¿Cómo se describe el momento exacto en el que un corazón se desgarra de dolor y de amor irremediablemente? ¿Qué siente el cuerpo cuando las cartas desesperadas de amor enviadas no encuentran los ojos que debían leerlas? Hacía varios meses que María Guadalupe Cuenca de Moreno le escribía cartas a su amado, Mariano Moreno, tras embarcarse en la fragata inglesa Frame rumbo a Gran Bretaña. Desde su partida, el 25 de enero de 1811, María Guadalupe no es la misma. Desbocada, escribe. Y desea. Lo que no sabe es que la última misiva, la del 29 de julio de ese mismo año, es la última antes de la peor noticia.
Los ojos de Mariano Moreno no pudieron leer las diez cartas que su amada le escribió. Nunca supo el amor, la pasión, la política, las novedades de los tiempos revueltos y la esperanza que contenían. Pero estaban, están, y ahora se pueden bajar gratis desde Bajalibros en el libro Mi amado Moreno de mi corazón. “Nada es capaz de distraerme un punto de vos, en vos solo, después de Dios, está todo mi pensamiento, sola la esperanza y los deseos de volverte a ver me tienen viva”, escribe la esposa de Moreno en la última carta antes de suplicar: “Dios me de paciencia”.
Y sigue: “Si me amas de veras, por vos mismo puedes sacar lo que cuesta esta nuestra separación, y si no te parece mal que te diga, que me es más sensible a mí que a vos, porque siempre he conocido que yo te amo más, que vos a mí”. La última carta, la final, esa que María Guadalupe no sospecha que es la última, es la más desesperada. Desde el 14 de marzo la mujer no recibe respuesta. Lo que no sabe es que el cuerpo de su esposo yace en el fondo del océano Atlántico desde hace diez días.
“Perdóname, mi querido Moreno, si te ofendo con esta palabra, no tengo más que decirte”, clama en soledad. ¿Qué dice, entonces, esa última carta?
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“En vos está todo mi pensamiento”
El duelo por la distancia y la separación forzada forman parte de las diez misivas que nunca llegaron. También los celos ante la imaginada presencia de inglesas y la turbia sospecha de la falta de respuesta de parte de Moreno. También le cuenta sobre la escena política, los pesares económicos, las críticas al partido político, cómo ve a sus enemigos y, con el corazón en la pluma, María Guadalupe lo extraña cada día más porque “al principio me pareció sueño y ahora la misma muerte”.
Pero si hay algo que tiene la última carta es esperanza. Le escribe a Moreno: “me alegraré que estés bueno, gordo, buen mozo, y divertido, pero no con ninguna mujer, porque entonces ya no tendré yo el lugar que debo tener en tu corazón por tantos motivos”. Ella elige descreer de una de las señales que recibió a pocos días de que Moreno se embarcara hacia Gran Bretaña. En su casa en Buenos Aires su esposa recibe una caja que contenía un par de guantes negros, un abanico negro y un velo de luto. Un presagio o un mensaje que María Guadalupe nubla, borra.
“No dejes de escribirme todo lo que te pasa, ábreme tu corazón como a tu mujer e interesada en todas tus cosas”, escribe y pide: “basta de guardar secretos a mí, cumple con tus obligaciones de cristiano, no te olvides de mí, ve modo de que nos veamos pronto allá o aquí, porque sin vos no puedo vivir”. También le pide que guarde bien las cartas y que tenga cuidado, que le mande la correspondencia por un inglés de su confianza. Un amor que sigue latiendo al calor de la pasión y la revolución.
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“Mi Moreno, no te olvides de mí, tu mujer”, le ruega en la última carta del 29 de julio de 1811, tras contarle que no está sola, que la madre del prócer “no viene tal cual día para no dejar sola su casa”, que invita a Mariquita y Anita a comer y también, de libros: cuáles le fueron a cobrar a la casa, otros que fueron a buscar libros prestados y que les contesta que le va a consultar a él porque no sabe dónde están. Que guarde bien las cartas y que tenga cuidado, que le mande la correspondencia por un inglés de su confianza.
Pero, sobre todo, escribe sobre su corazón estrujado, ese que no sabe que la esperanza ya estaba perdida. De amor, de política, de deudas, de pesares y de un lenguaje en común que María Guadalupe no se resigna a perder. Mi amado Moreno de mi corazón reúne sus cartas y aquí, la última:
Buenos Aires, 29 de julio de 1811
Mi amado Moreno, dueño de mi corazón:
Me alegraré que estés bueno, gordo, buen mozo, y divertido, pero no con ninguna mujer, porque entonces ya no tendré yo el lugar que debo tener en tu corazón por tantos motivos; con fecha de 26 de éste te escribo, pero con todo lo vuelvo a hacer por no perder ocasión de darte el gusto de saber de tu familia, y tener yo el consuelo de escribirte ya que no te veo.
Me parece que ya con ésta llevo escritas trece o catorce cartas, la primera fue por mano de Larrea, la segunda por mano de un inglés que se fue, otras por la de doña Mercedes Lasala que me manda avisar siempre que hay proporción, otras por mano de don Alejandro, el inglés viejo que te visitaba, otras por la del inglés que vive en lo de tu abuela; tu madre se las entrega, ten el cuidado de recogerlas, en todas te aviso novedades.
A Larrea le han embargado todos sus bienes, con pretexto de que debía de derechos ciento y tantos mil pesos, han hecho mil picardías, han querido que Campana sea depositario de todo, ha llegado a tal extremo que han mandado orden a los pueblos de arriba para que los apoderados de Larrea entreguen a las cajas todo cuanto pertenezca a Larrea, y el pobre sigue desterrado en San Juan.
El mes pasado se embarcó para Norteamérica el hijo de Saavedra, con Aguirre, de diputados a pedir armas; corre muy vivo que los portugueses han declarado la guerra a Buenos Aires; la expedición de la otra banda tiene cercado a Montevideo y tiran a la plaza muchas granadas, y por vengarse han venido los marinos a bombear; desde el 15 a la noche no se mueven de Martín Chico, esperamos todas las noches que siga el bombeo, se sabe, por dos franceses desertores, que traen mil y tantas bombas.
Con las cartas ten mucho cuidado no las abran éstos, mandámelas todas a mí bajo la cubierta de algún inglés de tu satisfacción, nadie mejor que yo las entregará seguras, porque tus pocos amigos el que está libre está por caer, todo el empeño de estos hombres es sacarte reo, las prisiones del 6 de abril, fueron con ese fin, todas las declaraciones que han tomado han sido para eso, lo sé por boca de una persona que no conviene por ahora decirte quien es, tomá tus medidas, según va esto, pronto seremos portugueses y no podrás volver, por lo que será mejor me mandes buscar.
No dejes de escribirme todo lo que te pasa, ábreme tu corazón como a tu mujer e interesada en todas tus cosas; basta de guardar secretos a mí, cumple con tus obligaciones de cristiano, no te olvides de mí, ve modo de que nos veamos pronto allá o aquí, porque sin vos no puedo vivir; tengo pronto los ciento y cincuenta para el censo, que se cumplió el 27 y aún no me han cobrado, he enterrado los treinta y ocho, que he recibido de tres meses que hace que está alquilado el cuarto; los sesenta que me pagó Giménez, doce de las sillas de paja viejas, las botellas de sidra, otros doce y lo demás que he ahorrado de mi mesada; no me falta nada gracias a Dios y Dios te dé cuanto deseas y a mí me vuelva a mi Moreno que es lo único que quiero y debo desear.
Ahora días me mandó cobrar Vedia un libro titulado Reflexiones militares del Vizconde del Puerto, Marqués de Sta. Cruz ; decime si lo entregaré o no; me cobra Oliden otro libro; Brisson, Diccionario de Física ; Pico, la obra de Febrero, que dice que es suya, yo les he respondido, a Vedia y a Oliden, que yo no sé dónde están tales libros, que te escribiré, y les entregaré sus libros si me das orden para hacerlo.
Campana sigue suspenso, y Cossio de Secretario interino; Chiclana, con centinela de vista en su casa por enfermo; Micaela sigue acompañándome y siempre me llevo en buena armonía con todas, vienen todas las noches, y los días de fiesta me traigo a Mariquita y Anita a comer, tu madre no viene sino tal cual día por no dejar sola su casa, la Marcela siempre me quiere lo mismo a mí y a mi hijo.
Todo esto te aviso para tu consuelo y que sepas que no me han dejado, pero nada es capaz de distraerme un punto de vos, en vos solo, después de Dios, está todo mi pensamiento, sola la esperanza y los deseos de volverte a ver me tienen viva, si me amas de veras, por vos mismo puedes sacar lo que cuesta esta nuestra separación, y si no te parece mal que te diga, que me es más sensible a mí que a vos, porque siempre he conocido que yo te amo más, que vos a mí, perdóname, mi querido Moreno, si te ofendo con esta palabra, no tengo más que decirte, recibe memoria de todas, y dáselas a Manuel; tu hijo está estudiando a ayudar misa, procura que nos veamos pero me parece que aquí no puede ser, porque cada día va peor, hazme llevar; adiós, mi Moreno, no te olvides de mí, tu mujer.
María Guadalupe Moreno
Mi madre y Panchita te mandan memorias y me lloran mil pobrezas, que les han rematado la casa y es tal la pobreza en la que están que ni cama en qué dormir tienen, por todos lados tengo aflicciones, Dios me de paciencia.
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