Inflación: todo lo que hay que saber sobre el gran problema argentino

Desde sus orígenes a sus posibles soluciones, el economista Juan Manuel Telechea trasciende a los gobiernos de turno para explicar un fenómeno que no da respiro en su nuevo libro.

"¡Inflación!", de Juan Manuel Telechea, busca explicar cómo funciona la economía argentina "o, mejor dicho, por qué no funciona". (Foto AP/Natacha Pisarenko)

“Me dedico a estudiar la macroeconomía argentina, algo que en este país debe ser similar a tener un doctorado en física molecular”. Así se presenta a sí mismo el economista, docente y periodista Juan Manuel Telechea, que acaba de publicar su primer libro, ¡Inflación! ¿Por qué Argentina no se la puede sacar de encima?, una investigación que busca llegar a una “explicación apta para todo público” de uno de los mayores problemas actuales (e históricos) del país.

Después de que la inflación de abril alcanzara un apabullante 8,4% y sumara un acumulado anual de 108,8%, este miércoles se conocerán los datos de mayo. Los números del último año no dan respiro pero, ¿qué hay detrás de este proceso que parece imparable? ¿Es únicamente responsabilidad del gobierno de turno? ¿Cómo repercute en el día a día de los argentinos? Y sobre todo, ¿hay salida?

“La economía argentina se encuentra estancada desde hace más de diez años, atravesada por un proceso de inflación creciente que nadie parece capaz de controlar. Los gobiernos pasan y ninguno le encuentra la vuelta. ¿Mala gestión? Por supuesto. Pero tiene que haber algo más, alguna causa que explique este problema. ¿O acaso somos el único país del mundo que hizo todo mal?”, escribe el autor.

En ¡Inflación!, editado por Clave Intelectual, Telechea no hace bajadas de línea ni intenta convencer al lector. ¿Cuál es su objetivo, entonces? Escribe el autor: “Explicar, de la manera más clara y rigurosa posible, cómo funciona la economía argentina. O, mejor dicho, por qué no funciona. Y por qué la inflación se ha convertido en el peor de nuestros males”.

“¡Inflación!” (fragmento)

"¡Inflación! ¿Por qué Argentina no se la puede sacar de encima?", de Juan Manuel Telechea, editado por Clave Intelectual.

Otra década perdida

Argentina se encuentra, otra vez, atravesando una década perdida en materia de crecimiento económico. Esto significa que la economía se encuentra estancada hace más de 10 años, sin lograr que el nivel de la actividad económica –medida a través del famoso Producto Interno Bruto (PIB)– aumente de manera sostenida. Esto queda claro al advertir que la tasa de crecimiento que promedió el PIB entre 2012 y 2022 fue prácticamente nula: 0,4%. Este proceso se vio profundizado por el cimbronazo de la pandemia, que, como veremos más adelante, amplificó todos los desequilibrios que ya arrastraba la economía.

¿Tan importante es que el PIB no aumente? Sí, porque es, sin dudas, la variable más importante que está por detrás de todo proceso de mejora de la calidad de vida de la población. El PIB conecta la producción con los ingresos, el empleo y los precios de la economía, algo que muchas veces no se enfatiza demasiado. No es coincidencia que, en la actualidad, la tasa de pobreza sea mayor que la de 10 años atrás, que haya un nivel de informalidad más elevado ni que nuestro poder de compra sea más bajo. En buena medida, todo eso se explica por el estancamiento de la actividad económica. Veamos.

El PIB mide el valor de la producción total de bienes y servicios finales que genera un país en una determinada cantidad de tiempo (por ejemplo, durante un mes o un año). Para entender cómo se lleva a cabo, imaginemos que todo lo que producen las empresas argentinas durante un mes, en lugar de venderse, se almacena en un depósito gigante (con mucha imaginación, pensemos que allí también se pueden guardar los servicios, dado que también son parte de la contabilidad del PIB).

A fin de mes, agarramos todos esos bienes y servicios y sumamos el valor que cada uno tiene (reflejado en el precio al que se vende). De esa manera obtendríamos el nivel de la producción mensual de la economía argentina y, si hiciéramos esto durante un año, se obtendría el PIB anual. Se podrán imaginar que estamos hablando de números sumamente grandes. Por ejemplo, el de 2022 se ubicó en 95,7 billones de pesos (lo que, en promedio, representa una producción mensual de 8 billones de pesos).

A la larga, lo que mide el PIB es la capacidad de producción de las empresas. Así, su evolución en el tiempo refleja de manera bastante aproximada el desempeño económico, que viene siendo muy flojo desde 2011.

Pero ahí no se acaba su relevancia porque el nivel de producción de una economía en un determinado período también refleja los ingresos totales que se generaron en ese mismo lapso, lo que comúnmente podríamos denominar el tamaño de la “torta”. Para entenderlo, pensemos que, cada vez que gastamos plata –digamos, 10.000 pesos en la compra de una heladera–, del otro lado hay otra persona que la está recibiendo, es decir, cada compra está generando un ingreso.

Juan Manuel Telechea, economista: "La torta no solo no está aumentando, sino que se fue achicando en los últimos años".

¿Pero cómo puede ser que el PIB represente al mismo tiempo el nivel de la producción y el total de los ingresos generados en una economía? Si examinamos detenidamente la producción de dicha heladera y los distintos gastos que tuvo que hacer la empresa a lo largo de ese proceso obtendremos nuestra respuesta. Para su fabricación, tuvo que adquirir insumos (lo que implica comprarles productos a otras empresas), contratar nuevos trabajadores (lo que implica desembolsar nuevos salarios), pagar impuestos e incluso tal vez invertir en maquinaria para aumentar su capacidad productiva.

Todos estos desembolsos tienen como contrapartida el aumento de los ingresos de distintos sectores de la economía (empresas, trabajadores, dueños de tierras/inmuebles y el Estado, entre otros). Y, si generalizamos esto para todas las empresas del país, llegamos a que el valor de toda la producción de bienes y servicios es exactamente igual, por definición, a la cantidad total de ingresos que generó la economía durante ese período (esto es lo que se conoce como una identidad contable).

Siguiendo con nuestro ejemplo anterior, entonces tendríamos un segundo depósito donde hay una cantidad de billetes por un valor total exactamente idéntico al del depósito donde se encuentran los bienes y servicios producidos. De aquí que se suela hablar de que la economía funciona como un “flujo circular”, ya que circulan constantemente, por un lado, los bienes y, por otro, el dinero correspondiente.

Lo más importante que se desprende de lo anterior es que hay una relación muy estrecha entre la producción, los ingresos y el empleo. Cuando se expande el PIB, sucede lo mismo con el total de ingresos y, por lo general, eso se traduce en una mayor generación de puestos de trabajo y una mejora del poder adquisitivo de la población.

Teniendo en cuenta que la población argentina sigue creciendo (aproximadamente a razón de 1% por año), el estancamiento de la producción –y de los ingresos– durante los últimos 11 años resulta todavía más crítico: si medimos el PIB de 2022 en términos per cápita (dividido por el total de la población) veremos que es un 9% menor que el de 2011. O sea, el ingreso promedio de la población argentina en la actualidad es, en promedio, un 9% menor que el de 11 años atrás y, como se puede advertir en el gráfico debajo, muestra una tendencia declinante en los últimos años.

Telechea: "La economía se encuentra estancada hace más de 10 años, sin lograr que el nivel de la actividad económica aumente de manera sostenida". (Foto AP/Natacha Pisarenko)

Acá es importante aclarar dos cuestiones. La primera es que el PIB per cápita está estrechamente correlacionado con una vasta cantidad de indicadores vinculados a la calidad de vida. Por ejemplo, un PIB per cápita mayor está asociado con una esperanza de vida más alta, con una tasa de mortalidad infantil más baja, con un mayor número de médicos, con una menor cantidad de horas trabajadas o con mejores niveles de desempeño educativo.

Esto se puede ver sintetizado en el siguiente gráfico, que muestra la relación entre el PIB per cápita y el Índice de Desarrollo Humano (IDH) de los países. Este índice busca medir la calidad de vida de la población a partir de distintos indicadores vinculados con la esperanza de vida, el acceso a educación y el bienestar económico (el punto más oscuro refleja la posición de Argentina). Como se puede apreciar, existe una relación muy estrecha entre el PIB per cápita y el IDH que demuestra el vínculo que existe entre la mejora del ingreso y la calidad de vida de la población. Dicho de otra manera, no hay ningún país que tenga un elevado nivel de desarrollo y un PIB per cápita bajo. Sin el aumento sostenido de la producción no hay manera de mejorar de manera significativa la calidad de vida de las personas.

La segunda cuestión es que el hecho de que el PIB per cápita mida el ingreso promedio de una sociedad –y, por lo tanto, no capte cómo están distribuidos dichos ingresos entre las distintas personas del país– no altera las conclusiones anteriores. Es decir, si bien una distribución equitativa debe ser parte de los objetivos de cualquier gobierno, eso no es suficiente para mejorar de manera sostenida los ingresos de toda la población.

Retomemos la analogía anterior, en la que asociamos el nivel de producción y de los ingresos de una economía con una torta. Supongamos que nuestra economía genera ocho porciones de torta y que hay ocho personas, pero, al examinar cómo quedaron distribuidas las porciones, notamos que hay tres personas que no tienen nada y hay una persona que tiene cuatro porciones. Evidentemente, podríamos mejorar la situación de esta sociedad si redistribuyéramos las porciones de modo que cada persona tuviese una. Pero lo que no podemos lograr es que todas las personas tengan más de una porción. Eso solo se puede hacer si se incrementa la cantidad de porciones de torta que genera la economía, es decir, solo se logra aumentando el PIB.

Si aplicamos esto al caso argentino, cuyo gran problema es que la torta no solo no está aumentando, sino que se fue achicando en los últimos años, debería quedar claro que el objetivo principal tiene que estar enfocado en cómo recuperar el crecimiento de la economía. Sin eso, y por más redistribución de los ingresos que se haga, la calidad de vida va a seguir deteriorándose.

Quién es Juan Manuel Telechea

♦ Nació en Argentina.

♦ Es economista, periodista y docente.

♦ Es candidato a Doctor en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de Quilmes, Magíster en Desarrollo Económico por la Universidad Nacional de San Martín y Licenciando en Economía por la Universidad Nacional de Buenos Aires.

♦ Colabora como analista económico en medios como Cenital.

¡Inflación! es su primer libro.

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