Nunca será suficiente lo que se pueda decir sobre Dorothy Parker, una versátil autora cuya obra consiguió a pulso ubicarse en un lugar preponderante entre los autores estadounidenses de la primera mitad del siglo XX. Como novelista fue brillante, pero como cuentista, en extremo atinada, logró su sitio definitivo. Si alguien consiguió reunir en las páginas la esencia de lo femenino, con todas sus miserias y esplendores, mientras hacía un registro inconsciente de su época y de su sociedad, esa fue la escritora norteamericana.
Nacida en Nueva Jersey, en 1893, desde muy joven empezó a escribir. Asentada en Nueva York, colaboró con revistas como Vogue, Vanity Fair y The New Yorker. En cada uno de sus textos, supo ser testigo y juez de las costumbres burguesas de su tiempo.
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En la mayoría de sus cuentos, quienes protagonizan las historias son mujeres que se pierden a sí mismas, presas de amores tóxicos que las consumen, que se empeñan en hacerles creer que el deseo es eterno; de hombres que se aprovechan de sus fragilidades para seducirlas, dejándolas, en la mayoría de las ocasiones, heridas de muerte.
El escenario es siempre, o casi siempre, Nueva York, y en sus calles aparecen caminando presurosos los hombres y las mujeres, buscando el amor, aunque cueste caro.
Con buen tino, Parker acompaña a los lectores en cada pasaje, cuando las luces del último bar se apagan y no hay más copas que vaciar, y solo queda la voz de una escritora que, hablando de sí misma, consiguió hablar por toda una generación.
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Sus cuentos, si bien contienen una gran carga feminista, no fueron un alegato. Su prosa da cuenta de una mirada inteligente y cínica respecto al mundo de la mujer, ese que la habitaba a ella y que, de alguna forma, más de medio siglo después continúa habitando a tantas.
La mayoría de sus obras se caracterizaron, en su tiempo y aún hoy, por el magnífico uso que supo hacer del humor negro y las constantes afinadas críticas que emprendió ante su época y su sociedad. Durante varios años, el trabajo de Dorothy Parker fue infravalorado, pero para suerte de los lectores, y gracias a la iniciativas de unos pocos, hoy es considerada como una autora de culto. Alguna vez escribió: “Lo primero que hago por las mañanas es lavarme los dientes y afilar la lengua”.
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Abanderada de los derechos civiles, tras su muerte, a la edad de 73 años, le dejó toda su herencia a Martin Luther King, pidió ser incinerada y dejó instrucciones sobre lo que debía decir su epitafio: “Excuse My Dust”, es español, “Perdonen el polvo”.
Parker murió de un ataque al corazón, en junio de 1967, en compañía de su perro y rodeada por varias botellas de alcohol. Había intentado suicidarse dos veces.
Decía un sabio que las apariencias engañan, pero podríamos asegurar que lo que en realidad engaña son las expectativas, las ganas de ver y vivir lo que nuestro deseo ha dibujado, sin tener en cuenta la realidad. De ahí que a menudo acabemos Colgando de un hilo, como el título de una de sus mejores compilaciones de cuentos en español, esperando en vano una llamada que nunca llegará.
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