El gran secreto de retorno de Perón en 1973, el nuevo libro de Juan Bautista “Tata” Yofre, muestra con datos inéditos la trama política de la vuelta definitiva de Perón a la Argentina, la discrepancia entre el líder del Justicialismo, y Héctor Cámpora, su preocupante estado de salud, el conflicto cada vez más apremiante con las organizaciones de izquierda, la relación con los Estados Unidos, la masacre de Ezeiza, y los antecedentes turbulentos que dieron paso a ese momento histórico del país, del que este martes se cumplen 50 años.
Cuando pensábamos que ya todo estaba escrito sobre ese período de la historia, este libro describe con detalles inéditos y documentos exclusivos esos meses de vértigo y zozobra que enmarcaron el regreso del líder a la Argentina y el aplastante triunfo que lo consagró a su tercera y breve presidencia. Yofre, periodista y escritor, es autor de otros 14 libros que tienen como sello distintivo el rigor documental en que se basan sus obras.
En diálogo con Infobae, Yofre habló sobre El gran secreto del retorno de Perón en 1973, que podrá descargarse gratis de Bajalibros.
-¿Este libro es sobre el ‘73 pero empieza bastante antes?
-Sí, porque yo no les puedo contar a los chicos que van a leer este libro que Perón llegó al país de la nada. Lo habían echado en 1955 y volvió a la Argentina después de muchos años. Nosotros lo veíamos desde lejos, mi generación observaba a este hombre que estaba afuera, muy combatido por los poderes del momento. Era el político más importante de la Argentina y era el jefe del movimiento político más fuerte del país. Y estaba afuera. Acá la democracia no existía porque ellos no podían competir. Vengo de una familia no peronista que sufrió mucho.
-¿Radical?
-No, conservadora. Pero tengo que admitir que eso fue lo que a mí me pasó. Por eso quise explicarle rápidamente al lector cómo se llega al 73.
“Perón estaba enfermo”
-¿Qué es lo que considera lo más nuevo, lo hasta ahora no revelado que aparece en este libro? ¿La relación con Estados Unidos, con Chile?
-No, lo más revelador es la relación de Perón con el gobierno de Richard Nixon. Es el Nixon que consideraba que la Argentina era un país de pacotilla, que Perón había destrozado el país. Pero es el mismo Nixon que años después va a intentar comunicarse con Perón, con ese Cono Sur tan raro, tan explosivo que había en el mundo. En esa guerra fría donde Kissinger y Nixon tenían su problema con Salvador Allende en Chile, en Argentina no sabían qué pasaba pero avanzaba un hombre que no siendo marxista era un líder popular. Estaban frente a lo de Chile, frente a un gobierno dictatorial en Brasil, frente a Alfredo Stroessner en el Paraguay, al 27 de junio del 73 en Uruguay (cuando se produjo el golpe cívico-militar). En fin, tenían un verdadero interés en comunicarse con Perón.
-¿Y qué fue lo que encontró sobre ese tema?
-Lo que fui a buscar son los documentos de Kissinger y, en realidad, lo que está ahí son los diálogos de Kissinger con el canciller Alberto Vignes, que no hacen otra cosa que concretar lo que yo sabía, que era un pequeño diálogo de Perón, de la verdad de Perón en Madrid antes de venir a Buenos Aires: que él volvía para terminar con el marxismo, con el comunismo decía. Se lo decía a Antonio Puigvert, se lo va a decir a Jorge Antonio. Lo decía él, no lo digo yo. Y sé que eso va a molestar, lo siento mucho, pero yo tengo los papeles. Los que me quieren contradecir, que muestren otros papeles.
-Usted cuenta en este libro que la salud de Perón ya estaba muy deteriorada. ¿Él era consciente de esto?
-Si, Perón llega enfermo. Algunos lo han ido revelando. Yo creo haberlo contado en La trama de Madrid. Después, voy a tener contacto con los médicos de Perón para el libro El escarmiento. Abal Medina lo dice también, que él sospechaba.
“Cámpora llega al peronismo desde el conservadurismo de la provincia de Buenos Aires”
-¿Pero él tenía noción de que estaba tan enfermo o cierta omnipotencia no le permitía admitirlo?
-No, él sabía que estaba enfermo, lo que pasa es que lo escondía. Porque Perón vuelve para ser presidente. Ya en el vuelo del 20 de junio tiene un dolor de pecho que se lo calman con una copa de whisky. Después va a tener otro problema en junio. Y el problema serio en noviembre. Perón estaba enfermo.
-Ahora, la sensación que me da este libro es que ves el grano fino de todo eso, que nada era tan blanco o negro. Entonces, ¿el disgusto de Perón con Héctor Cámpora viene por la actitud de éste con la guerrilla o es por un paquete de cosas que no hizo como él quería?
-Yo creo que Cámpora no era guerrillero. Cámpora llega al peronismo desde el conservadurismo de la provincia de Buenos Aires. Lo que pasa es que el Cámpora que va a llegar a ser delegado de Perón a partir de noviembre del 71 está rodeado por una generación que no era la suya. ¿Quiénes son? Son los hijos. Y los hijos tienen amigos y tienen estudios y se mueven. Nacen con broncas que quizás las manifiestan de manera distinta a uno. Y entonces Onganía era el enemigo, Levingston era el enemigo y Lanusse era el enemigo. Y tienen contacto con Montoneros, que van a nacer en esa época. Ese es Cámpora. Y tuvo mucha influencia, y permitió, y le faltó carácter.
-¿Entonces fue más por falta de carácter que ideológica la diferencia que tenía con Perón respecto de la relación con la guerrilla?
-Fue un problema de carácter. En Cámpora no era un problema ideológico. Aunque había en esa época un clima progresista. En realidad, Héctor Cámpora no era progresista. El que era progresista, en todo caso, era Mario, a quien he conocido mucho.y te diría que fue mi amigo; en los años del Proceso yo hablaba con Mario. Es más, cuando viajamos a Europa con Menem como candidato a presidente, Mario va a estar ahí. Y no hablaba con lo que él llamaba “la runfla de Menem”, hablaba conmigo, porque ya nos conocíamos mucho de Cancillería. Pero al lado estaba el hijo de Cámpora, estaba el Bebe Righi. Yo no tenía nada personal con el Bebe. Yo lo he tratado, era una muy buena persona. Podíamos no coincidir, pero él no era guerrillero.
-¿Perón dio desde su exilio un doble mensaje hacia las organizaciones armadas o siempre fue claro respecto de los movimientos de izquierda?
-En febrero del ‘71, el señor Galimberti va a Madrid. Ahí conoce a Perón y en el momento de conocerlo le entrega una carta de Montoneros. Sí, pero él es un político ignorado, maltratado, con un movimiento que no puede acceder al poder. Este muchacho viene y le dice “General, nosotros vamos a ayudarlo y les vamos a morder los tobillos a los militares para que se vayan cuanto antes”. Perón es un político. Entiendan eso por el lado de Perón. Perón no era montonero y tampoco era tonto. Sabía de dónde venían. A Perón fueron muchas veces a Madrid a invitarlo a ir a vivir a La Habana. Pero él no fue. Perón no era comunista.
“Alfonsín en septiembre del 75 se va a reunir con Santucho”
-Era militar.
-Vos lo has dicho, era militar. Entonces, él viene acá ya con sospechas, con un profundo desprecio, esa palabra. O sea, viene a terminar con eso, por las buenas o por las malas. Pero viene a terminar.
-¿Tal vez convencido de que es el único que puede parar el tema de la violencia?
-Si, era el único, no había otro.
-Ya Cámpora se sabía que no..
-Si. Y Balbín menos. Balbín lo podía acompañar pero no podía parar la ola. Porque, además, dentro de la esfera del radicalismo, había también gente que tenía contactos con la guerrilla. ¿Quiénes eran? La juventud de Alfonsín. Alfonsín en septiembre del 75 se va a reunir con Santucho. Hay un momento del 75 donde el ERP pretende hacer una tregua. Nadie fue a hablar... Bueno, fueron a hablar dos. Uno es Alfonsín. Y otro es Oscar Alende que es un aliado del ERP.
-¿Le faltó tiempo a Perón para poder resolver ese conflicto?
-Absolutamente, mucho tiempo le faltó.
-En otro libro suyo, usted habla de la Cámara Federal Penal, de ese tribunal que había comenzado a combatir legalmente a la guerrilla.
-Si, le dediqué un libro, Volver a matar. Y por ahí hay algunos libros, que vienen de lo que era la guerrilla, que van a reconocer que el tiempo de la Cámara Federal Penal era el paraíso en comparación con lo que venía después. Claro, el mismo Alfonsín va a decir “nunca sospechamos el grado de violencia con que venía el gobierno de Videla”. Yo tampoco sabía.
-Hay otro tema del libro y es el personaje de López Rega. Usted cuenta que, desde Madrid, él empieza a taladrar la figura de Cámpora y a tratar de levantar un poco a la izquierda. Pero tampoco López Rega era de izquierda. ¿Cómo era ese juego?
-No, no era de izquierda. El tema era desalojar a Cámpora para que Perón se hiciera cargo del poder.
-¿O sea, agudizar ese fracaso de Cámpora?
-Exactamente, es el mismo López Rega que va a ir a buscar al departamento de Pacheco de Melo a Cámpora para decirle que él es el hombre elegido por Perón.
-¿Y hace el juego de tratar de acercarse a la izquierda al mismo tiempo?
-Es un juego de poder. Además, no lo digo yo, lo dice todo el mundo, que era un hombre de la CIA. Entonces la CIA no quería tener un tipo como Cámpora ahí. Yo no lo he puesto porque yo no lo puedo probar que López Rega haya sido de la CIA. Yo en realidad lo que creo es que podía ser próximo, que podía coincidir.
-¿Y cómo se gesta la candidatura de Isabel Perón a la vicepresidencia?
-La candidatura de Isabel aparece como parte del interés de López Rega por acercarse y tener el poder. Ya se había acercado, ahora el problema era tener el poder: si yo sé que Perón está muy enfermo, necesito a alguien que lo reemplace, que lo suceda, con quien yo pueda seguir en el poder. ¿Quién era? Era Isabel.
-¿Pero Isabel tenía participación activa en las discusiones políticas, era una persona preparada para ese cargo?
-No, todo el mundo sabe que no. Había cumplido algunas misiones políticas para Perón. Pero yo creo que la más importante misión de Isabel es la que va a cumplir en el año 66, cuando ella viene acá por un problema que se le había presentado a Perón en el peronismo mendocino. Yo tengo las cartas de Isabel informando a Perón, y de Perón a Isabel. Y ahí ella va a cumplir un papel decoroso. Llega un momento en que Perón le dice “volvete Isabel porque se viene el golpe”, él sabía que venía un golpe,. ¿Y por qué sabía? Porque lo había preparado él también. Y la recuerdo muy bien porque Isabel va a vivir en mi barrio. Yo vivía en Callao y Libertador, e Isabel se instaló en el Hotel Alvear. Y como la echaron de ahí porque había mucho lío, fue al Sindicato de Luz y Fuerza, en Callao entre Alvear y Quintana. Y yo fui a ver eso, y me parecía increíble que los vecinos del barrio tiraran piedras al hotel y la insultaran a Isabel. Yo no estaba en eso, no era gorila. Pero yo he visto gente que supuestamente era amiga, con quien uno podía tomar café, y estaban desorbitados. No lo he contado nunca a esto, pero yo estaba ahí. Y pensaba “no puedo creer que estos hijos de puta estén haciendo esto”. ¿Qué tiene que ver Isabel Perón?
-¿Está comenzando a escribir otro libro con esos materiales?
-Si, ya empiezo otro. Estamos cumpliendo los 50 años, y hay acá hay tres grandes 50 años: Perón, Allende, y el 27 de junio de 1973, Bordaberry. Yo nunca seguí de cerca a Uruguay. Hablé con un amigo mío periodista y le dije “hacete cargo”. Yo me voy a ocupar de Chile y de Argentina. Yo estuve muy ligado a Chile, cuando trabajé en Cancillería. Yo conocí a Allende, pero no estaba con Salvador Allende. Lo seguí muy de cerca y tengo muchos papeles como para escribir un libro extremadamente documentado.
-Como dice usted, “tengo los papeles”
-Sabes lo que pasa, que acá se mintió mucho, y yo banco todo pero llega un momento en que pregunto: ¿vos tenés algún papel de todo esto que estamos diciendo? Y yo he tenido mucha suerte con esto, a mí me han confiado muchos papeles. Muchos. Y los uso. Yo agarro todo, hasta bolsas de basura con recortes de diarios, todo sirve.
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