El amor por el teatro se asentó muy temprano en el corazón de Alexánder Ostrovski, quien nació en 1823 en Rusia. Cuando era estudiante de secundaria empezó las primeras visitas al teatro Maly de Moscú, durante las cuales se despertó su admiración por las piezas teatrales que se pudo ver en escena; sin embargo, no se quedó por mucho tiempo como observador, Ostrovski estaba realmente interesado en este arte y en los secretos de su creación.
Fue así como se fue acercando a la lectura de artículos y demás contenidos sugeridos por sus docentes, a quienes prestaba mucha atención. Pronto se sintió atrapado por el reflejo de un teatro que retrataba “todo lo humano”, los conflictos entre el bien y el mal, la libertad y el desarrollo de las sociedades.
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El interés genuino por seguir sus estudios en las artes dramáticas fue interrumpido, brevemente, por el deseo de su padre, quien había preparado todo lo necesario para que iniciara su carrera como abogado, así lo hizo, en la Universidad de Moscú. No obstante, poco tiempo pasó para que se decidiera por su verdadera vocación y decidiera abandonar la carrera.
A pesar de las fuertes discusiones que esto le generó con su familia, Ostrovski parecía padecer una especie de encantamiento por las artes. Durante este tiempo no dejó de asistir a los estrenos que se pregonaban en las puertas de los teatros y poco a poco fue poniéndose en contacto con círculos de intelectuales, a los cuales asistía no solo para empaparse sobre los asuntos del arte dramático, sino también de la literatura en general.
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El interés por la vida de los actores
La constante visita a los teatros como espectador de las obras también generó un nuevo interés, en esta oportunidad directamente relacionado con quienes interpretaban a los personajes. Ostrovski se convirtió en un estudioso de la vida de los actores, asistía a los cafés frecuentados por artistas y a los centros de discusión intelectual con el fin, enre otros, de escuchar sus conversaciones.
Ante sus ojos se abrió entonces una puerta a la que antes no había tenido acceso, lo cual le permitió conocer las condiciones en las que trabajan los actores, sometidos a humillaciones por parte de los nuevos ricos, así como también una serie de actos de injusticia y corrupción que lograron encender la furia de Ostrovski. Emprendió entonces una investigación mucho más rigurosa de la vida de los intérpretes, y dado que por este momento trabajaba como pasante en un juzgado mercantil, pudo tener acceso a archivos donde se registraban algunos actos de abuso a los que no fue indiferente.
Quizás de ahí partió esa particularidad que han destacado los estudiosos de su obra, la fuerza que tiene cada uno de sus personajes, sacados con lujo de detalle de la vida misma, inspirados en los hallazgos del dramaturgo, cuando decidió poner el foco en la vida cotidiana de los ciudadanos, descubriendo la corrupción, la injusticia y la humillación.
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Fue tal su dedicación al estudio y al trabajo literario que fue solo durante los últimos años de su vida que le prestó alguna importancia a las mujeres. Si bien seguía con la escritura de comedias, también comenzó a crear dramas sociopsicológicos en los que profundizará especialmente en el destino de las representantes del sexo femenino. Esto se verá en obras como “Última víctima”, “Dote” y “Talentos y fanáticos”.
La construcción de sus personajes y las historias de seres humanos reales lo convirtieron en uno de los precursores del teatro de denuncia social en Rusia, un aspecto que aparecerá con vigor en gran parte de su obra, donde a menudo tratará problemas sociales y políticos de la época. De esto darán cuenta obras como “La quiebra” o “Entre propios anda el juego”, “No te subas al carro ajeno”, “La pobreza no es afrenta”, “El bosque” y “La doncella de nieve”, entre otros.
A su nombre quedaron 47 piezas de teatro, así como numerosas traducciones de obras teatrales de Goldoni, Cervantes y Shakespeare, las cuales tenían como objetivo pasar a la escena en los teatros rusos.
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