“A los cementerios judíos / se entra por un lado / y se sale por otro. / Si venía la vida por un camino / ahora toma un desvío”, escribe la joven poeta argentina Daniela Ema Aguinsky en su nuevo libro, Aieka.
En 2021, la autora ganó el Segundo Premio Nacional de Poesía Storni por su debut Terapia con animales pero prefirió no descansar en los laureles y, desde entonces, ha publicado Amante japonés, editado por Eloísa Cartonera, y ahora este, publicado por Paisanita Editora, cuyo título se traduce del hebreo como “¿Dónde estás?”.
“La pregunta que Dios le hace a Adán. La primera vez que Dios habla. Y no porque no sepa dónde está el hombre, es para que el hombre se pregunte y decida dónde está”, cuenta sobre su significado la poeta en la contratapa, que puede leerse como un epílogo o una conclusión (sabia decisión de la editorial la de poner ese texto al final y no al comienzo, como se estila hoy en día en poesía, donde prólogos muchas veces innecesarios conducen la lectura y fuerzan al lector por un camino que se contradice con la curiosidad a ciegas que tan bien le sienta a este género).
Como en sus libros anteriores, Aguinsky logra en Aieka insuflar la poesía de humor para arrebatarle su vetusta solemnidad. ¿Puede haber humor en la muerte? ¿Se puede lidiar con la pérdida y el duelo gracias a la risa? ¿No es el humor, después de todo, otra forma de trabajar el lenguaje, una acaso tan fina, difícil y transformadora de la realidad como la poesía?
“Mi rabino decía / la vida no tiene sentido / una le da sentido a la vida. / Después murió”, escribe en uno de los poemas que recuerda a otro suyo, uno que ejemplifica a la perfección el humor poético de Aguinsky: “No seré feliz pero tengo rabino”. Y agrega en el texto final: “Uno está donde está la cabeza, decía mi rabino. ¿Dónde tengo la cabeza entonces, ahora que me quedé sin rabino, sin abuela, sin vajilla?”. ¿Qué queda de esa felicidad ahora que su fuente se secó?
La muerte permea los versos de Aieka del mismo modo que su visión del mundo -la de una mujer joven en las antípodas de la primacía patriarcal del judaísmo ortodoxo- se cuela “por los agujeritos de la mejitzá”, esa división que se hace en las sinagogas para separar hombres y mujeres. Pero, más que una serie de quejas literales, de esas que podrían agobiar a la segunda o tercera estrofa, Aguinsky toma las riendas de ese mundo desigual que denuncia y lo encausa a gusto:
“Que vengan los cabalistas / los estudiantes de Talmud / voy a desplegarme sobre la mesa, / una escritura sagrada. / Desnúdenme con cuidado / rastreen los indicios / discutan el estado original / de esta mujer borrada”.
Los poemas de Daniela Ema Aguinsky pasan por el cuerpo. Sus palabras atraviesan la carne y la usan como prisma para reflejar y amplificar su luz, no sin antes transformarla. En Aieka no hay respuestas: las preguntas traen consigo más preguntas, como si cuando Dios abandona su mutismo para cuestionar a Adán con su “¿dónde estás?”, este le respondiera: “¿estoy?”.
“Nos dejaron sueltas / en el paraíso / es resbaloso”, escribe la poeta. A ella, sin embargo, no es Dios el que le hace esa pregunta que, de todos modos, tampoco responde, aumentando como un eco en el lector esa duda que, gracias tanto al humor como a la poesía, lleva indefectiblemente al pensamiento: “La cabeza de pescado / en la mesa de Rosh Hashaná / me mira sin pestañear y pregunta / ¿Aieka?”.
Poemas de “Aieka”, de Daniela Ema Aguinsky
La foto de mi abuela el día de su casamiento
Sé que no lo deseabas
pero lo hiciste.
El buen chico judío asignado
no resultó
tan buen chico.
Pasé tu edad
no me casé con el mío.
Lo dejé ir lejos
una noche de luna
en la terraza
tomó mi mano y dijo
no me gustan las chicas
con las uñas pintadas.
Las mías
eran rojas
y dejaban marcas
en las paredes de su intestino.
A veces recuerdo al goy
de la fábrica de máquinas de coser
gritaba tu nombre
en la cueva privada de su boca.
Alegre
soprano de interiores
fósforo
en una caja húmeda
durante un corte de luz
vos empezás a irte
yo recién estoy llegando.
***
Palimpsesto
Me tiré ácido
me raspé la piel
me escribí encima.
Abajo quedaron huellas
los textos que no llegaron
al canon de mi existencia.
Que vengan los cabalistas
los estudiantes del Talmud
voy a desplegarme sobre la mesa,
una escritura sagrada.
Desnúdenme con cuidado
rastreen los indicios
discutan el estado original
de esta mujer borrada.
***
La conquista del hombre
Llegaste a mí y me llamaste amor
como Colón
cuando llegó a América y la llamó India.
Hombres de bronce
en caballos de bronce
a punto de caer
nunca se caen.
***
Las grandes poetas
tienen un sistema
la cama sin hacer
medio limón en la heladera.
***
Nos dejaron sueltas
en el paraíso
es resbaloso.
***
Mi rabino decía
la vida no tiene sentido
una le da sentido a la vida.
Después murió.
***
La cabeza de pescado
en la mesa de Rosh Hashaná
me mira sin pestañear y pregunta
Aieka?
***
A los cementerios judíos
se entra por un lado
y se sale por otro.
Si venía la vida por un camino
ahora toma un desvío.
Quién es Daniela Ema Aguinsky
♦ Nació en Buenos Aires, Argentina, en 1993.
♦ Se formó en cine, letras y periodismo.
♦ Fue redactora de Espectáculos en el diario Clarín y dirigió los cortos La guardia virtual, Huracán Berta y Mumblewhore, entre otros.
♦ En 2021 recibió el Segundo Premio Nacional de Poesía Storni por Terapia con animales, publicado en Argentina, México y España.
♦ Escribió los libros Aieka, Amante japonés y Terapia con animales, y tradujo a la poeta norteamericana Ellen Bass.
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