¿Quién es el padre? Todo lo que sigue generando esa vieja pregunta

Una camioneta que dice “¿Quién es tu padre?” anda por Nueva York ofreciendo tests gratuitos. ¿La paternidad es una incógnita? La investigadora Nara Milanich recorre el tema en su libro “¿Quién es el padre?” De los nazis al análisis de ADN “recreativo”, la charla con Infobae.

Papá. Una figura sobre la que sigue habiendo interrogantes. (Getty Images)

Conviene preguntarse qué se festeja este domingo. Qué implica la figura del padre, más allá del lazo afectivo. El interrogante de la paternidad opera directamente sobre la condición de identidad, no solo a nivel individual sino también como componente social. Está en la urdimbre de lo público y de lo privado.

La paternidad es una cuestión de interés cultural, legal, político, económico y científico. En su clásico ensayo El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, Engels propuso que la necesidad de certidumbre en la paternidad llevó al matrimonio monogámico y la herencia de bienes materiales. Desde una lectura feminista, el patriarcado, entonces, existiría para que los hombres pudieran saber quiénes son sus hijos. Freud la abordó desde la psicología; Kafka y Hardy —y cuántos otros— desde la literatura. Los Estados-nación se valieron de la paternidad para trazar fronteras raciales. Nara Milanich aborda todas estas consideraciones en el ensayo ¿Quién es el padre? (publicado por Siglo XXI Editores). Es un libro extenso, profundo, casi perfecto, que, como dice el subtítulo, rastrea La pregunta por la identidad paterna a lo largo de la historia.

El juicio en el que Charlie Chaplin es condenado moralmente a hacerse cargo de una nena, pese a que el análisis de sangre debería haberlo exonerado. Los análisis pseudocientíficos y la profusión de charlatanes que aseguraban determinar fehacientemente la identidad de un niño. Los juicios por herencias, el adoctrinamiento moral de los cuerpos, las calumnias sobre las mujeres que fueron violadas, los cambios de bebés, la impugnación de la ascendencia judía como un mecanismo de supervivencia en la Alemania nazi, la segregación de los niños mestizos durante la ocupación norteamericana en Italia, el camión que circula por Nueva York con la posibilidad de hacerse un test de ADN recreativo. Milanich parte de diferentes hechos que se vuelven ejemplos paradigmáticos de cómo la paternidad —al igual que la maternidad, la familia y la identidad— es una categoría maleable.

Milanich es doctora en Historia Latinoamericana por la Universidad de Yale y vive en Nueva York. De paso por Buenos Aires, a donde viajó para presentar su libro, habló con Infobae Leamos. Mientras hablaba en un español prolijo y salpicado por la tonada estadounidense, iba anotando en un cuaderno los casos que no había abordado en el libro, pero que no quería perderse para una posible revisión a futuro: Justo José de Urquiza, Diego Maradona, el expresidente paraguayo Fernando Lugo. Y, excusándose por anticipado, dijo: “Ya sé, tampoco hablo de Guerra de Estrellas”, en una traducción tan simpática como heterodoxa de Star Wars.

Nara Milanich. Una investigación sobre la paternidad.

¿Cuánto dice de nosotros, como sociedad, la manera en que se interpreta la paternidad?

—Mucho. Es un tema que obviamente toca cuestiones privadas, pero también habla de lo público y de lo político. Los historiadores que estudiamos temas de género y familia siempre decimos que tiene que ver con lo público. Pero una cosa decirlo y otra mostrarlo; una cosa es suponerlo y otra es encontrarlo en el archivo. En la segunda parte del libro, cuando hablo de los nazis y de las políticas de migración, uno se da cuenta de cómo se usan las tecnologías genéticas en otros contextos.

—Es muy interesante la idea de que la paternidad se construye desde la política y la ciencia, pero también desde los medios.

—La prensa es el tribunal de la opinión pública. Lo que me llama la atención no es solo cómo la prensa se interesa por estos temas y cómo los narra, sino también cómo juega un papel pedagógico. Hay una difusión del conocimiento científico a través de la prensa. De hecho, los nuevos métodos llegan a los oídos de los abogados gracias a los diarios. Y hay ejemplos tanto en los años 30 como en los años 80. El primer caso de las huellas genéticas del ADN sucede en Gran Bretaña; es el caso de un chico africano que quería reunirse con la mamá, que era de origen ghanés, y el oficial de migraciones decía que no era su hijo. La madre, entonces, contrató a una abogada, y ella leyó en la prensa sobre esta tecnología que no se había usado hasta el momento y la pidió para el caso. El ADN probó que el chico era el hijo y a partir de ahí se dio una explosión de demanda. Fue por una nota en el diario.

¿Quién es tu papá? La camioneta que ofrece tests de ADN.

Una idea que se discute desde el feminismo es la relación entre paternidad y patriarcado. Hoy, con las nuevas masculinidades, ¿sigue habiendo un vínculo directo?

—Junto con las nuevas masculinidades está el retorno de los viejos patriarcados. Hoy en día, en los Estados Unidos —y seguramente en otras partes— hay un discurso en torno a los derechos de los hombres hecho por grupos que, entre otras cosas, piensan que todas las mujeres son engañadoras y que los pobres hombres tienen que hacerse cargo de hijos que no son de ellos. Si bien todavía son marginales, son discursos de ultraderecha que se vuelven cada vez más mainstream. Para ellos, la paternidad y el patriarcado están absolutamente vinculados y habría que hacerles un test de ADN a todos los niños porque “uno nunca sabe”. Seguramente no les gustaría reconocer que se parecen a los trabajos de Engels. Entonces, por un lado, tenemos nuevas masculinidades y por otro, viejos patriarcados. No creo que uno necesariamente desplace al otro.

Dado que la propuesta del libro es abordar la paternidad como un hecho social antes que biológico, ¿cómo afectan ciertas consideraciones como la autopercepción de género a la figura del padre?

—La transformación histórica de la paternidad se podría contar desde el triunfo de la biología. Hemos llegado a un punto en que la tecnología puede decir con un 99,999% de probabilidad quién es el padre, quién es la madre, quién es el abuelo, quién es la abuela. Es impresionante. Es lo que buscaban los científicos a lo largo del siglo XX. Y podemos pensar en muchos ámbitos en los que se habla de la identidad biológica y el vínculo genético. En Estados Unidos, donde se comercializan masivamente los tests de ADN, se estima que un 20% de la población de los Estados Unidos ha hecho un test con un fin meramente recreativo…

Dos madres. Una vuelta de tuerca al tema de la paternidad. (EFE/Paolo Aguilar)

—Eso es una de cada cinco personas.

—Sí, pero si tú lo has hecho y tu mamá no, de todos modos, ella queda expuesta en las bases de datos genéticos. Entonces, por un lado, está la biologización de la vida. Pero, por otro lado, queda muy claro que las viejas categorías sociales se basan más bien en lo socioafectivo. La voluntad del padre o madre a reconocer al hijo como suyo sigue vigente. Por eso digo que la pregunta “¿Quién es el padre?” no la puede resolver la ciencia, sino que es más bien una pregunta sociopolítica.

Con el hecho, además, de que hay parejas del mismo sexo que deciden tener hijos, y, por lo tanto, un chico puede tener dos padres o no tener ninguno.

—Exactamente. Al fin de cuentas, los dilemas que nos plantea el hecho de tener dos mamás o la subrogación de vientres nos llevan al siglo XIX y a los viejos debates sobre qué es la filiación, qué es la identidad, etcétera. Las formas familiares pueden ser nuevas, pero son viejos interrogantes. Creo que esto sirve para contrarrestar el discurso conservador de que la familia se está cayendo a pedazos, que hubo un pasado mítico con una familia tradicional y que hoy en día se da algo absolutamente sin precedentes. La historia nos muestra que nunca existió una familia tradicional. Las formas familiares han cambiado a lo largo del tiempo. Las tensiones de estas nuevas formas de parentesco no son tan nuevas.

Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo. Otros usos del ADN. (AFP)

Agrego un tema, que es la manipulación genética.

—Y, sin llegar a eso, ya la donación de óvulos en los Estados Unidos involucra una serie de pasos en los que los padres que están creando al niño o niña. Eligen a las donantes en álbumes de fotos con las descripciones de cada mujer: desde qué altura tiene hasta las calificaciones que obtuvo en la universidad. Si juega a básquetbol, si es poeta. Hay una descripción exhaustiva de quién es la donante. No son cosas de la Ciencia Ficción.

En el contexto argentino, ¿qué efectos provocan las Abuelas de Plaza de Mayo y el Equipo de Antropología Forense en la búsqueda de reconocer a los nietos apropiados durante la dictadura?

—Yo creo que el caso de las Abuelas es muy interesante. Porque, por un lado, la definición de parentesco que despliegan es súper biologicista, ¿no?, y solemos asociar la biologización de la identidad con proyectos políticos conservadores —y nefastos, como en el caso de los nazis—. Las Abuelas tienen la misma manera de definir la identidad, pero con fines políticos completamente distintos. Y tiene todo el sentido del mundo. Me gusta ese ejemplo; encuentro súper interesante que la biología puede desplegarse tanto para lo más nefasto como para buscar la verdad y la justicia. Y otra cosa interesante del caso de las Abuelas es que es un gran ejemplo de cómo de las coyunturas políticas surgen nuevas tecnologías.

¿En qué sentido?

—Nos gusta pensar que la ciencia es un mundo objetivo que existe más allá de la política, que tiene su trayectoria y que se va desarrollando hacia la perfección y la verdad con más conocimiento, con tecnologías más poderosas, etcétera. Pero hay muchos ejemplos de cómo la ciencia sigue a la política y no al revés. El caso de las Abuelas muestra que la política puede ser la raíz de la innovación científica. Gracias a la búsqueda de los nietos apropiados se desarrolló una técnica genética que se llama el “índice de la abuelidad”. Antes no había posibilidad de vincular un nieto con una abuela. A partir de la coyuntura política, surgió una tecnología desarrollada por genetistas para responder a una situación inédita.

El libro aborda, por supuesto, la figura del “padre incierto”, pero quería preguntarte por la madre.

—El interrogante ha sido quién es el padre, porque históricamente con la madre siempre hubo certezas. Entonces, se construyó un discurso jurídico que contrasta entre la maternidad y la paternidad. Sin embargo, culturalmente, se tratan como cosas muy distintas la paternidad y la maternidad. No son como dos caras de la misma moneda. La maternidad está asociada con la naturaleza y la biología; la paternidad con la cultura y el derecho. Hasta el día de hoy, en los estrados brasileños se habla de “restituir la identidad” de un niño que tiene madre, pero no tiene padre. Se habla del patronímico, de la patria, del patrimonio. La tentación es tratar al padre y a la madre como equivalentes, cuando, desde el punto de vista cultural, no lo son.

Quién es Nara Milanich

♦ Es Doctora en Historia Latinoamericana por Yale University y profesora asociada de Historia en Barnard College, Columbia University.

♦ Vive en Nueva York

♦ Sus temas de investigación incluyen las historias comparativas de familia y parentesco, infancia, género, derecho y desigualdades sociales

♦ Su libro Children of Fate. Childhood, Class, and the State in Chile, 1850-1930 [Los hijos del azar. Niñez, clase y Estado en Chile] (2009) ganó en 2011 el Premio Grace Abbott de la Sociedad para la Historia de la Niñez y la Juventud, con sede en Londres.

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