Oriundo de Barranquilla, Heriberto Fiorillo fue una de las figuras más importantes del periodismo colombiano reciente. Su influencia en el ámbito de la televisión y su labor como fundador del Carnaval Internacional de las Artes de Barranquilla, y de la Fundación La Cueva, con sede en la misma ciudad, le permitirán ser recordado en la posteridad.
Graduado como comunicador social y periodista de la Universidad Javeriana de Bogotá, desde que se inició en el oficio, en los primeros años de la década del setenta, el barranquillero se destacó al interior de las redacciones de El Heraldo y El Espectador, dos de los periódicos más importantes del país.
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Desde sus inicios en la década del setenta, Fiorillo se mostró como un entusiasta por su oficio, así como un apasionado por las causas culturales. Sus crónicas, reportajes y entrevistas intentaron siempre vincular sus más grandes intereses, y en ellos se mostró atinado y riguroso hasta el final de sus días.
Fueron cerca de cuatro décadas de trabajo en las que se desempeñó, además, como guionista y director de varios proyectos de cine documental; escribió varios libros de periodismo literario y fue siempre un comprometido de la promoción cultural.
Hacía tiempo que al periodista lo venía aquejando el Parkinson. Luego de algunos años teniendo que sobrellevar un malestar tras otro, finalmente, partió de este mundo en la noche del 29 de mayo.
Según sus allegados, murió tranquilo en su casa de la capital del Atlántico, el departamento colombiano bordeado por el río Magdalena.
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En los años ochenta, Fiorillo fue el productor de obras cinematográficas como Ay, Carnaval y Aroma de Muerte, que fueron bien recibidas en su momento en festivales de cine internacionales. Por aquella época, el periodista escribía constantemente sobre cine en un magazín quincenal de nombre Cine-revista.
Supo dirigir el Noticiero de las Siete y el Noticiero del Mediodía, dos de los programas periodísticos más populares en la televisión colombiana de esta época; además, fue un atinado libretista y llegó a diseñar, producir y escribir varias de las entregas de Noticias Uno, uno de los informativos de periodismo independiente con más respaldo en las últimas décadas.
Como escritor, Fiorillo supo ser siempre fiel a su pasión por la crónica y la literatura. Suyos son los títulos Arde Raúl, La Cueva, Nada es mentira, Cantar mi pena y La mejor vida que tuve, obras por las que fue reconocido en 2021 con la medalla al mérito cultural, otorgada por el Ministerio de Cultura de Colombia, que exaltó también sus aportes a la promoción cultural del teatro y las letras nacionales.
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En 2004, la Fundación La Cueva abrió sus puertas, bajo la dirección de Heriberto Fiorillo que, inspirado en aquel lugar mítico de Barranquilla en el que solían reunirse los intelectuales, él incluido, durante las décadas del 50 y 60, quiso darle a la ciudad, y al país, un espacio en el que pudieran congregarse las letras y las artes con las ganas de vivir.
Su intención era darle a la gente un poco de todo eso que él mismo había vivido de joven cuando se pasaba los días escuchándolos hablar a los miembros del llamado ‘Grupo de Barranquilla’, en el que se encontraban Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Álvaro Obregón, Enrique Grau, entre otros. Para él, esa fue una de las mejores épocas de su vida.
Su relación García Márquez fue siempre de admiración y respeto. Supo ser uno de sus amigos más cercanos. Se reconocieron mutuamente gracias a Eligio García Márquez, hermano del escritor, y Fiorillo fue de los pocos periodistas colombianos que consiguió entrevistar a Gabo en su casa de Ciudad de México, luego de haber sido galardonado por la Academia Sueca. De aquel encuentro surgió la crónica que posteriormente publicaría el periodista con la revista Cromos, el 26 de octubre de 1982, bajo el título de “Con Gabo, un día después del Nobel”.
‘Fiori’, que así lo llamaban sus amigos, fue siempre un apasionado por la palabra. Su trabajo, así como su vida, no podrán pasar desapercibidas para nadie que se declare defensor de las causas culturales y el periodismo de buena factura.
Su legado perdurará en la memoria de quienes lo conocieron y de aquellos que cada tanto entienden las magnitudes de su trabajo. Su habilidad para narrar, su liderazgo cultural y su compromiso con el desarrollo de las artes y la cultura en Colombia quedarán grabados en la historia del periodismo y la cultura del país.
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