Ailton Krenak, chamán, filósofo y líder indígena: “Los humanos somos animalitos pero queremos ir a Marte, deberíamos ser hospitalizados”

El pensador y activista está en Buenos Aires para presentar su libro “La vida no es útil”. Aquí dice que los humanos no somos el centro de la vida, que somos “animalitos” pero queremos ir a Marte y que deberíamos ser hospitalizados.

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Simpatía por la naturaleza. Ailton
Simpatía por la naturaleza. Ailton Krenak, en Buenos Aires.

Recuerdo un refrán oriental que aparecía como acápite en un viejo manual de Histología: “Cuando uno es ignorante, la montaña es una montaña, el agua es el agua y el cielo es el cielo. Cuando uno ha estudiado mucho, la montaña ya no es una montaña, el agua ya no es el agua y el cielo ya no es el cielo. Cuando uno es sabio, la montaña es una montaña, el agua es el agua y el cielo es el cielo”. Creo que pasan los años y la recuerdo por el hecho de que estuviera imprevisiblemente en un libro de Medicina.

Volví una y otra vez a aquella frase mientras leía La vida no es útil, el ensayo de Ailton Krenak que salió por Eterna Cadencia. Filósofo y chamán indigenista brasileño, Krenak es autor de un brevísimo libro que busca convertirse en un grito que sacuda las conciencias —que las despierte del coma modernista— en un llamado por la ecología, el abandono de la ideología mercantilista y extractivista, la puesta en cuestión de la idea de que el ser humano es el rey de la Creación, la crítica al capitalismo: al necrocapitalismo que, en una pesadilla financiera, consume al mundo hasta dejarlo como tierra yerma.

“¿Será que la única manera de demostrar a los negacionistas que la Tierra es un organismo vivo sea descuartizarla?”, se pregunta Krenak en uno de los artículos. Y más adelante, en ese mismo texto, dice: “Así como existen las palabras ‘viento’, ‘fuego’, ‘agua’, la gente piensa en la palabra ‘vida’, pero no. La vida es trascendencia, está más allá del diccionario, no tiene una definición”. Compuesto por cinco capítulos cortos que se llaman “No se come dinero”, “Sueños para postergar el fin del mundo”, “La máquina de hacer cosas”, “El mañana no está en venta” y un último que le da título al volumen, La vida no es útil convoca a mirar el mundo con ojos de sabio y reconocer el tejido que lo compone.

Ahora en Buenos Aires, a donde llegó para presentar su libro -este sábado-, Krenak habla con un portugués tan claro que es posible comprenderlo sin recurrir a la ayuda de Natalia Brizuela, autora del prólogo, que oficia de traductora. Krenak tiene una pulsera con los colores de la bandera de los pueblos originarios y un collar del que cuelga un penachito de plumas. Varias veces en la entrevista, sobre todo cuando sea yo el que habla, él va a tocar las hojas de las plantas que enmarcan la terraza de Eterna Cadencia. El cielo encapotado amenaza con una lluvia inminente, pero Krenak parece cómodo con el pliego de naturaleza que lo rodea.

"La vida no es útil".
"La vida no es útil". El libro.

¿En qué medida el discurso indigenista o latinoamericanista está ligado a las propuestas de izquierda?

—En la medida en que se imaginó este continente, esta Amerindia, esta América Latina, como un lugar colonial. Eso hace daño. Es necesario despegar de este lugar y pensar en un mundo globalizado. El mundo ya no está formado por continentes; habitamos un mundo en circuito. Esta pequeña aplicación —señala el smartphone con el que grabo la charla— nos conecta a una coordenada geográfica central. El pensamiento que podríamos considerar indigenista se vincula a una idea del pasado colonial y se reta a buscar una actualización. Porque si no podemos hacer esa actualización estaremos a la deriva.

A lo largo del libro, plantea una serie de imposibilidades en relación con el cese de la expoliación del mundo. Frente a eso, ¿solo queda indignación y resignación?

—Experimento un sentimiento que va más allá de la indignación y la frustración precisamente porque no tengo una experiencia personal sino que estoy explorando una experiencia común. Cuando exploras la experiencia común, te quedas sin ese lugar acusatorio de lo que ya no sirve. Aprendes que todo se mueve todo el tiempo.

¿Cómo se hace para cambiar la mente de los demás? El discurso apunta al capitalismo, pero no llega a afectar a los poderosos.

—Creo que al lugar de poder se lo afecta cuando logramos activar una crítica al cambio climático, a la erosión de la calidad de vida, porque justamente limitamos el espacio de ese poder. Lo acusamos de ser usurpador. Ernesto Cardenal dice que toda riqueza es injusta. No solo alguna, sino toda. Es una exclusividad que sólo puede ser garantizada por el dinero, por el exceso de mercancía. Mis tres ensayos —Ideas para postergar el fin del mundo, La vida no sirve y Futuro ancestral— tienen una secuencia de observaciones sobre el Antropoceno. No necesito ser vocero de la Organización Mundial de la Salud para decir que el planeta sufre de una humanidad enferma. Hay 8 mil millones de personas enfermas en el planeta. Y, si hay una parte que tiene privilegio, debemos acusar a esa parte de ser los ladrones del futuro. Como decía Greta Thunberg: el mundo de los adultos le robó el futuro a su generación.

En su libro justamente está la pregunta que se hacen los jóvenes: por qué tienen que ser ellos los que limpien la basura que produjimos los adultos.

—Es una pregunta muy justa y muy incómoda para este mundo adulto de la producción y la mercancía. Recuerdo muchos otros autores importantes que han dicho cosas similares. Vivimos en un mundo de mercancías, donde se pretende que la mercancía es sostenible: el auto es sostenible, el avión es sostenible, el edificio es sostenible. Pero es mentira. Es una falsificación del mundo que aceptamos de una forma casi pacífica. Tanto es así que nos relacionamos con estos aparatos —vuelve a señalar el smartphone— como si ya fueran parte de nuestro organismo. La gente hasta cambia su postura corporal para sentir que esta cosa es una extensión del cuerpo.

¿De qué manera los pueblos originarios se convierten en un actor político en Brasil hoy?

—Es una paradoja, porque es gente que debería haber desaparecido. En la narrativa colonial, se suponía que los indígenas desaparecerían. Pero cuando llega el siglo XXI, emergen como un fenómeno biológico. Están vivos y vocalizan a la Madre Tierra. Para los colonizadores debe ser muy decepcionante que estas personas sigan vivas y sigan pensando y sigan hablando. Entonces es un sujeto político insurgente. No está disputando el estatus político; lo está implosionando. Eso es lo desconcertante. Cuando entré en Eterna Cadencia, vi enseguida el título de una obra de Maurizio Lazzarato, ¿Te acuerdas de la revolución? Siempre estamos buscando algo nuevo, pero nos olvidamos de todo. Si los siglos XIX y XX movilizaron pasiones en torno a la idea de revolución, llegados al siglo XXI nadie recuerda siquiera la motivación para una revolución. Es como si se hubiera descartado esa salida.

Ailton Krenak en Buenos Aires.
Ailton Krenak en Buenos Aires. (Cortesía Eterna Cadencia)

En el libro hay muchos vínculos con la filosofía europea. Pero ¿cómo se relaciona con esas ideas? ¿Cómo apropiación, como crítica, como cuestionamiento?

—No pretendo incluir nada de ese pensamiento, sino que pretendo cuestionarlo y convocarlo como una de las formas de esta vasta humanidad que constituimos, y de pensar el mundo. No creo que haya gente en el planeta que esté fuera de eso. Si tuviéramos que imaginar la responsabilidad, todos somos responsables. Una pregunta que me hicieron en el lanzamiento del libro Futuro Ancestral fue: “¿Podrán los pueblos originarios de Amerindia, de las Américas, escapar del fin del mundo?”. Y yo dije: “¿Por qué? Todos estamos involucrados, todos estamos en el mismo lío”. Todas las ideas que inventamos son para justificar el error humano.

¿Qué significa recuperar el “sentido cósmico de la vida”?

—Quizás sea admitir que lo humano, esta idea de lo humano fue instituida hace mucho tiempo y que nos hemos metido tanto en este formato que no somos capaces de salir de él. De experimentar otra corporeidad, por así decirlo, de imaginarnos como plantas, de imaginarnos como pájaros, de imaginarnos con otras experiencias vitales. Que alguien pueda recordarnos que la vida no se restringe a este capullo, a esta configuración. La vida te pasa, me pasa, nos pasa a todos. La vida es promiscua. Nosotros no somos vida, solo somos un vehículo. Escapar de la idea antropocéntrica sería experimentar una comprensión de que la vida es una danza cósmica. La vida es más grande que nosotros. Estuvo en el planeta durante miles de millones de años y seguirá estando aquí después de que nos convirtamos en abono. Hay un filósofo que me gusta mucho, que se llama Emanuele Coccia. Tiene la idea de volver a la idea de evolución, pero no sólo desde la perspectiva de Darwin, sino también desde la de Kafka, que dice que puedes ser una cucaracha. Esto trastorna la vieja idea de que los humanos somos el centro de la vida. No somos el centro de nada.

Ailton Krenak en Buenos Aires.
Ailton Krenak en Buenos Aires.

En el capítulo La máquina de hacer cosas, retoma la frase de un amigo que le dice que tal vez los hombres descendemos de robots.

—Mi amigo bromeaba con la idea de que tal vez venimos de una experiencia traumática como las máquinas y que por eso insistimos en hacer este tipo de mundo. La pregunta nos ayuda a salir de este lugar… abstracto. Hemos creado una abstracción del ser humano. La idea misma de los derechos humanos es una mentira: no hay tal humano. Parece uno de esos cuentos de Jorge Luis Borges donde inventa personas, lugares, tramas y al final demuestra que todo era solo un cuento.

Si se entremezcla la evolución darwiniana con Kafka, ¿la idea de progreso se desmorona?

—La idea de progreso queda completamente cuestionada. El ser humano cree que va a alguna parte, pero no va a ninguna. Hay un poeta brasileño que me gusta mucho, que se llama Carlos Drummond de Andrade, que podría pensarse que es un profundo existencialista. Él tiene un poema titulado O Homem, as Viagem, en donde se pregunta qué quiere el ser humano. El hombre es un pequeño animal en la Tierra. La Tierra es un organismo vivo y el hombre es un animalito que podría quedarse aquí, pero que no encaja y quiere ir a Marte, quiere ir a Júpiter. Es como una psicosis. El ser humano debería ser hospitalizado.

Presentación en Buenos Aires

Cuándo: Sábado 20 a las 17.

Dónde: Centro Cultural Kirchner, Sala Argentina.

Con quién: Natalia Brizuela y Gabriela Cabezón Cámara.

Entrada: Gratis.

Quién es Ailton Krenak

♦ Nació en 1953 en una comunidad en Valle del Río Doce, Minas Gerais, Brasil.

♦ Comenzó su alfabetización a los 18 años.

♦ Se dedicó a la causa indígena.

♦ En 1987, en las discusiones de la Asamblea Nacional Constituyente en Brasil se pintó la cara de negro mientras daba su discurso en la sesión del Congreso Nacional, en reclamo al retroceso en los derechos indígenas.

♦ En 1988 participó en la fundación de la Unión de Naciones Indígenas.

♦ La Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF) le otorgó la distinción de Profesor Doctor Honoris Causa en reconocimiento por su lucha en favor de los pueblos indígenas y las causas ambientales de su país.

♦ En 2020 recibió el Premio Juca Pato al intelectual del año, por parte de la Unión Brasileña de Escritores.

♦ Es autor de los libros Ideas para postergar el fin del mundo (Prometeo, 2021), en traducción el español, y de O lugar onde a terra descansa (2000), O amanhã não está à venda (2020), y A vida não é úti (2020), y Lugares de origem (2021), en coautoría con Yussef Campos.

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