Casi 35 años después de la primera adaptación animada de La sirenita, finalmente se estrenó la versión live-action de este clásico de Disney que, desde su anuncio, generó controversia. Muchos se quejaron de la elección de la cantante Halle Bailey como la actriz que encarna a Ariel, la sirena pelirroja que decide cambiar su fisionomía animal por una completamente humana. ¿Por qué? Porque es una mujer negra. Pero, ¿importa el color de piel de una criatura fantástica que, además, es una metáfora para algo incluso más profundo?
“Languidezco por ti como por una joven calabresa... Mis sentimientos por ti son como los de una mujer. La feminidad de mi naturaleza y nuestra amistad deben permanecer en secreto”, le escribió Hans Christian Andersen, autor de La sirenita, al gran amor (no correspondido) de su vida, el joven aristócrata danés Edvard Collin.
En su libro En busca de La sirenita, contenido exclusivo de Leamos, la escritora y periodista argentina Miriam Molero se zambulló de lleno en Den lille Havfrue, el cuento de Andersen en su danés original, a partir de la pregunta: “¿Por qué alguien decide entregar el poder de una cola de pez formidable por un par de piernas de mujer?”. Pero lo más peculiar de su investigación es que la autora no sabía danés. Sin embargo, lo que para cualquiera sería un callejón sin salida, Molero lo interpretó como una aventura.
Como el mar en el que habita, La sirenita tiene profundidades insondables que, de todos modos, esperan a ser exploradas. “¿Qué metáforas esconde este cuento infantil?”, se pregunta la autora, que parte de la ya conocida (pero en su momento secreta) homosexualidad del autor, pero incluso va más allá. “Ser gay tiene poco o nada que ver con estar dispuesto a cortarse la cola de pez, con someterse a una castración. Es, eso sí, aplicable a la problemática quirúrgica trans”, escribe.
Y agrega: “La sirenita de Andersen está dispuesta a sacrificar su poderosa cola de pez. Digo poderosa porque la imagino fuerte como las sirenas de Piratas del Caribe y no inofensiva como Ariel. Si está decidida a transformarse para conseguir una genitalidad femenina porque, en el fondo, se percibe como una mujer atrapada en el cuerpo de una sirena, ¿tiene sentido tamaño sufrimiento para conseguir esas piernas soñadas y luego mantenerse y morir virgen?”.
En el cuento, según afirma Molero, la sirena quiere convertirse en persona para tener, como el resto de los humanos, un alma inmortal. Y, teniendo en cuenta el trasfondo religioso del autor, escribe: “Me pregunto si Hans Christian Andersen, al revés que la sirenita, temía perder su alma inmortal si lograba tener el amor de un hombre”.
“En busca de La sirenita” (fragmento)
La pregunta
¿Por qué alguien decide entregar el poder de una cola de pez formidable por un par de piernas de mujer?
Todo comenzó cuando me hice esa pregunta. Por amor, me contestarán rápidamente. No me conforma. Ninguna respuesta que incluya la palabra “amor” me resulta, a priori, lógica.
¿Y si la trampa fuese la literalidad? ¿Y si fuera un error pensar que las piernas son piernas? Las piernas pueden ser un eufemismo, pienso. Y para tener eso que el eufemismo evita nombrar, se sabe, para tener esas piernas hay que cortar la cola de pez. La cola de pez es otro eufemismo, claro. No tardé en suponer que Hans Christian Andersen debe de haber sido gay. En ese instante comprendí que mi descubrimiento debía de ser vox populi y aquí, esta servidora, apenas la última en enterarse.
No obstante, ser gay tiene poco o nada que ver con estar dispuesto a cortarse la cola de pez, con someterse a una castración. Es, eso sí, aplicable a la problemática quirúrgica trans. Adivino cientos de papers académicos de distintas universidades del mundo de las carreras de Medicina, de Sociología, de Psicología, desbordadas de tesis o trabajos prácticos sobre La sirenita.
La sirenita de Andersen está dispuesta a sacrificar su poderosa cola de pez. Digo poderosa porque la imagino fuerte como las sirenas de Piratas del Caribe y no inofensiva como Ariel. Si está decidida a transformarse para conseguir una genitalidad femenina porque, en el fondo, se percibe como una mujer atrapada en el cuerpo de una sirena, ¿tiene sentido tamaño sufrimiento para conseguir esas piernas soñadas y luego mantenerse y morir virgen?
¿Se conserva intacta la sirenita tanto en el cuento adaptado para niños en el siglo XX con final feliz a la Disney como en las versiones más fieles al original con final trágico?
Esto me condujo a la gran pregunta madre de todas las preguntas: ¿qué habrá escrito Andersen realmente, y cuando digo realmente digo re-al-men-te, en el cuento La sirenita?
—Ay, si supiera danés…
Esa expresión de deseo sería un aceptable punto final para cualquiera. Excepto que mi mente y mi patrón de acciones se mueven en escalada, como la violencia. Cuando parece que llega a una instancia de rendición, resulta que esa rendición es falsa, es sólo un descanso para volver a subir, en forma de espiral, a un nivel superior de confrontación.
—¿Qué tan difìcil puede ser leer y traducir danés?
Ni siquiera sé alemán, hay que aclararlo de entrada. Solamente inglés, francés y aledaños, y algunos rudimentos de japonés y coreano cuyos estudios no pude continuar (por el momento). Lo que sí sé es que los idiomas tienen lógica interna y que si uno logra entrar en esa lógica puede entender del mismo modo que el infante que dice “sabo”, que yerra las conjugaciones irregulares porque lo primero internalizado es la regularidad, es decir, la regla estructural.
Además, puede que hace un par de décadas un atleta ruso haya cambiado no sé si el curso de mi vida pero sí seguramente algún pasadizo de mi cerebro. Compartíamos mesa con el ruso en una cena bastante poco oficial. Él no hablaba español ni inglés e insistía en dirigirme la palabra. Le contesté que no sabía ruso. Entonces, con palabras sueltas en inglés seguidas por un ruso fluido, me pidió que no pensara en las palabras, que lo mirara a los ojos, que si lo miraba a los ojos y me dejaba llevar iba a entenderle. Tenía razón.
Otra cuestión es que, supongo, me desagradan los espacios de confort, me atrae pisar terreno resbaladizo, me encanta aprender. Nada me aburre más que hablar de lo que sé, trabajar en lo que sé, volver sobre lo que ya sé, repetir, repetirme. Es como enloquecer. Es como obligar a tu cuerpo a comerse sus propios músculos. Dame territorio desconocido y estaré contenta.
Así que este trabajo no pretende inaugurar o partir las aguas en torno a La sirenita. Si en el camino algo de eso se produce será consecuencia de la apertura de miras que da la ausencia de conocimiento y, por lo tanto, de prejuicio. Cuando uno no sabe qué es lo que tiene que esperar arrasa todo.
Este texto quiere ser apenas una bitácora para compartir un aprendizaje que me resultó esclarecedor. Algunos lo encontrarán poco novedoso. Otros, con suerte, se sorprenderán paso a paso como yo. Creo que, en el fondo, no me importa ni una cosa ni la otra ni espero la compañía de nadie. Me vale la aventura. Si le sirve a alguien más, ¡tanto mejor!
Quién es Miriam Molero
♦ Es una escritora y periodista argentina.
♦ Trabajó como columnista de literatura en Radio Mitre (Sábado Tempranísimo) y en la TV Pública (Pura Vida).
♦ Es autora de libros como El rapto y En busca de La sirenita.
Seguir leyendo: