¿Sabía usted que Diego Armando Maradona protagonizó un derrocamiento? No imagine ni casas de gobierno ocupadas a la fuerza, ni derechos constitucionales suspendidos, ni derramamientos de sangre. No imagine tampoco el derrocamiento que tal vez ya está imaginando: el que legitimaron todos los millones de personas que se sumaron a las huestes de pensar -y sentir, sobre todo sentir- que Maradona fue más grande que Pelé. No, este es otro derrocamiento, así que la primera línea de esta nota podría en realidad decir: “¿Sabía usted que Diego Armando Maradona protagonizó dos derrocamientos?”.
El de Pelé es el previsible, y aquí, a esta altura del siglo XXI y de las tres estrellas grabadas en la camiseta de la Selección, muchos dirán que Messi derrocó a Maradona, pero todo eso es para otra nota. Aquí nos ocupa un derrocamiento que podría pasar desapercibido pero que ocurrió: el Diego se llevó puesto a Ernesto Grillo, histórico delantero de las primeras décadas del fútbol profesional de nuestro país, a la hora de marcar en el almanaque cuándo debe celebrarse el Día del Futbolista Argentino.
Es que hasta 2019 el festejo era cada 14 de mayo, fecha en la que, en 1953, Grillo -figura de Independiente y de Boca- marcó el llamado “gol imposible” en el Monumental. Fue en un partido amistoso entre Argentina e Inglaterra, una revancha de un encuentro que los británicos habían ganado en Londres y que la albiceleste logró ganar 3 a 1 como local.
¿Por qué imposible? El ángulo desde el que Grillo le pegó al arco, el espacio que el arquero inglés había dejado descubierto para que la pelota se convirtiera en gol, era tan acotado que parecía mucho más fácil errarle que meterlo. Pero, contra todos los pronósticos, la pelota fue a la red: Argentina empató un partido que perdía 1 a 0 y que luego ganaría y, por la maravilla del gol, se establecería décadas más tarde cada 14 de mayo como el Día del Futbolista Argentino.
Fue la maravilla de otro gol la que le sirvió a Maradona para encabezar su derrocamiento de almanaque. Este 22 de junio -y ya no el 14 de mayo- es el Día del Futbolista Argentino porque un día como hoy pero hace 37 años, en el Estadio Azteca del DF mexicano, Diego inventó el mejor gol unipersonal de la historia de los Mundiales. Otra vez contra Inglaterra, y después de convertir el primer tanto argentino con la mano y sobre todo con picardía. Ese gol, esa jugada que Maradona empezó en el campo en el que la Selección debía defender más que atacar y que terminó cayéndose después de dejar a medio equipo británico -incluido el arquero- desparramado en el pasto, le alcanzó al Diez para cargarse a Grillo.
Sobre ese gol, sobre ese partido, sobre ese Mundial hay -y se seguirán inventando- decenas o hasta cientos de relatos. El primero, claro, ocurrió en vivo y fundó una tradición: el gol-de-Maradona-a-los-ingleses es más lindo porque Víctor Hugo Morales lo contó como lo contó, aunque él haya pedido disculpas por haberse desbordado. Después de ese relato los relatores han intentado -en algunos casos incluso se han filmado intentándolo- reproducir esa épica, esa belleza subida a otra belleza: nadie lo ha logrado.
Pero más allá del relato deportivo, el que corre a la velocidad de la jugada, se han producido a lo largo de las décadas distintas narraciones alrededor de ese 2 a 1 ante a Inglaterra, de ese Mundial al que Argentina llegaba criticado y sin despertar expectativas y del que volvió con la Copa. Los libros que se publicaron sobre esos noventa minutos, sobre ese mes, sobre ese instante en el que la historia no sólo deportiva sino popular cambió para siempre son algunas de esas narraciones.
¿Cuáles buscar para meterse en esos días de ilusión, nerviosismo y gloria? ¿Cómo pueden conseguirse a menos de la mitad de precio de lo que cuestan en las librerías? Comprarlos a través de la plataforma digital Bajalibros supone descuentos de hasta 80% en algunos casos. ¿Pero cómo elegir entre todo lo disponible? Aquí, una selección sobre la Selección que fue campeona en 1986.
Uno de los libros lo escribió el periodista Andrés Burgo, especializado en deportes pero sobre todo en fútbol, no sólo en el juego sino en sus implicancias fuera de la cancha: en las tribunas, en la calle, en los vestuarios. Se llama El partido y se publicó en 2016, cuando se cumplían 30 años del 22 de junio en el que Maradona entró para siempre en el panteón de los corazones argentinos.
El partido reconstruye, a través del testimonio de otros protagonistas, de una exhaustiva investigación sobre los días y las horas alrededor del encuentro, y de una escritura minuciosa, el antes, el durante y el después de esos noventa minutos parteaguas. En sus páginas, por ejemplo, Burgo examina todo lo que tenía dentro el relato de Víctor Hugo.
“Millones de personas saben qué significa «barrilete cósmico». Muy pocos, sin embargo, conocen la prehistoria de la metáfora. El relato más bello tiene un origen agrio: es un resabio de la vieja pelea bilardistas-menottistas. Comparar a Maradona con un barrilete no fue una ocurrencia de Víctor Hugo sino de Menotti, y no justamente como elogio: el ex técnico de la selección estaba peleado contra todo lo que fuera cercano a Bilardo y en ese resquemor también entró Maradona, el capitán del equipo dirigido por su enemigo”, dice el libro.
Y suma: “Una semana antes de México 86, Menotti dijo que Maradona era un barrilete, una expresión con la que pretendía referirse a su (presunta) volatilidad emocional. Apenas empezó el torneo, algunos periodistas afines a Bilardo, entre ellos Víctor Hugo, contragolpearon a Menotti y empezaron a utilizar «barrilete» como un sinónimo feliz del 10. Con Maradona en plena reverberación y Argentina pasando etapas, esa palabra adquirió una carga de sarcasmo que se volvió contra Menotti. «Maradona, un barrilete que vuela alto», tituló Crónica el 3 de junio, el día siguiente al debut ante Corea. «Ya estamos entre los ocho mejores y el barrilete de nuestra ilusión vuela cada vez más alto», repitió ese diario el martes 17, después del triunfo ante Uruguay”.
Mucho más acá en el tiempo, hace apenas algunos meses, el también periodista Carlos Aletto publicó la novela Once segundos. Once segundos le tomó a Maradona hacer ese gol hermoso y, en la novela de Aletto, a medida que transcurren las gambetas y el pique del Diez, avanzan también, apurados, los hechos más centrales de la vida de los dos amigos que protagonizan la obra.
En esos segundos de acción deportiva también hay espacio para la lucha de clases, el amor, el barrio, la infancia, la literatura. Como si el gol de Maradona fuera un rayo que atravesó la vida de todos y pudiera condensar las experiencias que pueden desplegarse a lo largo de toda una vida: en esa tensión entre un instante y la vida entera se mueve la novela que, como el relato de Víctor Hugo, tiene a la épica como uno de sus ingredientes principales.
“Mi abuelo Cacho se llama Antonio Benigno Sánchez. Nació en Olavarría el día de San Benigno, el 13 de febrero de 1918. Es hijo de Antonio Sánchez, quien lo abandonó de pequeño. Su abuelo Sandalio tuvo al nacer, en 1855 en Chascomús, el apellido de su madre, Gregoria Vázquez. Una mujer soltera de veintidós años. Dos años después del nacimiento de Sandalio, Gregoria se casó con un pescador, Gabino Sánchez, quien le dio su apellido a Sandalio. O puede haber sido el padre, que recién reconoció a su hijo al casarse con Gregoria. Nunca lo sabremos”, escribe Aletto en Once segundos.
El relato continúa hasta hacernos vislumbrar quién es el nenito que transformará la vida de todo un país:
“Mi abuelo también mira en la televisión al nenito que apareció haciendo malabares con una pelota. Es sábado. Él no está apurado por dormir la siesta porque no trabaja por la tarde. El nene hace varios minutos que tiene la pelota en el aire: la pasa de pie a pie, con el empeine la lanza a la cabeza, la posa en la frente como una foca. Luego de unos segundos de mecerla, con un solo movimiento, la duerme en el hueco de la nuca y de inmediato, con un latigazo del cuello, la arroja de nuevo a los pies. Mi abuelo dice:
—Nunca la toca con la mano. La tiene atada ese pibe.
Me dormí contento. Ya no me importaba lo que pensaba don Pepe. Yo estaba seguro de que ese nenito era el mismo al que quince años después le quedaba chico el título de mejor jugador del mundo”.
¿Ganas de un poco más? La voz del propio Maradona es la que lleva el relato en el libro México 86. Mi Mundial, mi verdad. El relato en primera persona se construyó a través de conversaciones que el Diez tuvo con el también periodista Daniel Arcucci, cuya tarea profesional Diego valoró históricamente. En el texto que trabajaron juntos, también treinta años después de la gloria en México, el Diez revive los días de su mayor hazaña deportiva.
“Me gusta sentarme acá y recordar. Me siento frente a uno de los tantos televisores que tengo en mi casa, acá en la Palmera de Jumierah, y en las mismas pantallas donde veo partidos de fútbol de cualquier rincón del mundo -porque veo todo, todo, desde Italia hasta Inglaterra- vuelvo a ver ahora aquellos de Mexico 86... Aunque les parezca mentira, no los había vuelto a ver nunca en la vida”, cuenta Maradona en el libro.
“Bueno, los goles a Inglaterra sí, mil veces, porque mil veces los pasaron y mil veces me los mostraron. Pero los otros partidos no. Es la primerva vez que los veo de nuevo. Y cuando los vuelvo a ver, minuto a minuto, vuelvo a sentir el dolor de las patadas de los coreanos, a disfrutar el duelo contra los italianos, a embolarme contra los búlgaros, a sentir que hice magia contra los uruguayos, a ver que volé contra los belgas y a disfrutar el festejo contra los alemanes. Vuelvo a ver todo eso y eso no hace más que sacarme recuerdos y más recuerdos”, sigue el Diez.
Ahora que hace más de dos años que su voz, esa voz de frases picantes a veces y de palabras entrecortadas otras, ya no dice nada nuevo, recuperar el relato maradoniano en primera persona puede valer incluso más que antes de su muerte. Ahí están sus recuerdos y sus miradas en perspectiva del Mundial que lo convirtió en héroe. El de la hazaña que duró once segundos y también toda una vida.
Le alcanzó un pedacito chiquito de tiempo a Maradona para cambiar la historia del fútbol argentino y global. ¿Cómo no iba a alcanzarse para sacudir un poco el almanaque?
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