Con un espíritu crítico y, a menudo, imprimiendo la sátira en su escritos, Karl Kraus fue uno de esos personajes siempre dispuesto a ir en contra de las formas, el poder y quienes los representaban. Uno de sus aportes más importantes tuvo que ver con el lenguaje y la elevación que supuso del periodismo a una especie de género filosófico.
Autor de un gran número de ensayos y aforismos, así como también de dramas y poemas, Kraus fue escritor, dramaturgo, fundador de una reconocida revista satírica llamada La antorcha, polemista y escritor, y fue gracias a sus constantes denuncias que se elevaría como una de las principales figuras del tránsito del siglo XIX al XX.
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Karl Kraus nació el 28 de abril de 1874 en República Checa y falleció el 12 de junio de 1936 en Viena, Austria. En el círculo de una familia judía y pudiente, inició sus estudios en Derecho y Filosofía, y aunque tentado por la actuación, decidió finalmente que su camino sería el periodismo. Sin embargo, abandonó de la universidad desencantado por lo que calificó como “una colmena de gramáticos”.
Interesado en la escritura empezó a frecuentar espacios en los cuales pudiera tener contacto con otros autores, con algunos de los cuales fundó en 1899 La antorcha, medio que según los críticos se convirtió en una metáfora de su propia vida y en una verdadera institución en Viena.
En este medio recibió colaboraciones sobre temas culturales, literarios y también de crítica social, y pronto empezó a registrar allí sus propios escritos satíricos en contra de la prensa tradicional y la cultura germana, así como también contra la política alemana y austriaca, la iglesia (pues se convirtió al catolicismo y más tarde lo abandonó), el nacionalismo y la corrupción.
La razón de convertir esa publicación en el espacio ideal para sus escritos respondía a que ningún otro medio publicaba lo que escribía por lo que se fue en contra de los medios masivos y no se medía en señalar la corrupción del lenguaje que a su juicio, implementaban aquellos diarios.
“La prensa convierte en instituciones las mentiras (...) Por eso la prensa es el arquetipo de la ruina espiritual de una cultura”, dirá Kraus.
Kraus se distinguió por ser un analista profundo. Los textos que publicó en su diario pasaron por un período de revisión en el que se observaba un esmero en el uso del lenguaje, y en los primeros que permitió para su publicación exigió un cuidado detallado de escritura.
Ir en contra de todas las formas de poder le permitió reivindicar a aquellos que eran dominados por la sociedad burguesa, los marginados. En este sentido, incluyó a los homosexuales, las trabajadoras sexuales, los menos favorecidos, defendió la vida mientras iba construyendo una aversión hacia los políticos y la hipocresía de los poderosos.
En otro de sus aforismos señaló:
“El político se mete en la vida, sin saber dónde. El esteta sale volando de la vida, sin saber hacia dónde”.
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En sus juicios también arremetió contra el psicoanálisis, creando aforismos que se hicieron célebres. Si bien en sus inicios respetaba a Freud, desarrolló una molestia hacia la teoría del psicoanálisis a la que también señaló:
“... el psicoanálisis es la enfermedad de la mente de la que él mismo se considera el remedio”, y más tarde contra Freud: “A él le corresponde el mérito de haberle dado una organización a la anarquía del sueño, pero en ella todo ocurre como en Austria”.
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“Los últimos días de la humanidad”
Uno de sus trabajos más importantes fue la obra dramática “Los últimos días de la humanidad”. Con el mismo tinte satírico que le distinguió de los demás escritores de su época, retrató los vestigios de la Primera Guerra Mundial, también llamada La Gran Guerra.
En su escrito describió las artimañas que implementaron los políticos en búsqueda del poder, los intereses del sector industrial, la obediencia entera de los soldados que se amontonaban para enfrentarse unos a otros y, en general, de un hecho que calificó como la extinción de lo humano transformado a bestias.
Sin embargo, Kraus solo fue testigo y víctima de esa primera parte de la tragedia, aunque ya había anticipado un segundo momento de guerra adjudicando a la humanidad una insensatez que no conduciría a otro camino. Y así fue.
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