“Llevado de la fantasía, fui escritor, llevado de la razón, fui profesor, como profesor contaminé la razón de la fantasía y como escritor contaminé la fantasía de la razón. Total que me he armado un buen lío como profesor y como escritor”.
Así definió Gonzalo Torrente Ballester su trayectoria, un resumen conciso que parecería no hacerle honor a una extensa carrera académica y literaria a lo largo de la cual obtuvo una gran cantidad de premios, aunque siempre aseguró que no era algo que buscara, no era su intención. “La novela se escribe sin pensar en el premio (...) Yo me enteré de que existía el premio cuando la novela estaba escrita y la mandé, a ver qué pasaba”.
Torrente Ballester no temía corregir cuando fuera necesario a quienes lo entrevistaban y mencionaban algún aspecto de su vida que consideraba erróneo, ya fuera como hombre o literato. Con seguridad añadía el dato que creía omitido o la información pertinente, dejando al descubierto el rasgo díscolo del que dará cuenta su obra.
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En El Ferrol, municipio español del norte de La Coruña, España, nació Gonzalo Torrente Ballester, el 13 de junio del año 1910, y fue la región de Salamanca, un lugar popular por la presencia de las universidades más antiguas de ese país, la que lo vio partir en 1999, antes del inicio del nuevo siglo.
En el comienzo de sus estudios, durante los primeros años de su vida, se dio la coyuntura que más tarde marcaría el inicio de una producción literaria prolífica. Torrente Ballester empezó a padecer miopía, lo cual le impidió ingresar en la carrera militar en la marina, como era el deseo de su padre y también el suyo propio. Torrente Ballester era un fiel observador del mar.
Esta dificultad visual, sin embargo, no evitó que disfrutara del primer libro que tuvo en sus manos, se trataba de El Quijote, recibido de manos de su abuelo. Torrente Ballester quedó completamente atrapado por el mundo de las letras, el cual ya lo había atraído a través de los libros de su padre.
Decidió que quería ser escritor y así lo defendió desde el inicio. Una de las anécdotas que contó con frecuencia en las entrevistas que le hicieron tuvo que ver precisamente con su primer escrito. Narró que a la edad de 10 años apostó a que era capaz de escribir una historia, así como los grandes ya lo habían hecho.
Emprendiendo este acto de defensa, Torrente Ballester escribió su primer relato para ganar no solo las pesetas prometidas, sino también su honor, aunque luego reveló que en su afán no obtuvo más que un intento contagiado de plagio. Ganó la apuesta, escribió. Y como un acto de lealtad a esta propuesta se hizo escritor.
En esta línea, cursó Derecho y Letras, más tarde ejerció como profesor en Institutos de Santiago y Madrid, así como también en varias universidades de Norteamérica. Toda esta época estuvo marcada por su ingreso a los círculos literarios y la publicación de artículos en diarios de la época.
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La guerra y el poder entre clases sociales, los elementos que marcaron sus obras
Antes del estallido de la Guerra Civil española, viaja a París para realizar su tesis doctoral, interrumpida por el golpe de estado de 1936. Inquieto, regresó a España y en su viaje, fue testigo de la violencia. Desde la seguridad momentánea que le daba el autobús, ante los ojos del español transitaban cunetas de cadáveres de quienes fueron víctimas de la represión.
Motivado por el dolor y la injusticia que había presenciado, ingresa a la Falange, un partido político que compartía la ideología nacionalsindicalista. Allí pudo tener contacto con intelectuales falangistas como Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco, Pedro Laín Entralgo, entre otros. Es precisamente bajo este panorama que inicia oficialmente su producción literaria.
El primero de ellos consistió en un ensayo titulado Razón de ser de la dramática futura, publicado en la revista Jerarquía. De allí también serían otros escritos narrativos, incluso se asomarán aspectos de su vinculación política en la primera novela, Javier Mariño (1943), la cual tuvo que sufrir cambios por motivo de censura.
A la par, Torrente Ballester, ejerció como profesor auxiliar en la Universidad de Santiago, aparecen allí también sus primeros reconocimientos como el Premio Nacional de Autos Sacramentales tras escribir El casamiento engañoso. Publicó luego artículos de otro calibre como Las ideas políticas: el liberalismo y antecedentes históricos de la subversión universal.
Si“Los gozos y las sombras” se constituyó como una de sus obras más importantes y emblemáticas. Se trata de una trilogía escrita con interrupciones, en la que el autor documentó la reconstrucción de carácter histórico y social de la vida gallega durante la época de la República. Parte de ella son: “El señor llega”, “Donde da la vuelta al aire” y “La pascua triste”.
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“Los gozos y las sombras” de Gonzalo Torrente Ballester
“Carlos se fue, o más bien se lo llevaron, cuando era muchacho, y más tarde regresó. El número de los que vuelven nunca es tan grande como el de los que se van, y no puede decirse que todos los que regresan hayan de ser considerados como personajes. Unos traen dinero, automóvil y una leontina; otros, más modestos, un sombrero de paja y un acordeón; los más, una enfermedad de la que mueren, y todos, todos, el acento cambiado y cierta afición a hablar de los que todavía quedan en la emigración, de los que han de volver y de los que ya no volverán, por vergüenza de su mala suerte o porque se han muerto”.
(Fragmento de Los gozos y las sombras)
Aun así, esta trilogía no logró borrar de la memoria otra de sus grandes obras titulada La saga/fuga, que vio la luz en 1972. Esta obra es una fábula que permite vislumbrar el poder imaginativo del escritor, donde se registran años de la historia de un pueblo gallego. Aquí la lucha entre las clases sociales aparece con rasgos realistas y trágicos, donde el poder se presenta a través de seres limitados a los que mira con un objetivismo único, pero sin dejar de lado el humor y la ironía.
Sobre sus obras, Torrente Ballester dirá:
“A mí me llaman el novelista intelectual, pienso que por dos razones. Una de ellas porque mis personajes piensan, lo cual es un poco insólito en nuestra literatura, donde parece que los personajes deben regirse exclusivamente por los riñones. La segunda razón es por la participación que los ingredientes culturales tienen en mi literatura, lo cual también es cierto.
El hecho de que bastantes de mis novelas y de maneras distintas. haya tratado yo el tema del mito es de lo que me ha granjeado más reputación de novelista intelectual”.
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