Un 28 de mayo, pero del año 1925, diría adiós para siempre en territorio español uno de los escritores más importantes de la literatura latinoamericana, reconocido por ponerse en la tarea de romper los prejuicios más profundos de su época, lo cual lo obligaría a emigrar con parte de su familia y pasar gran parte de su vida, hasta su muerte, fuera de su país, donde desarrollaría un segmento fundamental de su obra, lo cual no evitó que se convirtiera en un reconocido representante de la cultura mexicana.
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Francisco Asís de Icaza, padre de la novelista Carmen de Icaza, tuvo especial relevancia en el mundo de las letras. Ejerció como poeta, historiador y crítico literario, todo ello sin haber pasado por la academia. Su formación tuvo lugar de la mano de su padre.
Nacido el 2 de febrero del año 1865 en ciudad de México, Francisco Asís de Icaza y Breña creció de la mano de su madre, María Breña, y de su padre, Ignacio Icaza e Iturbe, en el seno de una de las familias más reconocidas de la aristocracia del virreinato de Nueva España.
No existe constancia de que Icaza haya ingresado a la academia para su formación, la cual se le atribuye a su padre y a su maestro Ignacio Manuel Altamirano.
La juventud de Icaza no fue como las demás. Desde muy temprana edad ingresó a la carrera diplomática, gracias a la influencia de Vicente Riva Palacio, escritor y político, nombrado ministro de México en España. Francisco viajaría a ese país en función de secretario, alimentando una amistad que marcaría su vida para siempre.
A partir de ese momento decidió radicarse en el continente europeo, aunque siempre mantuvo relación con su familia y su país de origen. Una vez instalado en España, los centros literarios y las academias se convirtieron en sus lugares predilectos, y allí empezó a dictar cursos sobre la historia y la cultura de México.
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Tras la muerte de Riva Palacio en el año 1896, Icaza pasó a ser el encargado del área de Negocios; más tarde, fue nombrado plenipotenciario en Alemania y, finalmente, con el mismo cargo en España. En su haber también reposan varias condecoraciones internacionales.
En su camino como escritor, primero fue conocido como poeta, pero serían sus ensayos los que lo pondrían en la vista del público, entre ellos el “Examen de críticos”, pero también sus narrativas, como “Novelas ejemplares de Cervantes”. También fundó la Academia Mexicana de la Historia.
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El interés por la historia también se verá reflejado en sus escritos, allí saltan a la vista aspectos como la objetividad científica, la erudición que poseía y el juicio, elementos por los que sería señalado. A ello se suma su intención de romper con los prejuicios y falsedades que sus estudios le iban dictando. De la mano de la historia, también citaba a menudo las historias de vida de sus autores preferidos, entre ellos Cervantes y Lope de Vega.
Su partida de México fue definitiva con el estallido de la Revolución Mexicana, pues tuvo que partir de su territorio en condición de exiliado. También colaboró con medios como Revista Azul, El Mundo Ilustrado y El Universal en su país de origen, y en La Esfera, El Ateneo, El Imparcial, El Sol y el Boletín de la Real Academia en España.
Para España, el mexicano también fue una figura importante, pues se sabe que una calle de Madrid lleva su nombre y en Granada una placa inmortaliza uno de sus poemas más importantes, aquí un fragmento:
Dale limosna, mujer,
que no hay en la vida nada,
como la pena de ser
ciego en Granada.
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