¿Hay límites para un tartamudo? La polémica surgió cuando el periodista Gabriel Levinas dijo que la Argentina “no está preparada para un presidente tartamudo”, en alusión a Eduardo, “Wado” de Pedro. ¿Hay límites? No parece haberlos tenido Jorge Luis Borges, el más grande y el más universal de los escritores argentinos.
Borges habló públicamente de su tartamudez y en ocasiones incluso se reía de ella. En entrevistas, admitió las diferencias entre su habla oral y su escritura, reconociendo que su dificultad era perceptible en los reportajes que le hacían. A pesar de esto, Borges encontró en la escritura una forma de expresión en la que podía comunicar sus ideas de manera fluida y precisa.
Algunos han relacionado la tartamudez de Borges con su timidez extrema, una característica que el escritor nunca ocultó. Su miedo escénico ante eventos públicos era evidente y María Kodama, su viuda y albacea, recordaba el temor que le producían a Borges dichas situaciones.
“Yo sufría porque Borges había sido tartamudo y el alcohol a veces lo hacía tartamudear”, contó Kodama al diario español El Mundo. Con el tiempo, en sus conferencias pareció haber encontrado otra fórmula para salir del embrujo de la tensión público: que ella se sentara en la primera fila, donde posaría su atención el escritor como si estuviera dando la conferencia a ella sola. “Yo fui como loca, pensando que a lo mejor no resultaba, pero resultó, y a partir de ahí no tomó más la copita de nada y siguió con las conferencias”, contó Kodama.
“El Borges oral es tartamudo, imperfecto. En cambio, el Borges escrito es muy palabrero”, dijo una vez en una entrevista el autor de El Aleph. Aunque su dificultad tiene matices distintos según los archivos, al escucharlo se registran en su habla repeticiones, sonidos prolongados o una pausa que determina el lapso de un breve tiempo para decir lo que quiere decir.
Tomando el caso del gran autor la Asociación Argentina de Tartamudez da un premio con su nombre cada 22 de octubre. La distinción se dirige a aquellas personas destacadas en su actividades que hacen pública su disfluencia. Desde allí también recuerdan otra frase famosa del escritor: “Pienso que a las palabras hay que conquistarlas, viviéndolas”.
En las imitaciones que hacía el humorista Mario Sapag de Jorge Luis Borges, en el programa Operación Ja-Ja, el intérprete recuperaba ese rasgo de su habla repitiendo algunas sílabas. Estas imitaciones pueden haber contribuido a visibilizar la tartamudez de Borges en el ámbito público y a generar conciencia sobre esta condición.
Más allá de las fronteras de la Argetina, en los Estados Unidos, la Fundación Americana de la Tartamudez lidera una campaña inspiradora con el eslogan “La tartamudez no los frenó. Que no te frene a tí tampoco”, con el objetivo de generar conciencia y promover la aceptación de la tartamudez. Esta campaña destaca las historias de diversas celebridades que han enfrentado la dificultad en la fluidez del habla.
Entre las personalidades destacadas se encuentran la aclamada actriz Nicole Kidman, el talentoso actor Bruce Willis, reconocido por su participación en más de 60 películas, el exitoso cantante Marc Anthony, conocido también como el esposo de Jennifer López, el legendario músico de blues B.B. King y el famoso golfista Tiger Woods.
Además, esta campaña de la Fundación Americana de la Tartamudez resalta que la tartamudez no está limitada a un ámbito específico, ya que figuras históricas como el naturalista inglés Charles Darwin y el renombrado matemático Alan Turing, considerado el padre de la computación, también lidiaron con la tartamudez.
El rey tartamudo
Claro que ninguno de ellos fue un hombre de Estado. Sí lo fue, en cambio, el rey Jorge VI de Inglaterra, que gobernó entre 1936 y 1952. Su tartamudez es ampliamente conocida y fue retratada en la exitosa película El discurso del rey del año 2010. Se puede argumentar -en el sentido de lo que decía Levinas sobre De Pedro- que el Rey no tuvo que ser votado y que llegó a su puesto más allá de lo que la sociedad pensara de su forma de hablar.
De hecho, la tartamudez del rey Jorge VI era un desafío significativo en su vida, especialmente considerando su posición como líder y figura pública. Su dificultad para hablar con fluidez afectaba su confianza y le causaba ansiedad en situaciones en las que tenía que hacer discursos o dirigirse a grandes audiencias.
En busca de ayuda para superar su tartamudez, el rey Jorge VI recurrió al terapeuta del habla Lionel Logue. A través de una estrecha relación terapéutica y una serie de técnicas, ejercicios y apoyo emocional, Logue ayudó al rey a mejorar su fluidez y a encontrar su voz.
Con información de Télam y otras fuentes
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