En la cumbre de escritores mexicanos reposa el nombre del que fue, según los estudiosos, uno de los referentes más importantes de la literatura de ese país en el siglo XIX. Destacado por sus relatos costumbristas y ceñido a la escritura fruto de sus observaciones, en la obra de Manuel José Othón la naturaleza cobró una especial importancia a partir de sus ejercicios contemplativos.
Se trata de un hombre que a pesar de que navegó entre distintos géneros literarios, incluyendo la poesía, la narrativa y la dramaturgia, la gran mayoría de su obra se dio a conocer tras su muerte.
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En vísperas de su nacimiento, el 14 de junio de 1858 en México, la familia Othón recibió una noticia alarmante: las tropas liberales estaban cerca de la ciudad; enfrentados a la muerte, por su tendencia conservadora, se vieron en la obligación de huir. Gran parte de los historiadores coinciden en que Manuel José Othón nació en medio del escape familliar con rumbo a Querétaro, en San Luis Potosí, lugar en el que hoy puede visitarse un museo en reconocimiento a su legado histórico, cultural y literario.
Una vez terminó sus estudios de primaria, inició en el seminario Conciliar, donde aprendió latín y escribió sus primeros versos a la edad de 13 años. Más tarde, ingresó al Instituto Científico y Literario, hoy Universidad Autónoma de San Luis Potosí, donde se graduó como abogado y sería recordado por motivar a estudiantes y profesores a participar en las luchas sociales y buscar mejoras para el sistema educativo.
A la par de la escritura, inició una carrera política y de servicio público en la que ocupó distintos cargos, entre ellos la docencia, pero también ejerció como agente del Ministerio Público, juez en varias poblaciones del país y diputado federal; incluso, estuvo a cargo de la Dirección del Registro Público de la Propiedad.
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El poeta que le escribió al paisaje mexicano
En sus inicios, su escritura estuvo muy influenciada por los clásicos, pero empezó a hacerse a una voz propia cuando siguió su instinto poético. Pronto logró diferenciarlo del modernismo creciente a partir de una escritura que muchos estudiosos destacaron como contemplativa, en la cual el paisaje mexicano cobra especial importancia.
Othón se saldrá del reflejo y la descripción de la vida natural para profundizar en la inmensidad de sus elementos, registrando con una voz sensible las puestas de sol y la existencia del ser humano ante los grandes paisajes. Muestra de ello es el poema “Idilio Salvaje” (1906), uno de sus más conocidos, donde el poeta pone en diálogo la fuerza de la naturaleza y la pasión amorosa.
Mira el paisaje: inmensidad abajo,
inmensidad, inmensidad arriba;
en el hondo perfil, la sierra altiva
al pie minada por horrendo tajo.
Bloques gigantes que arrancó de cuajo
el terremoto de la roca viva:
y en aquella sabana pensativa
y adusta, ni una senda, ni un atajo.
Asoladora atmósfera candente,
do se incrustan las águilas serenas
como clavos que se hunden lentamente.
Silencio, lobreguez, pavor tremendos
que viene sólo a interrumpir apenas
el galope triunfal de los berrendos.
(Fragmento Idilio Salvaje)
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Sus escritos fueron reunidos por primera vez en un cuaderno manuscrito de 78 páginas que tituló “Ensayos poéticos”, el cual concluyó en 1879, pero solo vería la luz hasta 1947. A menudo Othón, además de la naturaleza, dedicó sus escritos a personas cercanas, entre ellas sus padres, amigos, compañeros de clase y maestros.
Entre la escritura y la enfermedad
La vida de Othón se acortó debido a que contrajo tuberculosis, pero la enfermedad no fue obstáculo para que sus manos siguieran escribiendo. De hecho, aún enfermo contrajo matrimonio con su novia Josefa. En ese mismo período, fue nombrado juez de Guadal, labor que desarrollaba en las mañanas, las tardes las dedicaba a tomar notas de sus poemas y en las noches se sumergía en la lectura y la escritura. Fue así como escribió obras como “Herida en el corazón”, “La sombra del hogar” y “La cadena de flores”, todas ellas obras dramáticas.
“Teatro mexicano breve del siglo XIX”
Más tarde, y con un estado de salud en deterioro, Othón continuó escribiendo versos poéticos que daban cuenta de su propio padecimiento. Los médicos le recomendaron un viaje, pero su situación se agravó de tal manera que no pudo realizarlo. Le escribe a su esposa para contarle lo que le sucede y ella decide viajar. Con su llegada, su salud mejora levemente, pero no por mucho tiempo.
El 28 de noviembre de 1906 Othón cerró sus ojos para siempre, aunque sus palabras quedaron suspendidas y gran parte de su obra se publicó tras su fallecimiento. Entre ellas se encuentran: “Breve antología lírica”, “Paisaje”, “Lo que hay detrás de la dicha”, “Después de la muerte”, “Noche rústica de Walpurgis”, “Poemas escogidos”, “Obras” y “Sendas de amor”, entre otras.
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