“Argentina tiene fama mundial por el fútbol, por Messi, por Maradona, y también por el Che Guevara. Pero en el campo de la literatura mundial hay otra figura argentina igualmente famosa, ese es nuestro Borges”, dice el hombre. El hombre que habla de “nuestro” Borges nació en Bangladesh, ese país asiático que festejó como propia cada victoria argentina en el último Mundial de fútbol.
El hombre se llama Razu Alauddin, nació en 1965 y se ha dedicado a traducir la obra de Jorge Luis Borges a su idioma. ¿Cómo sonarán en bengalí los compadritos? ¿Cómo se dirá “arrabal”?
A Aluddin no lo asusta nada de esto. Y aunque reconoce que no fue fácil traducir a Borges, no ve por qué sus temas no se van a entender en Bangladesh. Le dijo a a la agencia Telam: “No creo que sea difícil de explicar en nuestra cultura, ya que heredamos las tradiciones de la cultura oriental y occidental en nuestro proceso de pensamiento. No estamos aislados, estamos vinculados con otras culturas a través de la literatura, la música, la pintura, la filosofía. Entonces Borges es comprensible con todas sus particularidades”.
En 2023 se cumplieron cien años de la aparición de Fervor de Buenos Aires y Alauddin participó de las jornadas que se hicieron en la Feria del Libro para celebrarlo.
Allí desplegó su hipótesis: Borges quería “crear” la historia que a su país le faltaba porque “comparativamente carece de historia precolombina”.
Éste es su texto:
Fervor de Buenos Aires
Allá por la década de 1920, en los días del surgimiento de Borges, Ricardo Guiraldes hizo una apreciación verdaderamente intuitiva. Comprendió correctamente que:
“Borges estuvo entre esos escritores que tuvieron la misión de reformar y renovar la literatura argentina”.
Una mirada atenta a Fervor de Buenos Aires, el primer libro de poemas de Borges, no puede dejar de revelar los intentos de reforma y renovación en la literatura argentina.
En la época anterior a Borges, el reino de la poesía latina estuvo dominado por dos modernismos, uno de Rubén Darío y el otro de Leopoldo Lugones. Borges no sólo eludió el atractivo de los dos poetas, sino que también rechazó la poética de Darío, al tiempo que proponía un nuevo género de poesía. En interés de sus nuevos tipos de pensamientos poéticos, también rechazó el estilo y el pensamiento de Lugones. En el manifiesto Ultraismo declaró en 1921:
1. Reduccion de la lirica a su elemento primordial: la metafora.
2. Tachadura de las frases medianeras, los nexos, y los adjetivos inutiles.
3. Abolicion de los trebejos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciacion, las predicas y la nebulosidad rebuscada.
4. Síntesis de dos o mas imagines en una, que ensancha de ese modo su faculdad de sugerencia.
Además de la metáfora y la imagen, Borges también puso énfasis en la brevedad. La metáfora cobró importancia de él hasta el punto de escribir un extenso ensayo en ese mismo año 1921. Y por su amor a la brevedad llegó a rechazar la novela como género literario, acusándola de ser desfavorable a la contención artística. Todos sus libros de poesía dan testimonio de su amor declarado por la brevedad: rara vez han contenido un poema que abarque más de una o dos páginas.
Combinando los instrumentos descritos arriba, Borges dio nacimiento a un nuevo género en el mundo de la poesía argentina. Cierto que su género de poemas no fue tan influyente como los de Neruda, Darío o Lugones, pero nadie había negado su novedad. La frescura que aportó estuvo en el uso del lenguaje, el ritmo, la disposición de las figuras retóricas e incluso tambien en la selección de temas.
Este libro en particular se centra en la ciudad de Buenos Aires, sus calles, las casas y la vida de su gente común y su cultura. Si esta ciudad impregnó con intensidad cualquier otro libro de algún otro poeta argentino, no lo sé. Para mí, es Borges quien como primer poeta poetizó esta ciudad en su libro Fervor de Buenos Aires. Y poetizó con un nuevo sentido de la poesía y un nuevo viaje espiritual.
Lo que significa que el plan incluía no solo retórica del lenguaje sino también un nuevo viaje del espíritu. Por eso notamos al espíritu poético de Borges desparramarse en colores a la luz filosófica o metafísica, cobijados en el idealismo de Berkeley.
En el poema Amanecer intenta introducir un camino futuro de su viaje:
Reviví la tremenda conjetura
De Schopenhauer y de Barkeley
Que declara que el mundo
Es una actividad de la mente,
Este libro marca el comienzo de la consumada capacidad creativa de Borges con la que desplegó los misteriosos reinos del tiempo, la metafísica, el sueño, la imaginación, la eternidad y el ser humano en relatos y ensayos del tiempo por venir. Atisbos de estos pensamientos salpican todo el libro.
♦ La eternidad espera en la encrucijada de estrellas (Un patio).
♦ Del enigma del Tiempo (Final del Año)
♦ Como cesan los sueños
♦ Cuando sabemos que soñamos. (Afterglow)
A pesar de eso, Borges nunca se olvidó de hablar de sus raíces.
Adentro hay un extraño país, escribió.
Y esta extraña tierra es Argentina y Buenos Aires es su capital. Transformó en poesía su añoranza por Buenos Aires. Y también recreó Buenos Aires en el proceso de transformarla en poesía. Así como Buenos Aires creció Borges con su historia, tradiciones, calles, callejones, avenidas, habitantes y cultura, así Borges creó su Buenos Aires de nuevo, adornándola con imaginación, poder creativo, nostalgia, emoción y pasión. Argentina es el único país latino que comparativamente carece de historia y cultura precolombina.
No hay leyendas en esta tierra y ni un solo fantasma camina por nuestras calles. Ese es nuestro baldón. (El tamaño de mi esperanza, Jorge Luis Borges, 1926).
Borges había llenado este vacío con la realidad de la imaginación. El llamado que hizo a otros para crear Buenos Aires, ¿no fue en realidad un llamado a sí mismo para cumplir con su propio deber?
“Nuestra realidad vital es grandiosa y nuestro realidad pensada es mendiga….Ya, Buenos Aires, mas que una ciudad, es un pais y hay que encontrarle la poesía y la mística y la pintura y la religión y la metafísica que con su grandeza se avienen. Ese es el tamaño de mi esperanza, que a todos nos invita a ser dioses y a trabajar en su encarnación.” (El tamaño de mi esperanza, Jorge Luis Borges, 1926).
A través de su primer libro de poesía, Borges comenzó su intento de aliviar la pobreza (mendiga) de la realidad imaginativa (realidad pensada) que él produjo. Se había convertido en uno de esos dioses (dioses) de la realidad imaginativa, porque era consciente de que la Argentina era uno de esos países latinos que tenían menos historia que los demás.
En palabras de Carlos Fuentes:
“Un viejo chiste dice que los mexicanos descienden de los aztecas y los argentinos de los barcos. Tal vez ninguna otra nación haya inventado con tanto fervor una historia más allá de la historia, una historia verbal que responda al grito desesperado y solitario de la cultura: por favor, verbalízame.
Borges, por supuesto, es la fuente de esta otra historicidad, que compensa la falta de ruinas mayas, miradores incas o cosmogonías toltecas con el espacio total de “El Aleph”, el tiempo total de “El jardín de senderos que se bifurcan” o el libro total de “La biblioteca de Babel”. Pero tan sobresaliente como su invención de ciudades dentro de ciudades, ciudades reveladas sólo por el hecho de que otras ciudades imaginarias las ocultan. (En el libro de ensayos La novela en las Américas, Raymond Leslie Williams, University Press Colorado).”
Entonces sus cuentos habían llenado el vacío de la ausencia de historia con una historia imaginativa y del mismo modo en su primer poemario había creado Buenos Aires con imaginación y emoción. Por lo tanto, Buenos Aires es tanto la capital de Argentina como la capital de toda la obra literaria de Borges. Es la capital porque él había llevado esta ciudad en su corazón, sin importar cuán lejos lo llevara su imaginación.
♦ Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
♦ Esta ciudad que yo creí mi pasado
es mi porvenir, mi presente;
los años que he vivido en Europa son ilusorios,
yo estaba siempre (y estaré) en Buenos Aires.
No sólo en este poemario hemos sido testigos de la trascendencia y profundidad de la relación entre Buenos Aires y Borges, lo seguimos siendo también en su obra posterior.
Incluso en esos escritos, particularmente en los cuentos, cuando Borges optó por no mencionar el nombre, los lectores de Buenos Aires reconocen indefectiblemente las calles y los callejones.
En el cuento La Muerte y la Brujula la avenida Paseo Colón se convierte en Rue de Toulon y Adrogué se convierte en Triste le Roy. Borges nunca sale de Buenos Aires, aunque maneja su ingenioso arte para desdibujarla de vez en cuando.
Sin embargo, Buenos Aires en su obra posterior se hizo diferente a la de su obra anterior. Vestido con brevedad, se vuelve más sutil y simbólica, colocándose detrás de una pantalla de arte, en oposición a la presencia de un Buenos Aires abierto y audaz en su trabajo anterior.
Pero Buenos Aires se quedó con él todo el tiempo. El autor mexicano Alfonso Reyes describió la profundidad y el significado de la relación entre Borges y Buenos Aires de manera concisa pero correcta:
Buenos Aires es Borges porque ambos son un hervidero de migraciones y lenguajes.
Vemos el reflejo exacto de la diversidad étnica, cultural y lingüística de Buenos Aires tanto en la literatura de Borges como en su personalidad. Buenos Aires fue una encarnación de varias nacionalidades (portuguesa, inglesa y española) y bien versada en muchos idiomas y enriquecida por muchas culturas.
La ciudad está presente en varios poemas de Fervor de Buenos Aires así como muchos rincones de la Tierra junto con sus elementos culturales encontraron allí su presencia en expresiones un tanto figurativas de ‘la rosa de los Persas y de Ariosto’, ‘Heráclito, ' Europa’, ‘místicos’, ‘Schopenhauer y de Berkeley’ y ‘Benares’. De ahí que, al mismo tiempo, Borges presente en este libro a Buenos Aires como una esfera global que se asemeja al lugar que había descubierto en El Aleph.
El lugar donde estan, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los angulos. (Obras Completas, Jorge Luis Borges, Emece, 2007, P-664)
Por tanto, así como Fervor de Buenos Aires es un reflejo de esta ciudad, también es una figura simbólica del mundo mismo.
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