Inteligencia artificial, terrenos virtuales e identidades digitales: cómo serán las “Ciudades del futuro”

¿Cómo afectarán las nuevas tecnologías a la vida urbana? ¿Hay un camino sostenible hacia un mañana mejor? Problemas y soluciones de las “smart cities” que se vienen.

En "Ciudades del futuro", la argentina Lucía Bellocchio se anticipa a cómo afectarán las nuevas tecnologías (y las que todavía están por venir) a las grandes urbes.

En los últimos años, la tecnología ha ido avanzando a pasos agigantados y a un ritmo difícil de seguir. Desde la inteligencia artificial, la realidad virtual y las identidades digitales hasta las criptomonedas, los robots y los vehículos que no necesitan conductor humano, el futuro parece haber llegado antes de tiempo. Y todavía falta mucho camino por recorrer.

¿Cómo afectarán todas estas nuevas tecnologías a la vida urbana?, se pregunta la argentina Lucía Bellocchio, fundadora de Trend Smart Cities y consultora sobre proyectos de ciudades con enfoque inteligente. En su nuevo libro, Bellocchio analiza “cómo serán las ciudades del futuro desde una mirada innovadora, humana y sostenible”.

“Bellocchio destaca algunos trazos del futuro de la ‘ciudad metaverso’. Cómo las tecnologías que hoy se consolidan se cruzarán con las que aún no existen y qué tendremos que explotar a medida que las vayamos reconociendo. Cómo la creatividad humana dialogará y finalmente entrelazará artes, ciencias y máquinas en el diseño y la planificación de los entornos urbanos del futuro”, escribe, en el prólogo de Ciudades del Futuro, Alex McDowell, director creativo y diseñador de producción de películas como Minority Report, Fight Club y Watchmen.

¿Hacia dónde vamos como seres humanos? ¿Podemos hablar, mejor, de “seres urbanos”? ¿Hay un camino sostenible al ritmo en el que todo avanza? Ciudades del futuro, editado por El Ateneo, es un recorrido a los problemas (y soluciones) del mañana con un pie en el hoy.

“Ciudades del futuro” (fragmento)

"Ciudades del futuro", de Lucía Bellocchio, editado por El Ateneo.

¿De qué hablamos cuando hablamos de “smart cities”?

Sin caer en largas teorías, correspondería comenzar preguntándonos cuál es el significado que le damos al término ciudades. Al respecto, vale señalar que existen varias definiciones posibles, pero como no pretendemos hacer un recuento histórico ni académico aquí, nos referiremos al punto en el que todas ellas coinciden: se trata de un asentamiento con alta densidad poblacional. Ahora, entonces, pasemos a lo que nos interesa desarrollar en este libro: las smart cities.

Hablar de ciudades inteligentes o de proyectos o servicios con el enfoque smart cities requiere un cabal entendimiento de lo que ello significa hoy día, en un contexto inminentemente urbano y digital. En él, las ciudades se enfrentan a múltiples desafíos, entre ellos, la emergencia climática, como uno de los más relevantes.

En este contexto, un claro entendimiento y la comprensión de lo que implica hablar de “ciudades inteligentes” se tornan cruciales para no caer en falacias o concepciones un tanto desactualizadas, o a veces utópicas. Pues, a pesar de que con el paso del tiempo la noción de smart city ha evolucionado y se ha ido resignificando, aún persiste en algunos ámbitos —político, académico, empresarial, etc.— la creencia de que se refiere tan solo a incorporar tecnologías en entornos urbanos. De ahí también que el concepto siga teniendo algunos críticos.

Bellocchio es fundadora y directora de Trend Smart Cities, la única consultora de América Latina especializada en proyectos con enfoque smart city.

¿Cuál ha sido la evolución del concepto de “smart city”?

Han pasado más de treinta años desde la aparición de este concepto, introducido por los años 90 de la mano de grandes corporaciones y empresas tecnológicas. Las soluciones y las herramientas digitales, hasta el momento desconocidas, estaban en pleno auge. Hicieron que la atención y el foco principal se pusieran en el factor tecnológico, la novedad del momento que delineó el concepto de smart cities.

Alrededor de los años 2000, la escala humana de las ciudades entra en acción, y así el concepto comienza a moldearse en lo que algunos han denominado human smartcities, bajo el entendimiento de que las tecnologías deben ponerse al servicio de las personas para brindar así mayor confort, agilidad y ahorro de tiempo en ciertos procesos, acceso a la información, transparencia, entre otros beneficios.

A partir de 2015, con la llegada de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en el plano global se advierte una nueva resignificación del concepto: smart sustainable cities, en la que la tecnología se concibe como una herramienta —y aliada— para hacer de las ciudades entornos más sostenibles. Es decir, ya no se pone a la tecnología solamente al servicio de las personas, sino, además, al de la naturaleza, para crear un equilibrio del ecosistema. Esto implica migrar de un ego-design a un eco-design.

En este sentido, la definición del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es un claro ejemplo de la conjunción entre el human-centered approach y el enfoque sostenible: “Una ciudad inteligente es aquella que coloca a las personas en el centro del desarrollo, incorpora tecnologías de la información y comunicación en la gestión urbana y usa estos elementos como herramientas para estimular la formación de un gobierno eficiente, que incluya procesos de planificación colaborativa y participación ciudadana. Al promover un desarrollo integrado y sostenible, las smart cities se tornan más innovadoras, competitivas, atractivas y resilientes, por lo que mejoran así las vidas” (La ruta hacia las Smart Cities, Bouskela).

Es así que advertimos como lo smart se resignifica conforme a las nuevas necesidades y demandas urbanas. Y no podría ser de otra manera, dado que las ciudades son un reflejo de la vida de las personas y su entorno. Esto hace que el quid de la cuestión recaiga en cómo hacer un uso inteligente de los datos proporcionados por las diferentes herramientas tecnológicas, para dirigirnos a las “ciudades inteligentemente sostenibles” desde lo social, lo ambiental y lo económico.

En esta línea, y ante la urgencia que ha tomado la crisis climática en la agenda global, así como los inminentes impactos que está teniendo, comenzamos a advertir un nuevo enfoque; el de las climate smart cities, en donde el factor tecnológico se encuentra presente como una herramienta para que las ciudades puedan planificar con datos más precisos, tomar mejores decisiones y crear infraestructura para mitigar o adaptarse a los efectos del cambio climático.

De allí la prevalencia en la Agenda Urbana de temas como las tecnologías verdes, soluciones basadas en la naturaleza, tech for nature, biotecnología, entre otros.

El concepto de las smart cities tiene la obligación de estar en constante evolución, para poder acompañar un contexto de urbes densamente pobladas que deben hacer frente al cambio climático y debido al indiscutible uso y la adopción masiva de las tecnologías de la información y comunicación por parte de la sociedad.

En este estadio estamos hoy al hablar de un “enfoque smart city”; es tecnología con propósito para garantizar un mejor futuro urbano.

En 2021, la autora fue finalista del Women that Built Award (Globant Argentina) y en 2022 fue reconocida como una de las 10 “Smart Cities Influencer” a nivel global por Onalytica (UK).

De las tecnologías aplicadas a la gestión urbana a las experiencias inmersivas

Todo comenzó cuando caímos en la cuenta de que las ciudades que diseñamos, después, nos diseñan a nosotros, pues, como dice el urbanista danés Jan Gehl, nosotros moldeamos las ciudades y luego estas moldean nuestra vida.

Fue antes de que Mark Zuckerberg anunciara que Facebook pasaría a llamarse Meta, en referencia al nuevo paradigma de la vida digital: el metaverso que nos lleva a profundizar y reflexionar sobre la constante convivencia entre las ciudades físicas y digitales que hoy ya transitamos. Los cuerpos urbanos, escritos y atravesados tanto por la narrativa antropológica como por las culturas e hibridaciones que se producen en conglomerados hipercomplejos, inciden en forma contundente en sus entornos, y viceversa.

Hay una trama de significados difícil de desmadejar, dentro de la cual existimos como moradores de ciudades.

Visto así, queda claro que nuestra relación con las metrópolis es simbólica, narrativa. Es decir, imaginamos, dibujamos, maquetamos y ejecutamos la materialidad del espacio que habitaremos. De hecho, a todo ese proceso le otorgamos una historia (que se inscribe en nuestra propia historia subjetiva y en la de la comunidad de la que cada ciudad forma parte) que produce sentido y se resignifica en el tiempo.

Simplificando, en este primer movimiento vamos de la ficción a la realidad. Luego, esa estructura realizada se vuelve condición de posibilidad de nuestra vida; entonces la realidad impone límites a la ficción en tanto que condiciona nuestra propia imaginación.

Así, pues, en constante movimiento dialéctico, lo que diseñamos nos diseña.

Para graficar el impacto de ese ida y vuelta, es posible imaginar al ser humano (¿sería apropiado definirlo aquí como ser urbano?) como la gema dentro de una mamushka.

Su primera capa es la que viene después de la piel. Podríamos observar su vestimenta, desde luego. Si lo hiciéramos, veríamos que las culturas, incluso con la extraordinaria globalización digital que hoy vivimos, definen qué llevamos puesto. Allí hay un derrotero conceptual importante: cultura – identidad – cuerpo – vestimenta – espacio – ciudad.

Un paso más allá, encontraremos el hogar en donde vive cada persona, cuyas dimensiones y compartimentos se determinan por el cuerpo que allí dentro se aloja. Desde luego que no somos solo cuerpo, pero en el siglo XX aprendimos que habitar es colocar el cuerpo en un espacio para luego construir, material y simbólicamente, un diálogo entre esas entidades o dimensiones.

Hoy sabemos que en las ciudades puede ocurrir que se viva y se trabaje en el mismo espacio, a veces ínfimo. También corroboramos que quienes construyen viviendas ya están pensando ambientes polisémicos o multiuso, dado que los trabajos intelectuales requieren plasticidad en la disposición de los lugares y las cosas. A su vez, la gamificación obliga a repensar el entretenimiento en esquemas híbridos: trabajo y estudio pivotean entre lo presencial y lo remoto, y la vida social se encuentra bajo el mismo paradigma.

Quién es Lucía Bellocchio

♦ Es fundadora y directora de Trend Smart Cities, la única consultora de América Latina especializada en proyectos con enfoque smart city.

♦ Es directora de la Diplomatura en Smart Cities de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral.

♦ Escribe para La Nación sobre ciudades inteligentes, movilidad e innovación urbana; es columnista de LN Movilidad.

♦ En 2021 fue finalista del Women that Built Award (Globant Argentina) y en 2022 fue reconocida como una de las 10 “Smart Cities Influencer” a nivel global por Onalytica (UK).

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