El viernes 13 de noviembre de 2015, la furia yihadista — a modo de represalia contra las intervenciones del presidente francés François Hollande en Siria e Irak— infrigió el Terror en tres sitios distintos de París a través de ataques coordinados. Hubo detonaciones, balaceras y bombas suicidas.
Su episodio más cruento ocurrió en la mítica sala de conciertos Bataclan: esa noche, el público, más de mil personas, fue sorprendido por la irrupción terrorista del extremismo islámico, confundiendo el tronar metalero de una banda californiana con las estridentes metrallas de las kalashnikov disparando a mansalva al grito de “Alá es grande”(ٱللَّٰهُ أَكْبَرُ).
Como contracara, “Asistan a los vivos” fue la frase secular, repetida hasta el cansancio, al momento del rescate de las víctimas en medio de un pantano viscoso de “barro humano” y sangre en que Bataclan se transformó en pocos minutos.
Sin morbos ni atisbos de sentimentalismos, interesado e interpelado por el caso, el escritor francés Emmanuel Carrère (1957), al momento de intervenir con su escucha de la extensa audiencia que juzgará los hechos, se pregunta: “¿Por qué me preparo a pasar un año de mi vida encerrado en una sala de audiencias, cinco días a la semana, levantándome al alba para pasar en limpio mis notas de la víspera antes de que se vuelvan ilegibles?”.
El autor de De vidas ajenas asistió como cronista del semanario francés L’Obs (Le Nouvel Observateur) para cubrir el largo juicio, iniciado el 8 de diciembre de 2021 luego de seis años de instrucción, contra los asesinos que perpetraron el horror y la muerte de 130 personas (123 cuerpos enteros y 17 fragmentos de cuerpos; además de 415 heridos), en el Stade de France, en Bataclan y en las terrazas de cafés de una París aterrorizada.
V13 Crónica judicial es un monumental libro-reportaje que se concentra en los hechos ocurridos en Bataclan, fruto de la presencia “letrada” de Carrère en ese proceso que —con pormenores de periodista avezado, y, sin más “implicación del yo” que la de ser un testigo sensible y fidedigno de los testimonios— transforma el juicio en un trepidante relato sobre los devaneos de la condición humana: “El motivo principal es que centenares de seres humanos que tienen en común haber vivido la noche del 13 de noviembre de 2015, haber sobrevivido a ella o haber sobrevivido a sus seres queridos, van a comparecer ante nosotros y a tomar la palabra. Día tras día vamos a escuchar experiencias extremas de muerte y de vida, y pienso que, entre el momento en que entremos en esta sala de audiencia y el momento en que salgamos, algo habrá cambiado en todos nosotros. No sabemos lo que nos espera, no sabemos lo que ocurrirá. Allá vamos”.
En los límites y las esfumaturas en que lo verosímil y lo verdadero se entrecruzan, este libro —nada alejado de lo factual y más bien pegado a los hechos de manera lancinante— registra, con procedimientos novelescos, las impresiones de una escalofriante “realidad al detalle” y el recuento de las empatías que el dolor genera: “He leído, oído decir y a veces pensando que vivimos en una sociedad victimista, que mantiene una complaciente confusión entre el estatus de víctimas y de héroes. Quizás, pero una gran parte de las víctimas a las que escuchamos día tras día me parecen héroes individuales, debido a la valentía que han necesitado para reconstruirse, a la manera en que viven esta experiencia, a la fortaleza del lazo que los une con los museos y los vivos”.
A modo de cobertura de un odio y sus desastres, Carrère construye un relato más colectivo que coral —y en 360°— de esa noche de horror, además de sus alucinantes preliminares y sus atroces consecuencias, como un crudo teatro (tribunal judicial incluido) que precisa, para que la Verdad no se escurra, de la visión multifocal (y, a la vez, en perspectiva) de jueces, fiscales, abogados, periodistas, especialistas, policías, gendarmes, médicos, testigos, curiosos, víctimas sobrevivientes y, en el podio, los acusados: “Este juicio tiene una ambición desmesurada:la de desplegar, durante nueve meses, desde todos los ángulos, desde el punto de vista de todos los actores, lo que aconteció aquella noche”.
Las partes centrales de este libro, que narra los pormenores de esta masacre, se dividen en “Las víctimas”, “Los acusados”, “El tribunal” y nos recuerdan a Rodolfo Walsh y su forma pionera de contar los sucesos en torno a los fusilamientos de José León Suárez, nuestra masacre, escandidos en “Las personas”, “Los hechos”, “La evidencia”.
El relato vibra (o se crispa de épica humana que vence a la muerte a pesar de todo) en episodios que se cierran en sí mismos, originalmente publicados para L’Obs, reproducidas en “La Reppublica” y “El País”, y agrupados para este volumen con algunos agregados paratextuales.
Sus “grandes momentos” (y hay muchos) ofrece desde collages de testimonios magistralmente hilvanados a datos de una precisión apabullante que recuerdan, en la vacilación de un realismo alucinante, las meticulosidad del Gabriel García Márquez que, como escritor-periodista, “cubrió” minuciosamente el caso de la novia devuelta y la carnicería manual sobre Santiago Nasar en su célebre Crónica de una muerte anunciada.
En la vasta panorámica que traza el libro, en un pivote dramático entre víctimas, magistrados y acusados, se vuelven inolvidables las historias pequeñas, pero nada mínimas, de Alice y Aristide (la pareja de atletas de élite que quedan gravemente heridos), el relato de una madre arabista (que escucha cantos sufíes y llora a su hija muerta a la que le cuesta reconocer en la morgue) o la historia de ese muchacho que salió del todo “ileso” (pero con un estrés postraumático apabullante).
En Siria en la guarida de Bruselas
Carrère remonta también con agudeza la etiología de ese Mal que se entrena y prepara los cuerpos y las almas de varones jóvenes en Siria o en el más cercano Molenbeek, el barrio-guarida en Bruselas y “vivero de islamistas” donde la mayoría de los acusados se criaron.
Si el núcleo duro de la historia esconde en definitiva el vínculo de tres amigos (Salah Abdeslam, Mohamed Abrini y Abdelhamid Abaaoud) reunidos por una “causa” que consideran justa contra los “malvados y sucios franceses”, no es menor su contraparte encarnada en tres “compañeros de infortunio” (Abdellah Chouaa, Ali Oulkadi y Hamza Attou), acusados pero no detenidos, sentados no en el banquillo de los acusados sino frente a ellos y obligados a rumiar por qué ayudaron con pequeñas acciones, hoy también luctuosas, a los “pesos pesados” de esta historia.
Si Albert Camus, en su recordada pieza Los justos (1949), mostró la intimidad moral de una célula terrorista anarcosocialista bajo la Rusia zarista pre revolucionaria, Carrère desnuda el entramado político y religioso de los hechos, sus dilemas éticos y morales que a todos aquejan, y, el backstage tremebundo del sádico Estado Islámico y los “soldados” de su extendido califato, para así despejar, de tan oscura y densa maleza, la dimensión eminentemente humana, no sólo de las víctimas y sus sobrevivientes, sino también del entorno de los perpetradores y cómo, en nombre de Alá, se vuelven asesinos.
Si el poeta-terrorista Kaliayev, según cuenta Boris Savinkov en sus Memorias de un terrorista y dramatiza Camus, no se anima a arrojar la bomba sobre el Gran Duque Serguei porque éste se pasea con sus sobrinos, marcando ante los niños un límite ético; en Carrère gran parte del suspenso se concentra en la figura enigmática y poderosa del marroquí Salah Abdeslam, de 26 años, “enemigo público número 1″, “estrella del juicio” y único sobreviviente del comando, cuyo misterioso cinturón suicida no explotó o bien por un error de funcionamiento o bien porque no fue (o no quiso) ser accionado. La duda, más negra e intrincada que una tupida barba salafista, aporta una dimensión existencial al asunto y vuelve thriller la lectura de este aciago relato.
Si ya en su “novela de no ficción” El adversario (nombre dado a Satán), Carrère supo implicar su yo para indagar en la psicosis y la mitomanía, a través de una atroz historia de engaño y muerte protagonizada por el falaz Jean-Claude Romand, con quien se puso en contacto, y siguió en el tribunal que lo condenó a perpetuidad; en V13 Crónica judicial, Carrère, una vez más, desde su subjetividad narradora, nos ofrece un memorable reporte sobre una masacre de nuestros dias donde revisar, a la luz del accionar terrorista, los límites reales de la política, la importancia de las responsabilidades colectiva y la necesidad de una integración social que sigue pendiente.
Quién es Emmanuel Carrère
♦ Nació en París en 1957.
♦ Estudió en el Instituto de Estudios Políticos de París.
♦ Es escritor y guionista.
♦ Sus obras cruzan ficción y no ficción.
♦ Alcanzó el éxito con El adversario, donde cuenta la historia real de Jean – Claude Romand, quien el 9 de enero de 1993, antes de que se descubriera que su vida era una farsa, asesinó a su mujer, sus dos hijos de 5 y 7 años y sus padres e intentó, sin éxito, suicidarse.
♦ Entre sus libros están De vidas ajenas, Una novela rusa, Limonov y Yoga.
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