Con el fin de destacar la fuerza de un pueblo que intentaba levantarse y que vivía bajo la censura implacable el virrey Francisco Xavier Venegas, alzó la voz y la pluma ‘El pensador mexicano’, nombre adjudicado al escritor y patriota José Joaquín Fernández de Lizardi quien se destacó por su lucha en defensa de la libertad de expresión en las postrimerías de la Nueva España.
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Destinado a convertirse en uno de los hombres que la historia no podría borrar, José Joaquín Fernández de Lizardi fue abrazado desde muy temprana edad por el mundo de las letras, alimentando además la pasión por la vida política y la defensa social.
Nació en 1776 en la Ciudad de México, un momento clave de la historia debido a la intensidad de la agitación política que se vivía en el territorio, algo que impactó la vida de Fernández de Lizardi, quien guiado por el pensamiento crítico dedicó su vida a la escritura, especialmente a la sátira política como herramienta para la reivindicación de las luchas de sus compatriotas.
Cual Don Quijote, retrató un personaje inmerso en una serie de aventuras en El Periquillo Sarniento, su obra más destacada, publicada en el año 1816, y que se convirtió rápidamente en un hito literario, no solo de México, sino en todo el continente al considerarse la primera novela publicada en América Latina. Describe la vida de un joven astuto que crece en medio de la sociedad colonial. Allí, sin reparos, el autor critica la corrupción de ese contexto, la hipocresía y los innumerables casos de injusticia social.
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“El periquillo Sarniento” de José Joaquín Fernández de Lizardi
Hay que mencionar que la valentía con la que enfrentó los poderes establecidos de su época no estuvo ligada solamente a sus escritos. En su lucha por la libertad de expresión y la educación, fundó varios periódicos y revistas, entre ellos: El Pensador Mexicano y La Quijotita y su Prima. Allí, los temas no se quedaron cortos y abordaron la vida política, pero también la social y la cultural con tonos desafiantes.
La producción de estos medios reflejó su compromiso con la prensa independiente. Además, también la convirtió en un medio que le permitió difundir conocimiento, de manera que no pasó mucho tiempo para que creciera como un faro de esperanza entre quienes soñaban con un cambio social.
Sobre su trabajo se posó la mirada censora que no tardó en hacer reparos a su producción literaria y periodística, pronto la opresión política dejó ver su postura con persecuciones y encarcelamientos al escritor. Aun así, su vocación literaria junto a sus ideales de libertad no pudieron ser silenciados.
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La fuerza de ‘El pensador mexicano’ siempre parecía ir más allá. Luchó por la educación en su territorio y buscó la igualdad de oportunidades para las poblaciones. Estableció una escuela para niñas, una de las acciones más importantes en una época en la que la educación femenina se había descuidado. La educación era para Fernández de Lizardi, una herramienta para la emancipación individual, el progreso social y en definitiva, el cambio.
Su vida terminó el 21 de junio del año 1827, aunque sus restos desaparecieron. Su nombre, como el de otros grandes revolucionarios, estuvo ligado a una vida de desafíos, pero su legado social y literario se alzaron en el cielo para convertirse en referentes. Cuestionar las normas establecidas es el panorama que creó para las futuras generaciones.
Algunas de sus obras: El pensador mexicano, Noches tristes y día alegre, Vida y hechos del famoso caballero Don Catrín de la Fachenda, El triste de Altamirano.
“Es menester tener presente que esta obra se escribió e imprimió en el año 1816, bajo la dominación española, estando el autor mal visto de su gobierno patriota, sin libertad de imprenta, con sujeción a la censura de oidores, canónigos y frailes; y lo que es más que todo, con la necia y déspota Inquisición encima”.
(Fragmento, Advertencia de El periquillo Sarniento).
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