”¿Cuántas veces te has sorprendido diciendo ‘sí', cuando lo que quieres decir realmente es ‘no’? ¿Y al revés?”, se pregunta la psicóloga chilena Javiera de la Plaza en su libro de autoayuda Inteligencia asertiva, longseller desde su publicación original en 2007.
Reeditado para Argentina y Latinoamérica por VR, Inteligencia asertiva ofrece herramientas para superar la frustración de querer decir algo y no poder, o de hacerlo de la peor manera. Es decir, evitar situaciones usuales como callar en el punto más alto de una pelea solo para arrepentirse, momentos después, de haber quedado con las palabras atragantadas.
“Para alcanzar un equilibrio entre ambos extremos –sumisión y agresividad– lo más indicado es tratar de tener una conducta asertiva. En pocas palabras: acostumbrarnos a decir lo que sentimos y pensamos en el momento adecuado, con las palabras apropiadas y sin aprovecharnos de los demás”, escribe la autora.
¿Por qué crucial emprender este viaje? Explica Javiera de la Plaza, especialista en relaciones interpersonales y liderazgo: “Simple. Para ser más felices. Para mirarnos al espejo y ver allí la imagen de una persona contenta, satisfecha consigo misma y segura. Una persona confiada en que cualquier cosa que diga la conducirá por el camino de la congruencia interna y la realización personal”.
“Inteligencia asertiva” (fragmento)
Asertividad: en busca del equilibrio
¿Cuántas veces te has sorprendido diciendo “sí”, cuando lo que quieres decir realmente es “no”? ¿Y al revés? Esta situación es mucho más habitual de lo que podemos imaginar en un primer momento.
Basta hacer un simple ejercicio: detente un par de minutos para pensar y enumerar las ocasiones en las que has experimentado algo parecido en las últimas veinticuatro horas. Si respondes con sinceridad, lo más probable es que no dejes de asombrarte.
Y esas respuestas equívocas no se han producido porque seas una persona mentirosa, ni siquiera poco sincera. Es solo una cuestión de costumbre. De mala costumbre. “No quiero ser pesado”, “no quiero parecer descortés”, “total ¿qué me cuesta?”, “¿y si se enoja?”, “para lo poco que le importa lo que yo opine…”, “puedo quedar como tonto”, “en boca cerrada no entran moscas”...
Las anteriores son algunas de las miles de excusas, en apariencia totalmente válidas, que podemos encontrar para justificarnos ante nosotros mismos y, ¡para qué decir!, delante de los demás. Pero lejos de ser efectivas, en realidad son reacciones adversas que se vuelven contra quien las toma, como un verdadero búmeran.
Lo habitual es que la persona no se dé cuenta de cómo esta actitud afecta en lo más profundo de su vida. Sensaciones de angustia, de impotencia, de rabia, de depresión, de inseguridad y de agresividad consigo misma son el resultado de la acumulación de estas reacciones, que en psicología se conocen como falta de asertividad.
Tampoco se trata de pasarse al polo opuesto. No faltan los que, al tratar de ocultar una gran timidez o de evitar que se aprovechen de ellos, reaccionan de manera totalmente contraria. Palabras cortantes, expresiones duras y hasta elevación en el tono de la voz, a menudo reflejan una tremenda inseguridad, más que una personalidad fuerte y avasalladora.
En ambos casos, el resultado es el mismo: personas poco contentas con ellas mismas. Unas por no lograr decir lo que real mente quieren y otras por sentirse aisladas y poco queridas.
Para alcanzar un equilibrio entre ambos extremos –sumisión y agresividad– lo más indicado es tratar de tener una conducta asertiva. En pocas palabras: acostumbrarnos a decir lo que sentimos y pensamos en el momento adecuado, con las palabras apropiadas y sin aprovecharnos de los demás.
Para algunos esto puede parecer demasiado obvio. Para otros, demasiado complicado. Cualquiera que sea tu posición, la sugerencia es leer las páginas siguientes con atención y con la mayor honestidad posible con lo que se guarda en esa caja de Pandora en que suelen esconderse, o refugiarse, los sentimientos. Al menos, hasta que se aprende a descifrarlos como corresponde.
¿Por qué hacerlo? Simple. Para ser más felices. Para mirarnos al espejo y ver allí la imagen de una persona contenta, satisfecha consigo misma y segura. Una persona confiada en que cualquier cosa que diga la conducirá por el camino de la congruencia interna y la realización personal.
Un camino que, a la larga, da muchas más satisfacciones que cualquier logro profesional o material, pues hablamos de alcanzar un alto grado de bienestar personal y disfrute de la vida. Y cuando realmente lo hacemos, ello se traduce en la existencia de individuos alegres, capaces de transmitir esa sensación a las personas cercanas.
Entonces, podemos deducir que por esta vía se contribuye a generar familias más armoniosas. Esto se relaciona directamente con el concepto de círculos virtuosos: gracias a la constante puesta en práctica de algunos comportamientos, finalmente estos crean especies de cadenas o procesos evolutivos ascendentes que van desde lo positivo hacia lo más positivo, generando importantes gratificaciones para las personas.
Al tener comportamientos asertivos, se van creando de manera casi automática nuevos climas positivos en otras áreas y con otras personas. Los círculos virtuosos son lo opuesto a los círculos viciosos negativos, es decir, cuando el comportamiento de los individuos, y por lo tanto sus consecuencias, van progresivamente de mal en peor.
Lo ideal sería seguir ampliando el círculo virtuoso hasta llegar a tener amigos, compañeros de trabajo o de estudio más abiertos a la comunicación. Y, ¿por qué no?, a una sociedad más espontánea.
Comprendemos la felicidad como un estado afectivo que podemos alcanzar los seres humanos que deseamos vivir en un mundo mejor. Estamos dispuestos a utilizar herramientas que nos permitan convivir, pero de una manera más sincera, directa y con menos miedo al qué dirán.
¿Qué es ser asertivo?
Lo primero es contestar: ¿qué se entiende por asertividad? Se puede partir diciendo lo siguiente:
La asertividad es un estilo de comunicación que permite expresar pensamientos, sentimientos y opiniones en el momento oportuno de manera desenvuelta, sin experimentar nerviosismo y considerando los derechos propios y de los demás.
En la práctica, esto supone el desarrollo de diversas cualidades que todos tenemos, pero que no siempre cultivamos. Resumiéndolas, podemos decir que se trata de:
⬧ Expresar deseos y sentimientos, tanto placenteros como displacenteros, de forma directa, sin negar o menospreciar los derechos de los otros y sin crear o sentir inhibición o ansiedad desadaptativa (que impida relacionarse con los demás).
⬧ Diferenciar entre la aserción, la agresión y la sumisión, tres diferentes formas de reaccionar que analizaremos más adelante.
⬧ Distinguir las ocasiones en que la expresión personal es importante y adecuada.
⬧ Defenderse, sin agredir ni ser pasivo, frente a conductas de otros que consideremos poco cooperativas, inapropiadas o poco razonables.
⬧ Estar conscientes de que tenemos derechos y debemos respetarlos para no dejarnos avasallar como personas.
Aquí surge otra pregunta: ¿qué ganamos con estas actitudes? La respuesta es dos pilares fundamentales para el apropiado desarrollo de la personalidad. Por un lado, reforzar el autorrespeto y aumentar la confianza y seguridad en uno mismo. Por otro, mejorar las relaciones interpersonales, la aceptación y el respeto de los que nos rodean, pues se reconoce nuestra capacidad de reafirmar los derechos individuales. Estos, a su vez, ayudan a aumentar la propia confianza y el posicionamiento frente a los demás.
Quién es Javiera de la Plaza
♦ Es una psicóloga chilena especializada en comunicación, liderazgo, presentaciones efectivas y relaciones interpersonales.
♦ Ha dado cursos, charlas y seminarios sobre estos semas y ha participado en programas de radio y televisión en Chile y otros países de América Latina.
♦ Es asesora empresarial en materia de comunicación y liderazgo.
♦ Escribió los libros Inteligencia asertiva e Inteligencia asertiva en la empresa y el trabajo.
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