“En María Kodama estuvo la literatura”: recuerdos íntimos de la amiga que acompañó a la viuda de Borges hasta la muerte

Claudia Farías Gómez estudió la lengua japonesa y la cultura mongol junto a la albacea del máximo escritor argentino. Juntas publicaron “La divisa punzó”, un libro centrado en Juan Manuel de Rosas. En una conferencia evocó las características principales de una “samurái”.

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María Kodama murió en marzo de este año. Era la albacea de la obra del escritor más importante de la Argentina.
María Kodama murió en marzo de este año. Era la albacea de la obra del escritor más importante de la Argentina.

Fueron amigas, fueron compañeras de estudio y fueron también co-autoras de un libro. El día que María Kodama murió, Claudia Farías Gómez estaba cerca suyo, como durante los últimos difíciles meses. Fue Farías Gómez quien, en esas primeras horas y en los días que siguieron, insistió con una figura teñida de las raíces japonesas que Kodama llevaba consigo: la viuda de Borges había defendido la obra del máximo escritor argentino “como un samurái”.

En 2022, Kodama y Farías Gómez publicaron y presentaron juntas La divisa punzó, un libro que revisa la ubicación histórica de la figura de Juan Manuel de Rosas a través de documentación poco estudiada o incluso inédita. Profundizaron juntas el conocimiento de la lengua japonesa y también de la cultura mongol, que según Kodama era parte de su árbol genealógico.

En los últimos días, Farías Gómez, que además de todo eso es abogada, dictó la conferencia Borges y Kodama, dos vidas literarias en la Universidad del Salvador. Fue una de las formas en la que recordó a la viuda del máximo autor argentino desde su muerte, ocurrida el pasado 26 de marzo.

A continuación, Infobae Leamos reproduce entera la conferencia.

Borges y Kodama

Jorge Luis Borges describió a María Kodama como poseedora de tres atributos; la “inteligencia, la intuición y el don de la Literatura”. Tal vez a María le hubiera gustado invertir esos términos, y poner primero a la intuición, vía de conocimiento y de aproximación al mundo en la que confiaba especialmente. La inteligencia y el don de la literatura acompañaron y fueron la clave y cifra de su singular cosmovisión y carácter.

Una de todas las imágenes que Borges y Kodama compartieron en su libro "Atlas", que compila algunos de sus viajes.
Una de todas las imágenes que Borges y Kodama compartieron en su libro "Atlas", que compila algunos de sus viajes.

Borges aludió sesgadamente, según su estilo, a María en los libros que le dedicó; en el poema “La luna”, también dedicado a ella, “eterna Selenófila ( si se me permite el neologismo)”, en la tácita dedicatoria de “Ulrica”. En sus páginas está también María como gran lectora de los clásicos, como ciudadana del mundo, viajera incansable que no se sentía extranjera en ningún lugar, exploradora de países, ciudades y paisajes, así como de mundos imaginarios y misteriosos.

Entre todas las citas posibles, elijo, como ejemplo de esos mundos internos y externos que recorrieron juntos, la inscripción preliminar de Historia de la noche, ya que en esa María juvenil a la que Borges dedica el libro, encuentro una cifra y clave de esa María final que conocí.

“Por los mares azules de los atlas y por los grandes mares azules del mundo. Por el Támesis, por el Ródano y por el Arno. Por las raíces de un lenguaje de hierro. Por una pira sobre un promontorio del Báltico, helmun behongen. Por los noruegos que atraviesan el claro río en alto los escudos. Por una nave noruega, que mis ojos no vieron. Por una vieja piedra de Althing. Por una curiosa isla de cisnes. Por un gato de Manhattan. Por Kim y por su lama escalando las rodillas de la montaña. Por el pecado de soberbia del samurái. Por el Paraíso en un muro. Por el acorde que no hemos oído, por los versos que no nos encontraron (su número es el número de la arena). Por la memoria de Leonor Acevedo. Por Venecia de cristal y crepúsculo.

Por la que usted será; por la que acaso no entenderé,

Por todas estas cosas dispares, que son tal vez, como presentía Spinoza, meras figuraciones y facetas de una sola cosa infinita, le dedico a usted este libro, María Kodama”.

Al ser el tema que nos convoca las vidas literarias de Borges y Kodama, procuraré avanzar por esa línea, considerando, las obras que escribieron juntos.

Farías Gómez brindó su conferencia sobre María Kodama en la USAL. Es abogada y fue amiga íntima de la albacea de Borges. (Franco Fafasuli)
Farías Gómez brindó su conferencia sobre María Kodama en la USAL. Es abogada y fue amiga íntima de la albacea de Borges. (Franco Fafasuli)

En primer lugar, la Breve Antología de la Literatura Anglosajona (Borges, 1979). En el estudio del anglosajón está también la clave del encuentro entre los dos. Esta literatura, producida por Hombres provenientes del Mar del Norte o del Báltico entre los siglos VII y XI, que hablaban un idioma intermedio entre las lenguas germánicas occidentales y los diversos dialectos escandinavos, el anglosajón o inglés antiguo, caracterizado por tener tres géneros gramaticales y porque tanto los sustantivos como los adjetivos declinaban. También contaba con numerosas palabras compuestas. Vemos en todo esto una gran familiaridad con el latín y con la lengua alemana.

En esta lengua, la poesía desconocía la rima y no constaba de un número determinado de sílabas. En cada línea, el acento caía sobre tres palabras que empezaban con el mismo fonema. A este artificio se lo conoce como aliteración. Como ejemplo podemos ver la siguiente línea:

Wael spere windan on tha wikingas

(Arrojar la lanza de la destrucción contra los vikingos)

Al reiterarse los temas de la épica y resultar problemático encontrar palabras que aliteraran, los poetas comenzaron a usar palabras compuestas. Con el tiempo, se vio que tales perífrasis podían ser metáforas y se dijo “camino de la ballena o camino del cisne” en vez de mar y “encuentro de lanzas o encuentro de iras” en lugar de batalla.

Esta literatura anglosajona fue clasificada en pagana y cristiana por algunos estudiosos, aunque Borges y Kodama preferían la clasificación en dos grupos. Uno perteneciente a un estilo poético compuesto en Inglaterra, pero que pertenece a la común estirpe germánica, y un segundo grupo más insular, llamado de las elegías, en el que se despliega la nostalgia, la soledad y la pasión por el mar, típicas de Inglaterra.

María Kodama y Claudia Farías Gómez juntas, en entrevista con Infobae, cuando publicaron "La divisa punzó".
María Kodama y Claudia Farías Gómez juntas, en entrevista con Infobae, cuando publicaron "La divisa punzó".

En la Breve Antología, ellos seleccionaron fragmentos de la antigua saga de Beowulf y de El Combate de Finnsburh, pertenecientes al primer grupo, y algunas elegías pertenecientes al segundo, siguiendo un criterio libre de selección, acorde a la concepción que tenían sobre el lector. En esta antología, son especialmente interesantes las notas escritas al pie de cada fragmento.

En la línea de los estudios y traducciones que constituyeron parte esencial de su relación, abordaron otro tema muy interesante, relacionado a la literatura de Islandia, íntimamente relacionada por razones históricas y lingüísticas con la anterior. En este sentido, emprendieron la traducción de La alucinación de Gylfi, de Snorri Sturluson, autor de la Edda Menor, en contraposición a la llamada Edda mayor (Edda es arte poética) que estaba compuesta por 35 poemas escritos entre los siglos IX y XIII en Noruega, Islandia y Groenlandia.

Estas composiciones de la Edda Mayor tratan de dioses y de héroes. Como ejemplo, la primera composición de la Edda es la Voluspa, que significa la Profecía o visión de la Sibila. En ella, el Dios Odin, interroga a una Sibila sobre el destino de los dioses.

“La sibila empieza por recordar un tiempo anterior a la arena, anterior al mar, anterior a la tierra, al cielo superior, al pasto. Ya existe el sol, pero no sabe dónde queda su casa, las estrellas ignoran sus caminos, la luna no sabe su poder”.

Diez cantos de la Edda mayor configuran una larga y trágica historia que abarca dilatadas regiones y envuelve a muchas generaciones humanas. Inspiradas en esos antiguos cantos, ya llegado el siglo XIII un escritor noruego produjo la Völsunga Saga, (Saga, proviene de Sagen, decir en alemán, tomó su nombre de los relatos orales que se repetían entre los aristócratas narrando la historia de antiguos héroes) que también será un nexo de unión para Borges y María, ya que ella puso en su estela funeraria en Ginebra dos inscripciones. De un lado, un grupo de guerreros, con sus espadas rotas, que aun así continúan luchando, junto a una inscripción de La batalla de Maldon.

“and me forhtedon má”

(“Y que no temieran”)

Hector Bianciotti, Maria Kodama y Aurora Bernardez en el entierro de Borges (Ginebra, Plainpalais, junio de 1986)
Hector Bianciotti, Maria Kodama y Aurora Bernardez en el entierro de Borges (Ginebra, Plainpalais, junio de 1986)

Del otro lado, está esculpida una nave vikinga con la proa hacia el este y con la inscripción, cita de la Völsunga Saga (Borges usó esta frase como epígrafe de su cuento “Ulrica”; de El Libro de arena):

“Hann tekr sverthit Gram ok leggr i metal theira bert”

(Él tomó su espada Gram, y colocó el metal desnudo entre los dos)

Borges y María emprendieron juntos la traducción de la primera parte de la Edda menor, escrita en el S XIII por Snorri Sturluson, llamada La alucinación de Gylfi, que relata la historia de un rey de Suecia, experto en el arte de la Magia, que tomando la forma de un anciano, se dirige a la morada de los dioses, de quienes oye la historia del principio y del fin del mundo. Pero luego de toda una exposición sobre mitología, tanto el castillo como los dioses se desvanecen, y el rey se encuentra sólo en el campo. El relato termina de modo paradojal, ya que puede interpretarse que los dioses han engañado al rey, o que ellos mismos son un engaño de la alucinación de Gylfi, o un engaño en sí mismos.

Lejos ya de las sagas nórdicas, Borges y Kodama tradujeron El libro de la Almohada de la dama Sei Shónagon (Makura no soushi), obra que junto a Genji no monogatori constituyen las grandes obras de la literatura femenina de Japón correspondientes al período Heian, en que la familia imperial y la nobleza crearon una elegante y exquisita cultura. Estas obras, están escritas en el siglo X por mujeres. La autora fue durante varios años dama de honor de la consorte mayor del emperador Ichijó llamada Sadako o Teishi. Este cargo exigía muchos conocimientos y habilidades, que debían ser transmitidas a la consorte real, entre ellas la transmisión de historias y acontecimientos que pudieran servir para completar su educación.

En este período, se consideraban cualidades aristocráticas ser instruido en artes musicales, ostentar una hermosa caligrafía y poseer un profundo dominio del género poético nacional, waka, así como de los Kanji|s, ideogramas chinos. Inspirada en esos años de servicio, Sei Shónagan creó su Makura no Souji, reflejando la vida cotidiana de la corte y sus remembranzas.

Borges y Kodama juntos en París.
Borges y Kodama juntos en París.

Pasado el tiempo, escribirían en conjunto Atlas, (1984) en el que combinan textos e imágenes, como testimonio de los innumerables viajes realizados por los dos. María Kodama y yo hemos compartido con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas. Estas páginas querrían ser momentos de esa larga aventura que prosigue” (Borges, 1979).

Kodama por Kodama

María Kodama es, desde el punto de vista literario individual, un ejemplo de escritora casi inédita, ya que pensaba que la publicación no era parte esencial del destino de un escritor, tal como lo consideró el propio Borges. Su ejercicio literario era un acto meditativo y profundo, privado, constitutivo de su singular naturaleza.

Su volumen de Relatos, que publicó en 2017, consta de cuatro cuentos largos. En ellos, podemos apreciar la singular composición de los personajes que se desplazan entre lo real y lo onírico hasta borrar las fronteras que separan ambos mundos, en una geografía difusa y engañosa. Seres humanos que están siempre solos, determinados por su interioridad que los protege de un mundo hostil en el que no encuentran con facilidad almas afines, y en la que esa misma soledad silenciosa, les ayudará a encontrar una clave de su destino. El silencio interior como vía de acceso a la verdad buscada es un tópico que se repite en estos y en otros relatos inéditos que María me leyó.

En el relato “John Hawkwood”, inspirado en el mercenario inglés del siglo XIV al que Borges se refiere en la Inscripción inicial de Los Conjurados, libro también dedicado a María, leemos con relación al tema de la soledad:

“Thor humedece la mano en el agua, la levanta a la altura de su rostro y le dice en voz muy baja: Detente, antes que la brisa del amanecer seque mí mano tendrá que ponerse de pie solo. Así sabremos si es un buen caballo. Para los animales y para los hombres esta es la ley. Solo, John Hawkwood. Recuérdalo”.

En el cuento “El Dinosaurio”, el hallazgo del investigador que procura demostrar la existencia de los dinosaurios pendactálicos en el macizo de la Europa central, para llegar al final a identificarse con el último dinosaurio ya que él es el último hombre sobre la tierra, muestra a esos seres frente a la soledad del universo y la vanagloria de la razón.

“El demostraría la existencia de los dinosaurios pendactálicos en las Agujas Rojas, en el macizo de Europa Central. El demostraría que en esa zona habían existido, milenios antes de la aparición del hombre en la Tierra, una vegetación y un clima tropicales. El demostraría… Sonrió. Todo el andamiaje de la razón y de la inteligencia para sustentar algo que no quería reconocer, pero que hacía al hombre definitivamente superior y patético: ¡soñar!”.

Estudiaron juntos las lenguas anglosajonas y escandinavas, y también la literatura de esas regiones.
Estudiaron juntos las lenguas anglosajonas y escandinavas, y también la literatura de esas regiones.

En el relato “Leonor”, una niña se evade en su retracción autista de un mundo adverso, en el que descubre la deslealtad y la mentira para refugiarse en mundos fantásticos y en las constelaciones hacia las que pretende dirigirse. En ese relato, el médico encargado de traerla hacia la cordura, piensa:

“Las manos siempre en la misma posición, descansando sobre la falda. ¿Qué había desatado en ella su enfermedad? Quizá buscar una causa fuera sólo un error de la lógica. Le tocaba a él desbrozar el terreno, llegar a la raíz, rescatar la verdad. ¡Dios! ¿Qué verdad, la de la cordura o la que regía del otro lado de la frontera? Esa tierra que imaginaba a veces habitada desde el principio del mundo por una raza de seres poseedores de otra realidad más compleja y perfecta”.

Del mismo modo en el otro relato que compone el volumen, “La sentencia”, el guerrero que se ha probado a sí mismo y a otros su enorme valor, que ha atravesado pruebas, que ha derrotado el miedo, al igual que los personajes de los otros cuentos, teniendo siempre como vía de acceso a esa victoria interna el silencio, es derrotado por sus propias palabras soberbias que signan la sentencia del diablo.

“Abre los brazos lentamente y dice: “No hay valor. No hay cobardía, aunque ambos conviven en uno. Yo los vencí, yo pude… Sus palabras soberbias se extienden a lo largo de la playa. Golpean el rostro de los monjes, tapan el insistente mar a sus espaldas, tratan de llegar más allá, a los cerezos entrevistos del templo, hasta allí, donde lo aguarda su paz. A través de sus palabras, Emma-HO, el que decide el destino en el infierno, entró en él y se apoderó de su alma”.

Borges por Kodama

En 2016, al cumplirse 30 años de la muerte, María publica su Homenaje a Borges, en el que reúne veinte conferencias dictadas a lo largo y ancho del mundo. Este volumen es muy interesante, porque entre los grandes temas borgeanos María intercala recuerdos personales. Pongo como ejemplo una de las conferencias titulada “La memoria de Borges”. En la introducción, María dice que cuando le piden que hable sobre ese tema, piensa en las posibilidades:

“¿Qué memoria?, ¿la de él?, ¿la de él en nosotros? ¿La de él en sus lectores, en esa otra forma de memoria que es su obra?, ¿la de él en mí, que fui su discípula, su amiga, su mujer?”.

Algunos de los sobrinos de Kodama que se presentaron ante la justicia como herederos forzosos presenciaron la conferencia dictada por Farías Gómez en la USAL. (Franco Fafasuli)
Algunos de los sobrinos de Kodama que se presentaron ante la justicia como herederos forzosos presenciaron la conferencia dictada por Farías Gómez en la USAL. (Franco Fafasuli)

Más adelante, dentro de esta misma conferencia, despliega un recuerdo particularmente interesante:

“Ahí pude comprobar su asombrosa memoria, capaz de recordar citas, poemas o casi la exacta página donde estaban los datos que buscaba para alguna conferencia o para algún cuento, luego de años y años de haberlo leído por primera vez. Desde los comienzos de 1960, mi memoria guarda como un palimpsesto el emocionado testimonio del nacimiento y desarrollo de su creación literaria. Lo recuerdo, cerrados los ojos, como si la barrera de su ceguera, que lo alejaba de toda distracción que no fuera la de su pensamiento, no fuera suficiente y necesitara apretar los párpados, para que ni siquiera el pensamiento de tener los ojos abiertos, pudiera distraerlo.

Así. Sumergido en esa doble oscuridad, la musa o el espíritu, emitiendo lentamente una sucesión de imágenes y de ideas que como el Aleph fuese dando forma a lo que todavía era ignorado por él. Luego, lentamente, se impondría la forma, eso sería un cuento o un poema. Cuando su mano se alzaba y marcaba una sílaba en el aire, yo desde mi silencio sabía que comenzaría a dictarme un poema.

Cómo transmitirles ese instante, ese instante que, como el proceso anterior, no me era ajeno emocionalmente. Creo que nadie puede ser mero espectador de un proceso de creación, sobre todo de alguien que, como Borges, emanaba una fuerza muy especial, por la que una se sentía arrastrada”.

Kodama y yo

Como en “El jardín de senderos que se bifurcan”, doblando siempre a la izquierda, llego, como estación final, al libro que escribimos juntas, y que cobra, en el contexto de la trayectoria de María Kodama, y en el de nuestra amistad, una especial extrañeza.

Durante muchos años, sostuvimos con María largos diálogos sobre los temas más diversos; viajes, libros, experiencias. Juntas estudiamos y leímos: la lengua de Japón, el Hiragana, el katakana y los Kanjis, cuyo análisis nos ocupó hasta sus últimos días, la Historia japonesa del período Heian; el mundo flotante, Ukiyou, del período Edo, (Edo es el antiguo nombre de Tokio), Literatura rusa, mientras yo tomaba clases de ese idioma María me pedía que le leyera en voz alta, sin traducir algunos fragmentos de los clásicos; La Ilíada, , las Tragedias Griegas, la Ruta de la Seda, Meister Ekhart, San Agustín… infinitos temas.

En todos esos años, nunca habíamos conversado sobre la Historia de nuestro país. Siempre supuse que a ella no le interesaba ese tema con el que yo tenía una familiaridad por mi largo arraigo patrio. Sin embargo, al salir un día el tema del encuentro de Alberdi con Rosas en Inglaterra, un enorme abanico se abrió para nosotras. Allí reveló un gran interés por los caudillos federales, la dicotomía civilización y barbarie, y, especialmente, por la figura de Rosas.

"Estaba apurada por terminarlo", dice Farías Gómez sobre la actitud de Kodama respecto de "La divisa punzó".
"Estaba apurada por terminarlo", dice Farías Gómez sobre la actitud de Kodama respecto de "La divisa punzó".

Tal y como había sucedido en otras ocasiones, comenzamos a debatir, generalmente diferíamos casi acerca de todos los temas. En esos días, mi hermano me regaló el libro de Adolfo Saldías Historia de la Confederación Argentina, que a su vez él había recibido como herencia de un tío abuelo nuestro, del que me contó que era un gran admirador de Rosas y tenía una gran biblioteca sobre el tema. Me llamó mucho la atención ese dato, ya que no relacionaba a ese personaje con este tema, del mismo modo que no relacionaba a María.

Cuando le conté la anécdota, ella vio en eso la voz de Ker, el destino, y me dijo que podríamos escribir algo al respecto. Pasado el tiempo, pandemia mediante, seguimos estudiando y leyendo por teléfono, hasta que con todo el material recopilado María que, como ya dije, era muy reticente a publicar, me propuso hacer un libro que se llamaría La Divisa Punzó.

Confieso que al principio no me gustó mucho el proyecto, por varias razones, pero ella se mostró muy insistente y tenía mucho apuro por terminar y publicarlo, aunque el editor nos propuso presentarlo en la Feria del Libro, María me dijo que teníamos que hacerlo en noviembre o diciembre. No más allá de esa fecha. Fue imposible convencerla de lo contrario.

Ahora, celebro que pudiéramos hacerlo, porque todo lo que el libro nos deparó significó para ella una gran alegría y satisfacción, disfrutamos de su elaboración, de su presentación, sufrimos las infinitas correcciones. Recuerdo que le conté a María el sufrimiento que me produjo cuando vi que le habían cambiado el tamaño y la letra del escrito original, y que sufrí el proceso posterior, cuando el libro ya no era tan nuestro...

Ella con calma me dijo:

-Bueno, pensemos en lo mucho que disfrutamos estudiando y escribiendo. Esto es parte del juego para publicar...

Nuestro libro fue concebido como una larga conversación, como un diálogo en el que expusimos tesis y antítesis, documentos, y procuramos un tratamiento directo del tema, con las fuentes, con las contradicciones y claroscuros, para compartir con los lectores esa larga conversación sobre la historia, sobre un momento crucial de nuestra historia, que sigue siendo, como Cicerón la concibió, Magistra vitae. Maestra de la vida.

Terminadas las correcciones del libro, María me dijo: “Ahora, vamos a escribir sobre La Historia secreta de los Mongoles. Tenemos que apurarnos”. Trajimos ese libro de Ulán Baatar, Mongolia. Fue escrito en el siglo XII y llamado La Ilíada de los Nómades de las estepas asiáticas. Trabajamos en eso hasta el final con entusiasmo. Pensando en seguir estudiando nos despedimos.

Así, podemos decir que en esta María final, mi amiga, tal como en la María juvenil de la que nos habla Borges, estuvo la Literatura.

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