Manipulado por un malvado director de cine porno, acusado falsamente de islamofobia, atacado por la prensa: la vida de Michel Houellebecq se parece al mismísimo infierno. Un infierno múltiple, como escribe en Algunos meses en mi vida: Octubre 2022- Marzo 2023 (Quelques mois dans ma vie: Octobre 2022-Mars 2023), su nuevo libro, redactado en sólo dieciséis días: entre el 31 de marzo y el 16 de abril de 2023. Ciento doce páginas de autojustificación y revancha, publicadas por editorial Flammarion en francés y que Anagrama sacará en español en julio.
El escritor retoma, en un relato paranoico y sesgado, las dos controversias que se agregan a su ya abultado prontuario de polemista. En el primer caso se trata de una larga entrevista con el ensayista y fundador de la revista Front Populaire, el filósofo Michel Onfray, otro intelectual obsesionado por el islam y los supuestos peligros del multiculturalismo.
Allí Houellebecq denuncia la pérdida de identidad de los franceses, amenazados por “los musulmanes” y predice para las próximas décadas el declive inexorable de Francia, Occidente y los valores cristianos debido, según él, a una inmigración masiva de personas de los países del Sur. Es un discurso que marca una etapa más en la radicalización hacia la extrema derecha de un autor exitoso: “El deseo de la población francesa de origen no es que los musulmanes se asimilen, sino que dejen de robarles y agredirlos” es una frase que aparece en la entrevista y que el autor intenta corregir en el libro cuando afirma que “el problema no es el islam, sino la delincuencia”.
Todo sería un malentendido, escribe. Admite que hubiera tenido que releer la entrevista pero que no hizo, o al menos no lo hizo con la atención necesaria para corregir sus palabras, ni las que establecían vínculos directos entre islam y delincuencia ni las que advertían sobre posibles “Bataclans al revés” (se refiere al atentado del 13 de noviembre de 2015 en París, que provocó la muerte de más de cien personas), es decir, atentados contra musulmanes cometidos por “franceses de origen”. Según él, esta negligencia tiene una excusa: “Se trataba de una entrevista excepcionalmente larga, mi atención había podido flaquear en algunos pasajes.”
En este libro Houellebecq rectifica sus palabras reescribiéndolas para que resulten aceptables. Por último, el autor nos explica que todo no es completamente culpa suya: habría intentado detener la difusión de esta entrevista, es decir, de la revista, lo que Onfray habría rechazado. El rector de la Gran Mezquita de París contempló la posibilidad de denunciar al novelista por sus declaraciones “violentas” contra los musulmanes. Finalmente cambió de opinión después de que el escritor expresara su “arrepentimiento” y le prometiera hacerlo por escrito. Este libro sería, en parte, el resultado de esa promesa.
La escena porno
La otra controversia a la que responde en Algunos meses en mi vida es por la película porno Kirac 27, rodaje al que le dedica la mayor parte del libro. Michel Houellebecq accede, según él, al pedido de Stefan Ruitenbeek, videasta holandés supuestamente libertario y provocador, que le habría pedido filmar un trío conformado por Houellebecq, su esposa y una joven holandesa, estudiante de Filosofía y fan del escritor.
El problema no habría sido filmar un video porno con su mujer -”obvia prolongación de una vida de pareja”, explica el escritor- sino la utilización de las imágenes. El tráiler de la película fue subido a Internet en febrero pasado -contra su voluntad, asegura el autor francés - por “la Cucaracha” (el realizador holandés), con la complicidad de “la Víbora” (la esposa de la Cucaracha), de “la Cerda” (la estudiante) y de “el Pavo” (socio del segundo rodaje, porque hubo dos, uno en París y otro en Amsterdam). Así bautizó Houellebecq a estos personajes, en una versión porno soft de la fábula política escrita por George Orwell en 1945, Rebelión en la granja. ¿Será el preludio de su próxima novela? Imposible saberlo.
Lo que sí se conoce es la causa principal de su furia : un asunto de contrato no leído antes de ser firmado. Houellebecq confiesa que él es el responsable de todo. No debió firmar el maldito contrato con el realizador sin leerlo. Pero a la vez tampoco lo es del todo: estaba borracho y bajo los efectos de antidepresivos.
Por otra parte, el director es descripto como la personificación del Diablo. Después de todo, lo único que Houellebecq quería era una aventura de a tres. En varias y tediosas páginas nos explica técnicamente cómo, “sea cual sea la posición adoptada”, la mujer puede (“y debe”) acariciar los testículos del hombre durante la penetración, pero le es “por el contrario, imposible lamerlos”, por lo tanto “la intervención de otra mujer es indispensable”. Le siguen largas y rigurosas explicaciones sexuales ¡Pobre Houellebecq! Víctima del director, de sus compañeras sexuales, de su abogado y de los periodistas descriptos como “puercos”.
No le podemos negar a Houellebecq el ímpetu con el que asume una posición ideológica que implica pensar por él mismo y aceptar las consecuencias. Pero pasar de la afirmación de “las feministas no me quieren. Tampoco me gustan, considero que han perjudicado las relaciones entre las personas, y que las feministas contemporáneas son cuarenta y siete veces peores que sus mayores” para luego compararse con una mujer violada (“Con la idea de que estas imágenes pudieran ser difundidas contra mi voluntad, sentí, por primera vez, algo que me parecía similar a lo que describen las mujeres víctimas de violación”), es el triste epílogo de una reflexión tan grotesca como obscena.
El 28 de marzo, el Tribunal de Ámsterdam rechazó una petición del escritor en la que pedía que se prohibiera la difusión de la película Kirac 27 que, según él, atenta contra su honor y su vida privada, así como contra la de su esposa, Qianyum Lysis Li. El juez holandés, rechazó la idea de que el autor estuviera demasiado borracho y deprimido en el momento de firmar un contrato previo al rodaje. Durante la filmación, que habría durado seis días entre Ámsterdam y París, según Stefan Ruitenbeek (el director de la pelicula porno Kirac 27), el contrato que firmó evocaba la posibilidad de que la obra incluyera, o no, “contenidos explícitos”. La justicia francesa, que se considera incompetente, rechazó en febrero el pedido del escritor de que se prohibiera la película. Los tribunales holandeses le permitieron ver la película antes de su difusión.
Las dos partes divergen radicalmente en cuanto al origen de la película. El holandés afirmó públicamente que fue la esposa de Michel Houellebecq quien le pidió “ayudar” a su marido a transformarlo en “estrella porno”. En el libro, el escritor se ocupa de mantener al tanto a los lectores de las aventuras sexuales que planifica junto a su mujer. Como cuando relata la organización para su luna de miel de una suerte de festín neocolonial en Marruecos junto a jóvenes prostitutas. Le dedica unas cuantas líneas a lamentar que haya tenido que ser cancelado debido a una amenaza terrorista.
La sociedad francesa de los años 2000 eligió a Houellebecq como su figura literaria central. Aunque debatido y, a veces, insultado, su reinado se mantiene desde la publicación de su novela Las partículas elementales, en 1998. Durante años Houellebecq logró seducir tanto a la derecha con su pesimismo y antiprogresismo, como a la izquierda, dispuesta a celebrar cualquier cosa que pudiera escandalizar a la burguesía, como la pornografía. Su prosa sombría y nihilista expresaba el espíritu mismo de la época, el de una población urbana y occidental apartada de cualquier ideal.
Pero esta trama de película porno se parece a una espectacular cortina de humo, donde el sexo tiende a hacernos olvidar una realidad mucho más descarada: el discurso político extremadamente peligroso de Michel Houellebecq. Durante años su imagen de escritor inconformista y antimoderno logró desviar nuestra atención, escondiéndose detrás de la difusa distinción entre el hombre, el escritor y sus personajes. Sin embargo, hoy en día nos preguntamos si en el caso de Houellebecq, estas tres entidades no forman una sola y única realidad.
Michel Houellebecq es una estrella literaria. O sea un autor muy leído y, a la vez, conocido por aquellos que no lo leen. Cada uno de sus libros explora las endemias del mundo occidental: la desorientacion masculina, el islamismo, la pornografía, el turismo y la miseria sexual, la clonación, la eutanasia, la mercantilización del arte, el hiperindividualismo capitalista, el consumo. En muchas de sus novelas aborda estos temas con alegorías, ironía y humor. Hasta hace un tiempo no nos preguntábamos si el autor adhería de verdad a lo que escribía. El placer de la lectura estaba ahí, en ese modo de retratar el vacío de una época.
¿Sigue siendo así en la actualidad? Nada más incierto.
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