El célebre escritor japonés Haruki Murakami, una de las firmas más conocidas de la literatura contemporánea global, recibió este miércoles el Premio Princesa de Asturias de las Letras por la “singularidad de su literatura”, según destacó el jurado del prestigioso galardón.
El eterno candidato en las quinielas al Premio Nobel de Literatura, recibió así este reconocimiento a toda su trayectoria y contribuciones a la literatura global, un galardón que se han llevado autores de la talla de Mario Vargas Llosa, Leonard Cohen y Paul Auster, entre otros.
Con un estilo tan misterioso como accesible, este escritor especialista en mezclar realidad y fantasía en sus obras cuenta en su bibliografía con best seller globales como Tokio Blues, 1Q84 o Kafka en la orilla, que además fueron bien recibidos por la crítica.
Nacido en la ciudad de Kioto (oeste de Japón) hace 74 años, Murakami estudió en la Universidad Tokiota de Waseda, trabajó en una tienda de discos y montó un bar de jazz en la capital nipona sin que se le pasara nunca por la cabeza eso de la escritura, hasta que un día le llegó la inspiración en el lugar más inesperado.
Su primera novela, Escucha la canción del viento, la comenzó a los 29 años y tras ocurrírsele la idea mientras veía un partido de béisbol en Tokio. Fue publicada en 1979 con éxito inmediato en Japón y desde entonces cada uno de sus libros se ha convertido en un acontecimiento cultural en el país asiático.
La música ha sido siempre la mayor pasión del escritor japonés por delante de la literatura y, según ha reconocido él mismo en varias ocasiones, ha influenciado profundamente su prosa, huidiza de las convenciones estructurales.
“Más que aprender técnicas de escritura a partir de novelas de otros autores, tiendo a prestar atención al ritmo, las armonías, la improvisación libre y ese tipo de cosas”, dijo el autor en un programa radiofónico que condujo en Japón en 2018, donde respondió a preguntas de sus seguidores y pinchó algunos de sus temas favoritos.
Su melomanía queda patente en obras como Baila, baila, baila (2012) o la más reciente Matar al comendador (2017), donde la ópera “Don Giovanni” de Mozart actúa como banda sonora; así como en otros relatos y sus extensas referencias a los Beatles y a los Beach Boys, dos de sus bandas de cabecera.
Otra de sus principales aficiones son las carreras de fondo, algo que también ha explorado en su obra De qué hablo cuando hablo de correr y una actividad que, según él, se asemeja bastante al proceso de escribir una novela.
De hecho, Murakami viene corriendo una maratón al año desde que tiene 33 años y ha publicado más de una treintena de libros entre novelas, colecciones de relatos cortos y ensayos.
La más reciente, La ciudad y sus muros inciertos, llegó el pasado abril a las librerías japonesas y se convirtió en su primera novela larga en más de seis años. Su publicación todavía está por llegar al resto del mundo.
La soledad, la alienación o el trauma son algunos de los temas más habituales en sus novelas y que el autor es capaz de engranar en historias ligeras, y coloreadas con pinceladas surrealistas y humorísticas como ranas gigantes o monos y gatos parlantes.
Esa habilidad para compaginar lo trivial y lo profundo ha sido capaz de acercar a los libros a jóvenes y a lectores poco habituales, lo que lo convirtió en uno de los mayores culpables del boom de la literatura japonesa de los últimos años.
Murakami, no obstante, tiene poco en común con los autores clásicos japoneses y con la mayoría de sus contemporáneos, y su obra se sitúa en un universo más próximo al de autores anglosajones como F. Scott Fitzgerald, Truman Capote o John Irving, a los que ha traducido él mismo al japonés.
Al igual que Capote, el novelista nipón hizo una incursión en el periodismo con Underground (1997), una colección de entrevistas a víctimas de los ataques con gas sarín en el metro de Tokio en 1995 y a algunos miembros de la secta Verdad Suprema, responsable del hasta ahora atentado más mortífero en la historia de Japón.
Esta obra sobresale en su trayectoria por aportar una mirada sin ambages ni adornos literarios a los problemas contemporáneos de su país, algo que hasta la fecha no ha vuelto a intentar un autor tan alérgico a los focos de los medios de comunicación como a los premios literarios (afirmó que no los quería porque son para autores “acabados”).
Aún así, Murakami ha sido traducido a medio centenar de idiomas y ha recibido anteriormente otros reconocimientos literarios internacionales como el Franz Kafka y el Premio Mundial de Fantasía (ambos en 2006) o el Hans Christian Andersen de Literatura (2016), además de galardones en Japón como el Tanizaki y el Yomiuri.
Otros japoneses han recibido el Princesa de Asturias -entonces llamado Príncipe de Asturias-, como la austronauta Chaiki Mukai, que se hizo en 1999 con el Premio a la Cooperación Internacional y en 2008, ganaron el mismo reconocimiento a la Investigación Científica el profesor Shuji Nakamura y el físico Sumio Iijima.
En 2011, la organización Héroes de Fukushima, nombre que se le dio a los trabajadores de la central nuclear y el personal de emergencias encargado de minimizar los efectos y las graves consecuencias tras el accidente nuclear, recibió este reconocimeinto en la categoría de Concordia. Otros galardonados del Princesa de Asturias son el diseñador de videojuegos de Nintendo Shigeru Miyamoto (2012) o el arquitecto Shigeru Ban (2022).
Este año, el de las Letras ha sido el quinto de los ocho Premios Princesa de Asturias en fallarse, todos ellos dotados con la reproducción de una escultura diseñada por Joan Miró, 50 mil euros, un diploma y una insignia y que serán entregados en octubre próximo durante una ceremonia en el Teatro Campoamor de Oviedo.
Fuente: EFE
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