Miriam Toews, la escritora detrás del Oscar de “Ellas hablan”: “El perdón a menudo otorga permiso para seguir haciendo daño”

Nació en una colonia menonita de Canadá y escribió sobre violaciones en otra, que quedaba en Bolivia. A partir de ese libro se filmó una película. Aquí habla de cómo redefinir la fe y por qué resignarse y “pedir menos” no es una opción.

No era el medioevo, era el siglo XXI. Era América, Bolivia. Entre 2005 y 2009 en la colonia menonita de Manitoba muchas mujeres y niñas se levantaban por la mañana doloridas y con los cuerpos amoratados y sangrantes, con signos claros de haber sido agredidas sexualmente por la noche. En la comunidad no les creían y les decían que lo que les pasaba sedebía a sus fantasmas y demonios.

Eso les decían pero no era el medioevo, era el siglo XXI. Así que finalmente esos abusos fueron denunciados, fueron investigados y en 2011 un tribunal halló culpables a ocho hombres de esa comunidad de violar y anestesiar a 151 mujeres y niñas con un potente anestésico tomado de la belladona.

A partir de estos hechos Miriam Toews, una de las voces de la narrativa canadiense más interesantes de estos momentos, escribió una novela, Ellas hablan, en la que las mujeres se organizan para luchar contra la violencia. ¿Qué tan lejos queda Bolivia de Canadá? Tal vez no tanto: Toews creció en Steinbach, un pueblo fundado por menonitas en la provincia de Manitoba, que dio nombre a la colonia en Bolivia. Su comunidad llegó desde Rusia “huyendo de la persecución durante la guerra bolchevique y la revolución”, supo contar.

Y ella -nacida en 1964- fue parte de la primera generación que abandonó la comunidad y se fue a la ciudad, estudió en la universidad, se integró a la sociedad canadiense.

Miriam Toews y su libro "Ellas hablan".

Después del libro vino la película, que dirigió Sarah Polley y que fue la única nominada a los Oscar como Mejor Película que estuvo dirigida por una mujer. No ganó el de Mejor Película pero sí el de Mejor Guión Adaptado. En su discurso de aceptación, Polley recordó a Miriam Toews: “escribió una novela extraordinaria sobre una democracia activa donde las mujeres defienden su futuro libre de violencia, y lo hacen no sólo hablando entre ellas, sino también escuchando”.

Aquí, Toews conversa con Infobae Leamos.

-¿Cómo te enteraste de lo que ocurrió con las mujeres de Manitoba y qué te decidió a escribir sobre esta historia?

-Supe sobre estos ataques por parte de personas relacionadas con las víctimas por comentarios de mujeres en mi ciudad natal. He estado escribiendo sobre los menonitas durante mucho tiempo, sobre mi comunidad menonita y sobre la vida de las niñas y mujeres dentro de esa comunidad en particular. Tenía muchas preguntas en relación a los abusos en la colonia de Manitoba, en Bolivia. Específicamente, me preguntaba qué habrían hecho las mujeres como respuesta, cómo seguirían adelante con sus vidas, cómo cambiarían, cómo mantendrían su fe en medio de eso y cómo sonaría esa conversación.

-Hay un contrapunto permanente en los relatos que atraviesan el libro. Las mujeres no saben leer ni escribir pero para ellas las palabras son demasiado importantes. Al comienzo, cuando tienen que decidir no hacer nada, quedarse y luchar o irse. O más adelante, cuando debaten sobre si son o no revolucionarias y sobre la culpa. ¿Por qué son tan importantes las definiciones para ellas?

-Ellas necesitan definir quiénes son y qué quieren y necesitan dentro del contexto de su fe. No perderán su fe, pero necesitan redefinir lo que significa después de que los ancianos religiosos varones de su comunidad les hayan dicho y hayan hecho cumplir su obediencia y permanencia forzada durante tanto tiempo.

-También hay un debate filosófico que impresiona porque están planteados los temas por mujeres menonitas aisladas y violentadas, pero son cosas que cualquier mujer o grupo rezagado se ha tenido que preguntar a veces. ¿Pedir menos haría que nos conformáramos más?

-Eso es parte del discurso que hace un personaje, Scarface Janz. Ella dice que si las mujeres esperaran menos, serían más felices. No está dispuesta ni puede pedir más e incluso imaginar un mundo de “más cosas”, es decir libertad, organización democrática, seguridad para niñas y mujeres, etc. porque tiene miedo a las consecuencias y miedo a la incertidumbre. Pero no hacer nada o pedir menos no es una opción para las otras mujeres. Tienen que pedir más, o simplemente “tomar” más, si no para ellas mismos, para la vida y el futuro de sus hijos y nietos.

-Cuando analizan los pros de quedarse y luchar otro personaje, Ona, propone tener un motivo para luchar, que haya una convivencia igualitaria, libertad para escribir, pensar y una religión basada en el amor. La acusan de soñadora. ¿Te parece que fuera de esta historia también la acusarían a Ona de delirante?

-Por supuesto, algunos lo harían. Siempre hay gente que, por miedo e inercia, ridiculiza y desestima a personas como Ona y que quisiera acabar con todos los soñadores y visionarios de nuestro mundo.

Ellas hablan, la película.

-Otro debate que atraviesa todo el libro es el del perdón. A ellas las quieren obligar a perdonar y se dan cuenta que es un peligro perdonar a sus ofensores. ¿Por qué para todos es más importante el perdón que la reparación?

-Bueno, es un concepto religioso, lo espera la iglesia según los principios de la fe. Pero el perdón a menudo otorga permiso, en cierto modo, a los perpetradores para seguir haciendo daño. Nada cambia. Se mantiene el statu quo y se defiende el patriarcado y la gente sigue sufriendo y siendo silenciada.

6. Cuando deciden irse, la decisión que luego les cuesta más, creo, es definir a quién llevan. No dudan en llevarse a quienes están al cuidado de ellas, los bebés, niños, ancianos, los que tienen problemas de salud. Aquí me llamó la atención -o no- que en absolutamente todos los temas siempre había una en desacuerdo, pero ninguna mujer puso en duda que tenían que ocuparse de los cuidados de todos. Debatían la edad de los hijos varones, pero no el rol que les competía.

-Sí, sus vidas están al servicio de los demás. Ven su rol como mujeres, y de acuerdo a su cultura, como cuidar a los demás. Aquí, ellas empiezan a considerar la posibilidad de también cuidarse a sí mismas.

-Nettie, una de las mujeres decide no hablar nunca más con adultos y hacerlo solo con niños.También ponerse nombre de varón, todo como respuesta a una agresión prolongada. No es que no puede, no quiere hablar. ¿Es para protegerse, cuidarse o rebelarse?

-Buena pregunta. Se llama “mutismo selectivo”. Tanto mi hermana como mi padre dejaban de hablar por períodos de tiempo, a veces semanas. Siempre me lo he preguntado. ¿Era algo que podían controlar cuando todos los demás aspectos de la vida parecían estar fuera de su control? ¿Fue resultado de una enfermedad mental? ¿Una reacción al trauma? ¿O una forma de cerrar el tema? O es una toma de decisión, cuando parece que nadie dice la verdad, que no se dan cuenta de lo que realmente está sucediendo, para simplemente dejar de involucrarse con las palabras y el lenguaje, como si todo fuera inútil o una mentira.

"Ellas Hablan" , el libro.

- El límite para las mujeres de Molotschna -la comunidad de la película inspirada en Manitoba- es ver cómo están lastimando a sus hijas, no a ellas. Está muy presente esa imagen también en la adaptación de Sarah Polley. ¿Qué te pareció la adaptación en general y este tema en particular?

-Creo que es cierto que nosotras, como madres, a menudo solo nos decidimos a hacer cambios radicales en nuestras circunstancias cuando vemos cómo nuestros hijos están siendo dañados. No siempre, por supuesto; es más fácil decirlo que hacerlo y da miedo hacer cambios, contraatacar, irse o cualquiera de esas cosas. Pero creo que es más fácil luchar por nuestras hijas que por nosotras mismas. Me encanta la adaptación cinematográfica del libro que hizo Sarah. Ella capturó la esencia muy bellamente y también el debate central. Y el elenco fue tremendo.

-Vos misma viviste en una colonia menonita. ¿Cuál fue tu experiencia?

-Mi comunidad menonita era conservadora, fundamentalista y patriarcal, pero no tan aislada ni tan tradicional como la colonia de la que hablo en el libro. Las reglas establecidas por la Iglesia eran esencialmente las mismas y la desobediencia se castigaba, principalmente con la excomunión.

-Imagino que escribir el libro tiene que haber sido muy movilizante, ¿qué sentiste cuando la película fue nominada al Oscar y cuando ganó como mejor guión adaptado?

-No me sorprendió. Sara hizo un trabajo increíble. Sin embargo, lo que es más importante es que provocó un diálogo muy animado entre los menonitas y otras personas de todo el mundo.

-Se nota una gran admiración hacia todas estas mujeres. Es una historia estremecedora y tremendamente cruel, y ellas son las heroínas absolutas. ¿Confiás en que es posible rebelarse en situaciones no tan dramáticas pero más estructurales en los que sigue habiendo una gran desigualdad de género?

-¡Absolutamente! Es posible y vital.

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