Una visita al cine con su nieto para ver la última película de Spiderman gatilla en el filósofo rumano-argentino Tomás Abraham una serie de ideas, críticas y pensamientos sobre la modernidad y los avatares de los tiempos que corren.
En su nuevo libro, Diario de un abuelo salvaje, el reconocido escritor corre el foco de los grandes intelectuales con los que suele dialogar en sus textos y se lanza de lleno en un estilo novedoso, distinto: el del diario personal.
Una de las claves para entrar a este libro es el contexto en el que fue escrito. Sería imposible analizarlo sin entenderlo como un producto de la pandemia que, entre el encierro y el cambio abrupto de de dinámicas, generó un espacio para el diálogo con uno mismo.
Así, en Diario de un abuelo salvaje, editado por El Ateneo, Abraham reflexiona con lucidez, ironía y desparpajo sobre la vida cotidiana, la vejez, el tiempo, el dolor, la familia, el amor y mucho más.
“Diario de un abuelo salvaje” (fragmento)
Fui con mi nieto al cine del shopping a ver “Spiderman”. Hace mucho que no voy al cine, y mucho más que no lo hago con nietos. Distancia social. Compré butacas en punta de fila en una pantalla en la que las del al lado estaban vacías. Barbijo (estoy en Uruguay). Mi nieto con una bolsa de papas fritas y agua. Hasta ahora nada nuevo. Baldes con pochoclo. Comienzan los anticipos. Rafa me instruye sobre el tema.
Yo no sé nada de entretenimientos infantiles. En mi primera etapa de padre llevaba a mi hija a ver a Hugo Midón y le cantaba canciones de María Elena Walsh. En mi segunda etapa de padre iba a ver El Rey León y La Sirenita. Cuando era yo hijo y nieto leía las historietas de Tucho Miranda en la revista Patoruzito, la de Roy Rogers, Lindor Covas, Vito Nervio, Don Fulgencio, Ramona, Pelopincho y Cachirula, y en la revista Cuéntame las de Juliet Jones y su hermana. Además de mi héroe: El Príncipe Valiente. Yo no sé quién es Spiderman. Sé que es una mochila, un traje, una máscara, que se trepa a las paredes. Mi nieto Remo, de cuatro, se disfraza de eso y Rafa, de nueve, me da una clase.
Me entero de muchas cosas. De los Vengadores. De que hay un Ironman, un Antman, un Capitán América que, junto al Hombre Araña, combaten el mal, es decir, a muchos personajes medio monstruosos y al Buitre.
El actor, Tom Holland, es Spiderman. Mi nieto sabe mucho, más que Bill Gates, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y Steve Jobs, y me trata como a una especie de piel roja que sube por primera vez a un ascensor. Conozco a dos superhéroes, a Batman y Superman, sin mencionar a Juan Manzur, y sobre esta base gnoseológica hago mis preguntas para tener un perfil del personaje. Le digo a mi pequeño Einstein que Superman era Clark Kent y que trabajaba en un periódico.
A mi nieto no le interesa el tema, pero quiero saber a qué se dedica el señor Spiderman cuando no se trepa, qué hace en la vida real, qué otra identidad tiene. Me dice que el actor es Tom Holland, su personaje es Peter Parker, y tiene quince años. ¿Quince? ¿Un superhéroe de quince? ¿Cuántos años tenía Tarzanito? ¿Peter Pan? Intento comprender algo y no tengo otra alternativa que acudir a mi cultura general.
Rafa vio Spiderman uno, esta es la tres, no vio la dos. Me pasa por la tele un tráiler de la uno para que no vaya al cine sin “data”. Hay dos chicas, una es la que le gusta a Spiderman y la otra es la novia. Una es mulata y la otra latina. Parece que a Spiderman no le gustan las rubias. Su mejor amigo es asiático. Estamos bien, parece una publicidad de Benetton.
Pero pregunto, ¿cómo una novia y una que le gusta? Mi nieto me aclara que a la novia la ama y que con la que le gusta tiene un “crush” ¿Crush? ¿Y eso? Nunca le escuché decir a Borges “crush”, será un metejón, ponele.
Armados hasta los dientes entramos a la sala. Ruego que no me pongan el volumen hasta romper la barrera del sonido. Comienzan con los anticipos. Mi nieto me susurra que hay películas de compañías como DC, Marvel, sigo yo con “Disney” y me responde con impaciencia que hace años que Disney no hace películas de superhéroes. Mejor me callo. Retumba la sala. Tengo parlantes hasta debajo del asiento. Todo vuela y explota. Todo se desintegra. Nos bombardean.
Es 3D. Tengo los anteojos especiales y barbijo. Me asfixio. Bajo el barbijo por debajo de la nariz como hacen los simuladores. Terminan los anticipos y seguimos vivos.
Antes de comenzar la peli aparece en pantalla Tom Holland. Y se dirige al público. Le pide que no “spoilee” el film, que el final nos va a dejar con la boca abierta… con el último pochoclo.
Dura dos horas y veinte días. No termina nunca. Lo miro a mi nieto para ver si sigue vivo después del ataque de esos monstruos, del negro eléctrico, del hombre de arena, del hombre pulpo, de Willem Dafoe… ¿qué hace Dafoe en esta peli? Ayer era Van Gogh, anteayer Jesús, ahora un malvado que se ríe como Göring. El Cuervo es Michael Keaton. No está Di Caprio que debe seguir mirando desde el mástil del Titanic, ni Merryl Streep, y por suerte tampoco la hija que debe seguir en esa serie pedorra del creador de la hermosa Downton Abbey, pero no quiero irme de tema.
Mi nieto dice estar bien, yo no. Comienzo a preocuparme.
Pienso en Putin y en Ucrania. Para mí que la invade, no sé si con tanques o con una toma de yudo. Se fue la Merkel, Macrón no da el pinet, Rusia que defaulteó como nosotros tiene en sus arcas 600.000 millones de dólares de reserva, nosotros nada. Hizo un mundial admirado por todos. Los famosos van a vivir a Moscú para escapar de los blanqueos. Envenena mejor que Grimhilde, la reina malvada de Blancanieves.
Nos siguen bombardeando. Las ciudades se destruyen, los autos vuelan por los aires, a la gente la revientan, los seres del “multiverso” atacan a nuestro planeta, y a Nueva York, Manhattan. Spiderman no da abasto. Quiere aplicar con su novia latina y su amigo asiático a una beca para ingresar al MIT. La tía de Spiderman muere. Esto es importante porque el hombre araña es huérfano.
Pienso en la viuda negra, la araña madre. El caos. Me duelen los oídos, respiro mal. Hay gente que se ríe por algo que dijo Peter. Hay más adultos que niños en la sala, además de un bebé que llora porque extraña a la nany. Cosa rara la de llevar bebés a un bombardeo.
La última escena en la que se define la salvación del mundo o el infierno muestra a todos, buenos y malos, en las escalinatas de la estatua de la Libertad.
Quién es Tomás Abraham
♦ Nació en Timișoara, Rumania, en 1946. Es ciudadano argentino.
♦ Es filósofo, profesor universitario y escritor.
♦ Escribió libros como La matanza negada (autobiografía de mis padres), El deseo de revolución, Los senderos de Fucault, Shakespeare, el antifilósofo, La lechuza y el caracol y Platón en el callejón.
♦ Es profesor honoris causa de la Universidad Nacional de Salta y doctor honoris causa de la Universidad Tibiscus (Timisoara, Rumania). Además, es fundador del Colegio Argentino de Filosofía (CAF) y en 2004 fue distinguido con el Premio Konex al Ensayo Filosófico.
Seguir leyendo: