A pesar de que muchos le cuestionaron a Jairo Buitrago que el título de su libro era demasiado largo, este se quedó finalmente en la portada y como esa anécdota, son muchas las que el escritor recuerda con agrado del camino que tuvo que recorrer antes de publicar este libro en el que incluye también sus experiencias personales y la mirada de su niñez.
Una escritura juiciosa que se alimenta del humor y de la libertad que siente el escritor colombiano creando obras de literatura infantil, a las cuales también ha dedicado un importante espacio desde la ilustración y la investigación.
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Sus libros para los más pequeños han sido traducidos al inglés, japonés, sueco, chino, portugués, entre otros idiomas y han recibido una gran cantidad de reconocimientos, entre los que se encuentran el Premio Hispanoamericano de Novela Infantil Castillo (2019) y el galardón al Mejor Libro Mexicano para niños (2020).
En conversación con Leamos, Buitrago relató cómo convirtió en realidad “El reencuentro con perro perdido en el invierno y otros cuentos”, una obra que bebe de la literatura de viajes además de dar rienda suelta a los recuerdos, los deseos y las expectativas del autor; además de las imágenes capturadas del texto, obra de Lorena Mondragón, una ilustradora mexicana que con el corazón puesto en la experiencia humana, las emociones y la naturaleza evocadas por el libro, empalmó con el escritor su hilo artístico.
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— ¿Cómo nace la idea de este libro? ¿Parte de una imagen o una necesidad en particular?
— Una necesidad de contar los viajes que tuve de niño y, por otro lado, esta sensación extraña que tenemos en Latinoamérica al tomar una carretera de no saber si todo va a estar bien. Mis viajes, en particular de niño, fueron muy caóticos también. Le he tenido mucho amor a los viajes por carretera desde hace mucho tiempo y tenía ese pendiente. Son instantes de viaje.
— ¿Cómo está presente este título aquí?
— El título es el de uno de los cuentos. Me gusta porque describe exactamente lo que es. Yo soy muy directo cuando escribo y es una historia muy personal; siento que dentro de la selección de cuentos que tiene este libro es la historia más adulta, si se quiere.
La relación entre adultos y niños, cómo los niños ven también el sufrimiento de los adultos, su fragilidad también ante los hechos de la vida. El perro es un pretexto también para contar un instante de vida. Un viaje un poco duro de reencuentro con los recuerdos de alguien que ya no está, también la reacción que tiene una niña con su abuelo al verlo triste, al verlo en una situación en la que es muy vulnerable como adulto.
El perro es un instrumento también para contar ese instante de viaje en medio del invierno. Lo geográfico, la atmósfera climática me interesa mucho y también condiciona mucho la vida de los que viajan. Este cuento en particular tiene esa aura un poco más triste, un poco más azul, más invernal.
— Eso de las escenas y de los climas que también responde a esta literatura de viajes, está acompañada por las ilustraciones. ¿Cómo fue también elegir esas imágenes y que estas aparecieran allí?
— Quién hizo las ilustraciones es Lorena Mondragón (...) Ella tiene un trabajo con atmósferas y carreteras increíble. Y una de las ilustraciones que más me gustó fue una de una gasolinera en Texas que me parece buena. Ella vive en la frontera con Estados Unidos. Tiene toda esta visión del desierto, de los espacios amplios, las carreteras, las autopistas, los parques abandonados, los puentes de hierro, todo lo que uno atraviesa cuando está viajando.
Me gusta mucho su estilo. Obviamente en algunos de los cuentos como El Páramo dejo un poco su espacio geográfico natural que es el Norte de México a un páramo muy de acá, de Colombia, de nuestros Andes, un copetón, un ojo de anteojos. Es una ilustradora maravillosa y muy versátil.
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— ¿Qué hace que Jairo Buitrago quiera escribir para niños?
— Siento que son unos lectores muy directos y sinceros. Ya llevo desde 2006 publicando libros para niños y niñas. Me parece que son lectores muy difíciles también y exigentes, a los cuales nunca he subestimado. Me siento bien y cómodo. Me siento libre y al sentirme libre para escribir siento que también se detona algo de mí que hace que sea muy sincero.
Esta correlación entre libertad y escribir para niños es lo que me mantiene escribiendo siempre y constantemente para los más pequeños.
— Y eso implica también pensar en qué se escribe y cómo se escribe. ¿Cómo es este proceso de escribir para niños? ¿Hay algún tipo de ritual o algo en lo que pienses antes de empezar en particular?
— Pienso sobre todo en que se diviertan, en que el sentido del humor esté presente, que no se aburran leyendo ni se distraigan. Creo que el humor es la clave, el sentido del humor y el sentido del ritmo. Sin humor y sin ritmo creo que los libros para niños pierden mucho.
Los niños huelen las moralejas, no les gusta ese olor. Pero cuando hacemos literatura es mejor no estar pensando en hacer moralejas, sino en contar historias. Y yo me considero un contador de historias, un guionista también de imágenes (...) Y un buen libro para niños es también un libro que pueden leer los adultos.
— Esta propuesta se defiende también del reto de la tecnología y lo digital, ¿por qué seguirle apostando a los libros infantiles y a que estén de manera física?
Ahora pueden coexistir sin ningún problema y muchos de mis libros también están en plataformas digitales. La cuestión es que los libros ilustrados siguen teniendo ese encanto; que los quieras tener en tus manos porque no es igual ver en la pantalla una ilustración que verla en físico.
Los libros ilustrados siguen teniendo esa magia, de que los niños los quieran tener en físico, que estén en las bibliotecas públicas, en las aulas en físico, porque todavía nos falta un buen tramo para que se reemplace el libro.
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