En el gran universo del teatro español Lauro Olmo logró brillar a pesar de la censura, principalmente por su compromiso con la realidad social y las situaciones de la vida cotidiana de las que poco se hablaba y a las cuales el teatro les abrió las puertas.
Con frecuencia, Olmo se definía a sí mismo como un autor “dificultado”, pues gran parte de sus escritos fueron condenados a la oscuridad por lo que la mayor parte de su obra se quedaría sin estrenar, a pesar de eso, fue uno de los dramaturgos más representativos del realismo social en una época de tensión en España: la dictadura franquista y el inicio de la democracia.
Le puede interesar: La autobiografía inédita que Carmen Bravo-Villasante pidió que se publicara cuando ella muriera
Cuando Lauro Olmo nació una tarde de noviembre del año 1922 en El Barco de Valdeorras en la provincia de Orense, en España, el país ya había pasado por la caída del Gobierno Maura-Cambó, sustituido por el de José Sánchez Guerra, la celebración del primer congreso del Partido Comunista de España y el restablecimiento de las garantías constitucionales en todo el país.
La familia que lo esperaba carecía de comodidades. Perdió a su padre pronto y, en consecuencia, decidieron instalarse en Madrid, donde permaneció gran parte de su vida. Allí, debido a las necesidades que padecían, Olmo ingresó a un asilo hasta el estallido de la Guerra Civil, una de las situaciones que marcaría su vida para siempre, pues las dificultades se agudizaron.
Esta experiencia sumada a una vida modesta despertó en Olmo una conciencia social temprana, razón por la cual encontraría en las letras la luz para empezar a darle foco a las realidades de la clase trabajadora.
El autodidacta y sus primeros escritos
Lauro Olmo no contó con una educación formal, lo cual no impidió que su pasión por las letras se desarrollara. Amante de la literatura y el teatro, se convirtió en un autodidacta apasionado, guiado por una infinita curiosidad accedió a una gran cantidad de textos que disfrutó de los dramaturgos más ilustres de su época.
La obra de Olmo tuvo influencia del neorrealismo, movimiento italiano que hablaba sobre la realidad social y económica de la posguerra, y el cual le sirvió de herramienta para encontrar su enfoque realista y poner sobre la mesa los problemas sociales de su propio contexto.
A la par de su trabajo como ayudante mecánico, Olmo aprovechó sus ratos libres para encontrar nuevas fuentes de inspiración, lecturas y espacios de escritura. Sin embargo, se dice que no fue sino hasta que unió su vida con la también dramaturga Pilar Enciso, que empezó a escribir formalmente.
Así lo hizo a través de la escritura de piezas teatrales que le permitieron expresar los giros de la vida cotidiana, las dificultades económicas y sociales de las clases populares, la injusticia, la marginalidad de la población y otras complejidades que se vistieron en la piel de sus personajes.
Le puede interesar: Delmira Agustini, la poeta asesinada a manos de su esposo que convirtió el erotismo y los sentidos en poemas
“La camisa” de Lauro Olmo
Una de las obras más conocidas del dramaturgo es La camisa (1956), la cual se convirtió en una obra exitosa no solo en España, sino también en otros países hispanohablantes y le dio el Premio Nacional de Teatro. El centro de la pieza reposa en la lucha de los trabajadores por hacer valer sus derechos laborales, así como también en la crítica situación social de las clases marginadas durante la época. En la actualidad se considera un clásico del teatro social español.
Le puede interesar: Gonzalo Torrente Ballester: el intelectual que empezó a escribir por una apuesta a los 10 años
Entre el compromiso político y la censura
Fue un hombre comprometido políticamente. Participó de forma activa en los movimientos de izquierda y dio cuenta de su pensamiento crítico contra la opresión, el abuso de poder y la desigualdad.
A la vez, se convirtió en la voz de los marginados, de hombres y mujeres del común que a menudo se enfrentaban a la pobreza. Esta sería la razón por la que es considerado como el autor con la mayor cantidad de prohibiciones durante la dictadura franquista, pues gran parte de sus obras fueron sometidas a la oscuridad, a excepción de piezas infantiles y adaptaciones que logró poner sobre las tablas.
A esta dificultad también se sumaron otras situaciones como la crítica negativa que empezó a recibir y el fracaso económico, las cuales provocaron la reducción de estrenos, así como la imposibilidad de consolidarse como un autor de prestigio en ese momento, lo que favoreció aún más la censura.
Olmo experimentó el rechazo de su teatro por parte, incluso, de sectores progresistas. Más tarde, el escritor José Monleón, señalaría que Olmo fue víctima de la mitificación por parte de un sector de la izquierda que juzgó sus desvíos con la obra La camisa. De hecho, lo explica así:
“Determinados autores, en tanto que jugaban el papel de catalizadores políticos, eran levantados hasta las cumbres; luego, inevitablemente, tales autores no podían mantenerse (...) El autor no sólo trabajaba agobiado por el sentimiento de “responsabilidad” —una responsabilidad idealizada, abstracta, traducida, significativamente, en una serie de condenas y de magnificaciones personales— sino que luego, a la hora de entregar la nueva obra, veía cómo, vencida la exaltación primordialmente política provocada por alguna o algunas de sus obras anteriores, se endurecían los juicios artísticos”.
Tras 47 años de vida, Olmo muere a causa de un cáncer de hígado en junio de 1994. Sin embargo, su influencia sigue viva en la escena teatral, así como en las investigaciones de sus obras y su voz con enfoque realista que ha permitido ver la otra cara de la moneda, la de los marginados.
Seguir leyendo: