#NiUnaMenos: la dictadura las empujó al exilio y el feminismo las rescató

Tuvieron que irse de la Argentina y se descubrieron militantes de las cuestiones de género del otro lado del mar. El libro “Yo me hice feminista en el exilio”, de la periodista Gabriela Saidon, reúne esas experiencias.

Tununa Mercado, Susana Sanz, Susana Gamba y Dora Barrancos: sus historias son parte de "Yo me hice feminista en el exilio".

En el espacio “Cómo lo escribí” de Infobae Leamos, autores y autoras cuentan el detrás de escena de sus libros. Por qué eligieron los temas o historias que terminaron en sus páginas, qué revelaciones aparecieron en el proceso de escritura, qué sensaciones hubo a medida que ese proceso ocurría.

Esta vez, la escritora y periodista Gabriela Saidon es quien cuenta en primera persona la “cocina” del libro que escribió para integrar la colección feminista Mira cómo nos leemos, de Bajalibros. En este 3 de junio, octavo aniversario de la primera convocatoria #NiUnaMenos, y para reflexionar sobre los repetidos y lamentables motivos que sacan a las mujeres a marchar a las calles, la periodista explica cuál fue el puntapié que la llevó a escribir Yo me hice feminista en el exilio.

Una obra que estaba destinada a ser una ponencia en el Centro Cultural Haroldo Conti, que funciona donde funcionaba el centro clandestino de detención de la ESMA, no cumplió ese destino pero se convirtió en un libro que recopila historias de mujeres exiliadas que descubrieron que el feminismo podía contenerlas cuando ya se habían tenido que alejar de la Argentina.

De esas historias se ocupa Saidon, que descubrió su propio feminismo durante la lucha de las mujeres y las disidencias para que el Congreso sancionara la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo.

Cómo escribí “Yo me hice feminista en el exilio”

Un año: 2018. Un mes: junio. Un tema: el aborto. Se militaba en las calles, se debatía en asambleas, en el recinto parlamentario. Se aprobaba la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo en Diputados (que el Senado iba a desaprobar). Florecían pañuelos verdes que anidaban esos otros pañuelos blancos, de las Madres. La lucha era intergeneracional. Se hablaría de la revolución de las pibas, se cantaba: “Somos las nietas de las brujas que no pudieron quemar”.

Eran otras las hogueras que ardían; otros, los calderos en que se cocinaban nuestros sueños; otros, los aquelarres. Y en el medio de todo eso, me puse a escuchar a las referentas. Esas mujeres que habían entrado al feminismo por la puerta del destierro, de ese estar afuera obligado. Por ser de izquierda. Por esas otras militancias, las setentistas en dictaduras, y una breve primavera democrática que en realidad empezó en un otoño de hojas ensangrentadas. Otro otoño transcurría. Otra democracia ya instalada. Daba para escuchar esas voces.

Las escuché, tal vez, porque mi oído estaba encendido en esa dirección. O vaya a saber. ¿Pudo haber sido casualidad? ¿Existen las casualidades, los alineamientos de planetas? ¿Fueron las condiciones de la escucha o de la palabra habilitada las que me trajeron la frase repetida por distintas mujeres militantes que habían tenido (y habían podido) salvar la vida cruzando charcos? No sé.

Lo cierto es que pasó. Las escuché, y también las leí. La frase, repetida como mantra, fue: “Yo me hice feminista en el exilio”. Era beauvoriana, sin duda (hacerse, no ser; construirse, contra la idea de esencia). Y el exilio: ese no lugar salvador. No era yo la que hablaba: otras hablarían a través de mi escritura. Porque soy feminista tardía: yo me hice feminista en el aborto.

Gabriela Saidon descubrió su propio feminismo durante las manifestaciones en favor del aborto legal.

Fue en ese contexto movilizador (además, acababa de divorciarme después de 25 años de matrimonio, y el feminismo tocaba a mi puerta hasta derribarla; si no, no me habría separado), cuando surgió la idea. En junio de 2018 llegó a mi casilla de mail una invitación a participar con una ponencia en una mesa: “De cuerpos potentes a cuerpos victimizados. Mujeres y política en los años setenta”, coordinada por María Sonderéguer y Miranda Cassino, que sería parte de un Seminario de Políticas de la Memoria, en el Centro Cultural Haroldo Conti, en la ex ESMA. Otro planeta se alineaba.

Hasta ese momento, era una idea vaga que rondaba en mis oídos. Ahora iba a tomar cuerpo. Mi propuesta: entrevistar a cuatro mujeres a quienes había escuchado pronunciar la frase mágica, a mi criterio tan connotada. Tan condensada. Ellas eran la escritora Tununa Mercado (dos veces exiliada, en París y en México); la académica Dora Barrancos con su exilio tardío en Brasil; las Susanas militantes: Gamba y Sanz (España y México, respectivamente). Lo habían dicho en público o en privado, en voz baja o alta. Ese mismísimo año de 2018. Y mi pregunta: ¿Por qué entonces? ¿Por qué no antes? Cuáles eran las condiciones que habilitaban esa frase. Por qué el aborto abría esa puerta.

De eso se trató: de entrevistarlas y de escribir sobre ellas para esa ponencia. Entonces tuve las respuestas que (no) esperaba. No voy a espoilearlas, por supuesto, aquí. Porque el derrotero del trabajo siguió, hasta convertirse en libro.

Cuando llegó octubre, mes de la ponencia en la ex ESMA, salió una beca a la que me había postulado para viajar a Perú. El objetivo era investigar para un libro sobre la ucronía belgraniana, que había propuesto una monarquía para América con un rey inca y sede en el Cusco. La fecha del viaje coincidió con la de la ponencia que, por lo tanto, no pudo ser leída y quedó muda, silenciosa, en compás de espera.

Hasta que, un año después, Patricia Kolesnicov me preguntó si tenía algún libro posible para formar parte de una nueva colección feminista en Bajalibros: Mirá como nos leemos, en línea con la frase “Mirá cómo nos ponemos”, con la que el colectivo de Actrices Argentinas aludía y parafraseaba la famosa frase de Juan Darthés (“Mirá cómo me ponés”), acusado de violar a Thelma Fardin, caso que en 2019 fue la lucha central de los feminismos en la Argentina. Dije: claro que sí. Tengo un libro. Se llama “Yome hice feminista en el exilio”. Y ahí empezamos a trabajar usando la ponencia como base, allanando el texto, por decirlo de algún modo, haciéndolo más comprensible para un público no académico, amplio.

Hoy releo la ponencia y el libro, y me sorprendo una vez más de cómo se fraguan los textos, o también, los vínculos, las movidas, las mareas. Cómo ya no hablamos de olas, ni de feminismo en singular. Cómo nos pensamos de maneras diferentes. Cómo crecemos. Cómo la absolución de Juan Darthés por parte de la justicia patriarcal no significa inocencia.

Pañuelazos en el Congreso, una de las manifestaciones feministas más frecuentes. Foto: Osvaldo Fantón/Télam/AA

Cómo, en un contexto de retrocesos y embates de la extrema derecha al movimiento feminista, con amenazas incluso al aborto que supimos conseguir, femicidios que no paran y precarización laboral que avanza, a cinco años de la aprobación de Diputados a la ley IVE, a dos años y medio de su reglamentación y entrada en vigencia, y a la luz de un nuevo aniversario del NiUnaMenos, este 3J de 2023 permite revisar la historia que se precipitó, pandemia mediante.

Reviso lo escrito (entonces, y aquí), y revuelvo el último cajón de mi placard, donde atesoro dos pañuelos verdes y un barbijo, también verde, el que usé en una de las lecturas con escritoras en 2020, cuando el Senado finalmente aprobó la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo. Eso que unificaba a las feministas del exilio, a las del insilio, a las pibas, Madres, Abuelas, Hijes y Nietes. A mí, que me hice feminista en el aborto.

Quién es Gabriela Saidon

♦ Nació en Buenos Aires en 1961.

♦ Es licenciada en Letras, escritora y periodista.

♦ Entre sus libros se cuentan La montonera. Biografía de Norma Arrostito, Memorias de una chica normal (tirando a rockera), Yo me hice feminista en el exilio y La farsa. Los 48 días previos al golpe.

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