¿Es la teoría trans el camino a un mundo mejor? ¿O más bien al revés?

Un potente cuestionamiento de ideas que en los últimos años se impusieron. La autora señala las restricciones para oponerse a las posiciones trans. Y sostiene que es un retroceso para las mujeres.

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Marcha en Madrid en 2021. Para reclamar que la ley trans fuera una realidad "ya". (EFE/Kiko Huesca)
Marcha en Madrid en 2021. Para reclamar que la ley trans fuera una realidad "ya". (EFE/Kiko Huesca)

Vivimos un momento muy parecido a aquellos años 30 y 40 del siglo pasado, donde se dio una adscripción visceral, ignorante, prejuiciosa y sin reflexión alguna a la ideología nazi, tanto por parte de muchos ciudadanos de a pie que iniciaron el amedrentamiento, la denuncia, la quema de libros y la violencia contra judíos, como de funcionarios del régimen que ciegamente, sin ni siquiera molestarse en pensar un segundo en su validez moral, empezaron a obedecer las terribles órdenes de arriba. Lo que Hanna Arendt, en su maravilloso análisis llamó “la banalidad del mal”.

¿Qué nos recuerda a aquellas adscripciones y prácticas? Pues la manera tan similar en que tantas personas e instituciones se han venido sumando a la doctrina generista queer (sexo autopercibido) y toda su cadena de concreciones de manera absolutamente ciega a la realidad, muda al diálogo, sorda a la escucha y negada al intercambio y por tanto plena de actos violentos destinados a la anulación, al amedrentamiento, al castigo, al silenciamiento de quién no piensa como ellos y, en especial, hacia las mujeres feministas.

Mujeres con mascarillas de la escritora J.K. Rowling protestan contra la aprobación definitiva de una ley que facilitará que las personas se autoidentifiquen como transexuales, frente al Parlamento español en Madrid, España, 16 de febrero de 2023. (REUTERS/Susana Vera)
Mujeres con mascarillas de la escritora J.K. Rowling protestan contra la aprobación definitiva de una ley que facilitará que las personas se autoidentifiquen como transexuales, frente al Parlamento español en Madrid, España, 16 de febrero de 2023. (REUTERS/Susana Vera)

Cada día vivimos o sabemos de agresiones que en general sólo se conocen por mediante redes sociales. Un poco más de difusión han tenido casos como el de la conocida autora de Harry Potter, J.K Rowling, que por poner un tweet que decía “La persona con pene que te violó es una mujer” fue acorralada en redes, hackeadas sus redes sociales, hechos públicos sus datos personales y eliminada por los propios actores de la saga de las presentaciones del último episodio de la película sobre el personaje.

Menos difusión tuvo, aunque también se supo, sobre el incumplimiento unilateral de contrato firmado para publicar dos libros de la escritora colombiana Carolina Sanin, por parte de la editorial mexicana Almadía por “no coincidir con las posturas de la editorial” refiriéndose, obviamente, a las posturas de Sanin, abiertamente críticas a las políticas de identidad voluntaria (por las que también ha sido acosada e insultada insistentemente en redes sociales).

Cabe aclarar que ninguno de los libros del contrato cancelado tenía, ni por asomo, algo que ver con el tema.

Prácticamente ninguna difusión se le dio a la cancelación por parte de la mayor feria del libro del continente, la Feria del Libro de Guadalajara, de la presentación programada del libro Cuando lo Trans no es transgresor de la filósofa y escritora mexicana Laura Lecuona a quien el transactivismo viene acosando al límite, impidiéndole charlas, conferencias, quitándole trabajos, además de los insultos y amenazas constantes por redes. Por invitarla, organizadoras de foros académicos han recibido “amonestaciones” de algún organismo de derechos humanos “por prestarse a difundir mensajes de odio”.

Intelectuales académicas como las españolas Amalia Valcarcel, Alicia Miyares, la mexicana Marcela Lagarde y otras fueron acribilladas a insultos y agresiones verbales durante un foro por zoom absolutamente académico que organizó con ellas la Un iversidad Nacional Autónoma de México (UNAM), sobre el tema “Reflexiones sobre sexo y género”. Después del foro, grupos de transactivistas se manifestaron fuera de la Rectoría universitaria acusando a esta casa de estudios de transodiadora, de promover el odio a las “diversidades sexuales” y exigiendo que esto no se repita. Un funcionario de la rectoría salió a tratar de dialogar con el grupo y fue golpeado, despojado de sus zapatos y corbata, terminando en atención médica.

En México se filtró una lista de “feministas TERF” (Feministas Radicales Transodiantes, por sus siglas en inglés), donde dos transactivistas de alto nivel y pertenecientes al lobby latinoamericano queer, iban ingresando los nombres de feministas, en columnas por país y con todos sus datos personales y laborales. Lista realizada para tener el control continental de las críticas a esa doctrina y facilitar su acoso.

Un diputado mexicano fue castigado, enviado a reeducación en género, advertido de que sería suspendido de sus derechos por cometer la herejía de decirle “señor” a un diputado trans femenino del partido de gobierno. Las diputadas que se oponen a esta visión y a esos castigos se sienten -y están- contra la pared sin atreverse a pronunciarse con firmeza.

Silencio

La denuncia de estos actos, que se repiten y van creciendo cada día, no es posible dada la complicidad de las autoridades. El grado de amenaza es tal que la mayoría de la gente opta por el silencio. Los dos grandes mantos que cubren este silencio son dos enormes falacias: una es la percepción de que son sólo reacciones a la transfobia y a posturas de odio contra las personas de una comunidad muy sufrida y discriminada: la comunidad trans (TTTI+), lo cual puede llevar incluso a ser legalmente acusado/a (caso Ley trans española o reglamento antidiscriminante del parlamento mexicano). La otra es el temor de muchas personas de no ser incluyentes, empáticas, permisivas y verse como transfóbicas, discriminantes y transodiantes de acuerdo a las acusaciones, es decir, antes del desafío que implica la reflexión, prefieren sentirse personas de corazón abierto, complaciente y bueno. Si Hanna Arendt acuñó “la banalidad del mal”, ahora podríamos hablar de “la banalbuenidad del mal”

No es difícil ver como las doctrinas que sustentan el cambio de sexo/genero por voluntad -también conocido como ideología del generismo queer/trans- vienen permeando la mayor parte de los espacios de construcción social, política, institucional, espacial, académico, familiar, en el lenguaje, en ONGs, organismos internacionales, agencias financieras, leyes, instancias de gobierno y en particular en el sentido común de cada vez más personas que bajo unas ambiguas ideas de “inclusión” y “respeto” aceptan que hombres que viven sin concordancias entre su cuerpo/sexo y los estereotipos de género preferidos por ellos sean tan mujeres como quien nació y vivió siempre en un cuerpo/sexo de mujer.

El Colectivo trans Estado de México pidió que haya cambios en la legislación para que haya más miebros de su comunidad, puedan obtener una nueva acta de nacimiento (Facebook/ColectivotransEdomex)
El Colectivo trans Estado de México pidió que haya cambios en la legislación para que haya más miebros de su comunidad, puedan obtener una nueva acta de nacimiento (Facebook/ColectivotransEdomex)

Muchos gobiernos y sus altos funcionarios/as vienen asumiendo explícitamente las ideologías queer y con ella la autodeterminación individual, móvil y subjetiva del sexo publicitándola como algo muy progresista y ampliador de las democracias.

Partidos políticos abren los espacios que corresponden a cuotas de las mujeres para representantes varones trans femeninos (aún no se conoce que hayan incorporado a una mujer trans masculina a las cuotas de hombres). Instituciones y hasta centros educativos incorporan el llamado “lenguaje inclusivo” y obligan a su uso, ya sea con castigos explícitos (como es el caso del parlamento mexicano) o por la vía de la presión (en el caso de universidades y organismos públicos o privados).

Instituciones como el Seguro Social mexicano ya no habla de mujeres embarazadas sino de “personas embarazadas”. Legisladores de muchos países aprueban leyes y decretos tanto para cambiar en el registro de todo documento de identificación la categoría de sexo por la de género sin más argumento que “porque así lo deseo”. Instituciones diversas y hasta centros educativos abren -en el mejor de los casos- baños para “la diversidad de género” y la mayoría de las veces incorporan a esas “diversidades” al baño de mujeres.

Un número creciente de instituciones adoptan la ideología de género y generan reglamentos de castigo para quien ose poner en cuestión cualquier aspecto de los mandamientos de la identidad de género voluntaria. Medios de comunicación, incluyendo el cine, producen cada vez más notas, artículos, documentales y películas donde se muestra lo trans como algo relacionado a la libertad, a la felicidad y los procesos de transición como algo heroico y admirable. Editoriales y ferias del libro vetan autoras por su opinión contraria a aceptar que las personas trans femeninas sean mujeres. Y así podríamos seguir por varias páginas.

Las viejas luchas

Resulta asombroso constatar que las mujeres y los diferentes feminismos venimos luchando siglos por derechos básicos, por el derecho a ser dueñas de nuestros cuerpos, por una maternidad voluntaria, por arrancarle participaciones, espacios, cuotas y paridades a las instituciones de construcción social, por salir de la neutralidad lingüística y nombrarnos en femenino, por espacios propios y separados, por que se entienda que la lectura del mundo desde un cuerpo de mujer es distinta a la de un cuerpo de hombre y eso se plasme en la construcción de la realidad.

 "Las mujeres sostienen la mitad del cielo", una consigna feminista. (Steve Eberhardt/Zuma Wire/Shutterstock)
"Las mujeres sostienen la mitad del cielo", una consigna feminista. (Steve Eberhardt/Zuma Wire/Shutterstock)

Búsquedas, diseños y algunos paulatinos logros que no llegan a lo deseado y que han llevado muchas luchas, vidas, tiempo medible en centurias, pensares y reflexiones llenas de idas y vueltas. Sin embargo, de pronto -en años que se pueden contar con los dedos de nuestras extremidades y hasta sobran dedos- las doctrinas trans-queer generistas no solo se instalan con una asombrosa facilidad y rapidez en casi todas partes y sus demandas son recogidas en casi todo el orbe sin gran preámbulo ni reflexión (al contrario, evitando el diálogo y reflexión) por quienes, hombres en su mayoría aunque también mujeres, mezquinan las de las mujeres.

¿Es el camino?

Ante esta diseminación de esas doctrinas y su concreción en la construcción de nuevas realidades cabe preguntarse: ¿Es realmente la teoría/ideología del género queer-trans y su activismo un real movimiento en función estricta de mejorar las condiciones de vida de esa minoría? ¿El aceptar sin discusión posible el que los trans femeninos son mujeres es el camino para evitar su discriminación y la violencia contra ellos? ¿Es la teoría y política de el/los género/s una nueva utopía con capacidad de abrir puertas a un mundo mejor, a un desarrollo y avance de sentidos superiores de existencia para todos y todas? ¿Se trata de un nuevo discurso capaz de desarrollar profundas empatías con verdades ineludibles que necesitan hacerse norma y sentido positivo?

O, por el contrario y como dicen las feministas que se oponen a esta ideología, se trata de un embate patriarcal para borrar los avances de las mujeres y borrar los potenciales posibilidades que las mujeres portan y representan para enfrentar la profunda crisis civilizatoria que aqueja a nuestra macrocultura patriarcal planetaria, o/y se trata de algo todavía más profundo, borroso y complejo, donde las ideologías trans y su activismo funcionan como los tentáculos de una hidra para sacar la vida del cuerpo de las mujeres en función de dar pie a un nuevo orden civilizatorio donde ya no sean los cuerpos de las mujeres los que tengan la capacidad de dar vida sino donde los cuerpos puedan ser manipulados, modificados y creados a través de la millonaria alianza entre las tecnologías de punta (Cibernética, robótica, farmacéutica, ciencia genética y grandes centros médicos y de cirugía en alianza con ingenieros, personal de salud y academia).

Lo que no cabe duda es que lo que está en disputa es el cuerpo. Hoy por hoy no cualquier cuerpo sino el cuerpo que tiene la capacidad de dar vida humana. El cuerpo de las mujeres.

No se puede olvidar y separar que hay otro cuerpo que también da vida, este cuerpo es la madre tierra. Con la mentirosa consigna de que esta no sería ya capaz de alimentar a los humanos del planeta, el patriarcado capitalista de la post segunda guerra mundial cambia su paradigma de “progreso” por el de “desarrollo” (más ligado a las posibilidades de la ciencia y la tecnología) y redirecciona toda su artillería química (creada con fines de guerra) para quitarle la producción a la madre tierra y entregársela a la industria agroquímica.

Es desde Naciones Unidas y sus organismos como la FAO que se impulsa este cambio, que obedecen de manera unánime todos los gobiernos y las universidades. Hace ya varias décadas que los jóvenes ingenieros agrónomos salen sin saber nada más que usar químicos. Así la tierra dejó de ser un organismo vivo, lleno de vida que da más vida, para ser un soporte muerto de los cultivos que se instalan en ese soporte y que crecen con puro alimento químico producido por la gran industria del ramo. Un 35% de la superficie cultivable está destruido y las ganancias de la industria agroquímica han crecido en un mil por ciento en los últimos 20 años.

Embarazo. ¿Ya no es una cuestión de mujeres? (Andina)
Embarazo. ¿Ya no es una cuestión de mujeres? (Andina)

Es así como el patriarcado capitalista instala su paradigma biofóbico a nivel planetario y la idea de que son las tecnologías de punta, de la mano de las más modernas investigaciones en biogenética y bioquímica, las que están destinadas a “superar los límites de la naturaleza”, idea central y hoy muy difundida en las teorías transhumanistas, por lo demás ligadas a la ideología queer. ¿De lo genéticamente modificado a lo biotecnológicamente armado?

El paradigma de superar a la naturaleza través de la técnica y la ciencia y su rama trans con todo lo que implican los cambios de sexo/género, está también anclado en el lucro sin límites y el manejo del poder. Son las grandes empresas tecnológicas, farmacéuticas y médicas, empresarios acaudalados y familias multimillonarias (principalmente estadounidenses), cuyas fortunas están relacionadas con estos sectores económicos quienes financian de forma más generosa a las ONG transgeneristas y actúan sin ningún disimulo como lobbies de presión política para conseguir leyes que favorezcan sus intereses .

Industrias como Monsanto, Bayer, Basf y otras productoras de químicos están hoy entre las productoras de hormonas, medicamentos químicos y demás elementos para las intervenciones que llaman “cambio de sexo”. Y son también donantes importantes del transactivismo.

El embarazo de un varón trans.
El embarazo de un varón trans.

Entre las fundaciones que financian de forma más generosa a las ONG transgeneristas y actúan sin ningún disimulo como lobbies de presión política para conseguir leyes que favorezcan sus intereses la investigadora Jeniffer Bilek detalla en varios de sus trabajos su entramado, y ahí el lector podrá encontrar los pormenores de las relaciones entre familias multimillonarias como los Stryker o los Pritzker, con fundaciones como Arcus, Tides o Tawani, la Open Society Foundation de George Soros, las cifras de las donaciones y becas que entran y salen de estas instituciones, y las cercanísimas relaciones que estos individuos mantienen con puestos importantes de la Administración estadounidense a todos los niveles. (Jennifer Bilek, «From the World Bank to LGBT Leadership/The Corporate Colonization of Human Sex», The 11th Hour, 25 de noviembre de 2020.

Tambien la página web Contra el Borrado de las Mujeres publicó en junio de 2021 una recopilación exhaustiva, clara y ordenada de todas las fuentes de financiación mundial del lobby queer que necesariamente deja boquiabierto al lector” (cita del libro Nadie nace en un cuerpo equivocado, Errasti y Pérez Alvarez, Ed.Planeta, 2022)

La fundación Rockefeller, otra de las muy generosas donantes al transgenerismo, se dedica desde muy al principio de su existencia a sacar los cuerpos de las mujeres del conocimiento propio y de su manejo autónomo. Es a través de la Rockefeller University y sus centros de investigación, junto a la Asociación Médica Estadounidense (AMA) que debilitaron hasta casi la extinción la práctica de las parteras naturales y en casa, obligando a toda práctica médica a ser certificada por esas instancias y por las batas blancas que en un 95% eran varones.

A la práctica de las parteras la acusaron de no tener la capacitación científica y ser peligrosa mientras sus instalaciones hospitalarias contaban con todo lo necesario. Es con el advenimiento de la segunda ola del feminismo y con ello las mujeres mirando y atendiendo sus cuerpos que se vuelve a fortalecer la práctica de la partería natural y de la atención en casa del proceso de embarazo. En el 2021 la AMA publica un documento haciendo un llamado a eliminar el dato de sexo de los certificados de nacimiento para “evitar la discriminación de género”.

Casualmente, en su conferencia de 2017, el activismo trans, financiado por estos poderes económicos interviene la organización nacional de parteras de Estados Unidos. Le exigen a la Asociación “dejar de hablar del poder femenino de dar vida”, de “decir que el dar vida da poder a las mujeres porque ese es un discurso discriminador y transfóbico”. También exigen que se hable en “un lenguaje neutro inclusivo”.

La negativa de un sector de las parteras fue acusada de “un ejercicio de privilegios de mujer blanca cuyo objetivo no es ayudar en el nacimiento sino llevar a las comunidades sus privilegios de CIS blancas”. Reclamos y exigencias que terminaron por quebrar la potente Asociación. Cabe señalar que lo mismo se repite en el Reino Unido donde la tradición de las parteras en casa es fuerte.

Parteras. Eficacia y contención.
Parteras. Eficacia y contención.

Podemos preguntarnos ¿por qué este interés en el tema de la partería en manos de las propias mujeres y además de la partería alternativa y natural, autónoma, extra hospitalización y medicina convencional? La partera Courtney Piper Catearth responde de manera muy bella: “Cuando las mujeres paren apoyadas por mujeres se produce una cadena, contactan con su propio nacimiento y con su poder de dar vida, o sea con todo su poder sexual y esto es muy, pero muy poderoso. Esto no le pasa a una mujer que pare acostada, semi anestesiada, y tapada en la camilla de un hospital. No hay nada más aterrador para el patriarcado que las mujeres que no necesitan y no quieren cerca a los hombres. Se nos acusa de odio e intolerancia, eso está lejos de la verdad. Lo que nos mueve a oponernos a estos embates trans es la conciencia de que se trata de la erosión sistemática de la comunidad, del lenguaje femenino y de la santidad del trabajo de las mujeres” (Pueden verse muchos videos -en ingles- sobre la resistencia a las ideologías queer generistas y a su practicas en el sitio de You Tube Whose body is it)

Martine Rolhblatt, un transexual transfemenino, multimillonario, empresario farmacéutico, parte del proyecto Genoma (Proyecto internacional para mapear el genoma humano), investigador a través de sus empresas de la modificación genética y la práctica de la clonación (dice que por ahora sólo cerdos), autor del proyecto mundial de inmortalidad tecnológica llamado Life Naut a través del cual digitaliza pensamientos, gestos, recuerdos, ideas, obsesiones, con el fin de poder reinstalarlos en robots y hacer en el futuro dobles tecnológicos inmortales, autor del libro Del Transgénero al Transhumanismo, es posiblemente quien plantea de manera más clara, más simple, casi simplona y sin tapujos retóricos seudo académicos esta relación.

Para él las demandas de igualdad hombre-mujer solo son resueltas por lo transexual, ya que pondría la igualdad definitiva. Gracias a la ideología transgénero los humanos pueden ser uno solo, verse simplemente como humanos y abrazar el transhumanismo donde la tecnología unida a la biología podrá liberar a los humanos de los límites impuestos por sus cuerpos. En otras palabras, la creación es imperfecta, la naturaleza es imperfecta, el cuerpo de las mujeres crea imperfecciones que la racionalidad científica debe arreglar, lo cual será posible si los cuerpos masculino y femenino se confunden y se borran a través de lo trans.

Emilia Schneider, la primera mujer trans en ser electa diputada en la historia del país. (EFE/Alberto Valdés)
Emilia Schneider, la primera mujer trans en ser electa diputada en la historia del país. (EFE/Alberto Valdés)

En el libro confunde y usa de manera indiscriminada los conceptos de sexo y género y apunta reiteradamente a la empatía del lector por las ideas de igualdad y no dicriminación que constantemente usa. Lo que es repetitivo en todo documento que hable del tema desde las ideologías trans.

Si bien las personas con disforia de género son discriminadas, frecuentemente maltratadas y sufren intensamente al no poder vivirse bien en el cuerpo que tienen, lo que viene haciendo el queerismo transgénero como teoría es apropiarse de lenguaje feminista para vender su engaño como si fuera libertad y empujar para borrar al sujeto mujer y su experiencia en función de que quepa el sueño transhumanista.

Por su parte el poder económico trans y pro trans lo que hacen es apropiarse del sufrimiento de las personas con disforia de género para venderles la idea de que la manipulación, hormonización e intervención química y quirúrgica de sus cuerpos es su solución, inclusive en las infancias que sienten diversas formas de desagrado de género, impidiendo que se vea que en realidad lo que hacen es instalar la dependencia más brutal de los complejos industriales farmacéuticos, genetistas, tecnológico, cibernético y etc, buscando la creación de vida fuera del cuerpo de las mujeres.

Desplegando un millonario apoyo económico al activismo y lobby trans por parte de los grandes consorcios, lo que viene haciendo ese activismo trans es generar fuertes niveles de antagonismo, de imposibilidad del diálogo y uso de la palabra, de violencia, anulación, amedrentamiento y silenciamiento de quien no coincide, imponiendo así una suerte de disciplinamiento para que cada vez más personas se callen, no contradigan ni digan lo que piensan al respecto.

Es grave intentar borronear y desenfocar al feminismo como única posibilidad de leer el mundo patriarcal y desde la experiencia de los cuerpos de las mujeres imaginar esos mundos que la macrocultura masculinista ya no puede ni vislumbrar, pero oponerse a todo este embate no es ni siquiera por la permanencia del feminismo, sino por la permanencia de la humanidad en tanto humanos, por la permanencia del misterio de la vida y de la naturaleza como creadora de todo. Por su capacidad de misterio, de poesía, de emoción y asombro constante. Por la permanencia del origen, de los cuerpos maternales de las madres, de la madre tierra, de la madre cosmos, de las madres humana/animal como origen y fin. El deseo del patriarcado es cumplir su sueño de ser dios y crear vida. Su búsqueda es una nueva forma espuria de creación ajena a la creación de origen.

No es por casualidad que fue una mujer quién imaginó la historia de Frankenstein y de su creador. Así como un poeta, mirándose a sí mismo dijo “Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo”, Mary Shelley mirando desde su cuerpo de mujer los albores de esta terrible modernidad, dijo: ”Se creará un monstruo del que ya tengo su imagen”.

* Ximena Bedregal es chilena, boliviana y mexicana. Entre 1989 y 2001 dirigió el centro feminista CICAM, en México y editó su revista, La correa feminista. Fue editora de Triple Jornada, el suplemento feminista del diario La Jornada de México.

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