria argentina.

-MC: En términos narrativos, los cambios en estas décadas no sé si fueron tantos: la tradición del melodrama sigue siendo casi la misma que viene heredada del folletín y el radioteatro. En términos industriales, los últimos cambios son muy poderosos porque la televisión de aire decidió entregarles la ficción a las plataformas, y es el único país de Latinoamérica que ha cometido esa barbaridad y ese desplante a la soberanía comunicacional y a la identidad de la Argentina en sus historias de ficción en televisión. Yo espero que esta situación se revierta en poco tiempo, aunque los grandes productores te dicen en la cara que eso no va a ocurrir, que tienen que cambiar las condiciones para volver a producir ficción, como si los grandes realities fueran más baratos. El público argentino es muy amable con sus historias y con sus actores, que quiere ver en la tele. Son los directivos los que no están satisfaciendo ese deseo.

Ser o no ser... peronista

-Presentaron el libro en el restaurante Perón Perón, parados delante de una bandera argentina y una foto de Evita. ¿Migré era peronista?

-NM: Nosotros asumimos que Rolando es una novela peronista, sin que esté dicho. Primero, porque es la historia de amor de una chica de clase alta con un tachero. Solamente en esos años fue posible esa fantasía. Migré era un poco conservador pero tenía ciertas simpatías por el peronismo. Lo popular siempre tiene que ver con el peronismo y Rolando ha sido la novela más popular de Argentina.

Alberto Migré, en su juventud, frente a una máquina de escribir

-MC: No tenemos el dato de que Migré haya sido peronista. Era un señor más bien conservador, de ideas muy democráticas pero conservadoras, y siempre buscando la solidaridad, la generosidad y la empatía en el otro. Eran cualidades que a él le sobraban. Pero que yo sepa no era peronista, ni siquiera Rolando lo fue. Creo que Rolando era peronista pero no sabía que lo era, como le pasa a mucha gente en este país (risas).

-GM: Yo no sé si Migré era peronista. Él tenía un buen diálogo con los militares; de hecho, el gabinete de Lanusse miraba la novela. También tenía una buena relación con los tacheros y de ahí saca la información para poder escribir los guiones. Digamos, se llevaba bien con los laburantes, no era un tipo que hiciera diferencias y separara entre las personas. Era un tipo inclusivo, hay una idea de que “todos unidos triunfaremos” y nos hace creer esta historia de amor. Más allá de si Migré era peronista o no, nos permite pensar en la politicidad que hay dentro de su obra.

Me gustaría agregar algo que no dije en la presentación del libro, y es que hay también un Migré que, más allá de no parecer tan politizado, debe ser tenido en cuenta como un ejemplo. Cuando desaparece el hermano de Osvaldo Pacheco, es el único que saca una solicitada y mueve a sus contactos militares para que se supiera el paradero de esta persona. El tipo se juega en épocas de terror, ya estamos hablando de la dictadura, y eso me parece significativo.

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