Un necrófilo que roba cuerpos, sesiones espiritistas y miedo al futuro: qué tiene Mariana Enríquez en la cabeza

La escritora participó de la Noche de las Ideas y allí fue dando pistas de sus elecciones estéticas. Las sorprendentes lecturas que elegía su madre para ella y su gusto por los cementerios. Hoy se presenta en Córdoba.

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Mariana Enríquez en "La noche de las ideas". (Camila Flores Cantino)
Mariana Enríquez en "La noche de las ideas". (Camila Flores Cantino)

Antes de su presentación de esta noche en Córdoba, Mariana Enríquez -una de las escritoras del momento- fue invitada a La Noche de las Ideas. El tema era Obsesiones, miedo y ficción de cara al futuro.

La autora ganó, entre otros premios en tierra francesa, el prestigioso Grand Prix de l’Imaginarie a Mejor novela extranjera por Nuestra parte de noche.

En este evento, que organizan el Instituto francés, la embajada de Francia, la red de Alianzas Francesas de Argentina y Fundación Medifé, habló en ese tono suyo tan personal, sobre las influencias de la cultura gala en su obra y su vida.

Dueña de un carisma único y frente a doscientas personas, la autora se despachó sin respiro sobre sus consumos culturales del país que vio nacer a Rimbaud, quizá su gran referente. El público, expectante de cada mención, agradeció hipnotizado cada una de sus palabras con aplausos y risas.

—Obsesiones, miedo y ficción de cara al futuro. Comencemos con el futuro: terminaste un libro.

—Sí, terminé y lo entregué.

—Esa es la parte del futuro.

—Lo que refiera al futuro me da miedo.

—Obsesiones: tienen mucho que ver con tu obra.

—Trabajé casi exclusivamente con cosas que me seducen, inspiran, en algunos casos me obsesionan y no siempre llegan por lugares habituales. Ejemplo, a Patti Smith le gustó un libro mío y lo más impactante de eso fue que yo me hice fan de Rimbaud porque Patti era fan de él. Ella fue una guía cultural. Me gusta mucho la música pero no puedo pensar en ningún elemento de lo que me gusta, obsesiones, influencias, en forma aislada porque no creo que lo estén. Por eso no entiendo al escritor que sólo lee, ese camino sólo transitado entre libros. Volviendo: ¿cómo iba yo a llegar a un maldito poeta francés viviendo en Lanús?

Mariana Enríquez, en escena. (Eva Cabrera)
Mariana Enríquez, en escena. (Eva Cabrera)

-¿Cómo?

-Quizá porque mi madre es profesora de francés y tuviera algún libro, pero no, sí de Baudelaire y de Verlaine, que era el novio de Rimbaud. Mamá me leía a Baudelaire, era un poco intensa (risas). Ahora estoy escribiendo un libro sobre Suede, una de mis bandas favoritas, y terminó siendo un libro sobre Lord Byron como el primer poeta que tuvo fans, que terminó siendo un libro sobre Orfeo, que lo mataron las bacantes, que seguían al Dios Dioniso, borracho escuchando música, como hace una en los recitales y terminó siendo un libro sobre una persona del suburbio que se identifica con una banda que también era del suburbio y sueña con Londres, como yo con Buenos Aires. Terminó siendo todo eso. No puedo pensar en mi vida sin esas cosas. No me interesa mi vida sin pensarla en relación a algo. Mi literatura es autobiográfica en ese sentido: todo tiene que ver con lo que me fascina, pero no sobre cosas que me pasen directamente a mí, porque eso no es tan interesante. Mi biografía es una biografía de mi imaginación.

—Escritores que no están traspasados por otras artes… poco creíble.

—No les creo nada.

—Influencias. Comencemos por la literatura francesa.

—Cuando voy a Francia me dicen que estoy aferrada a algo que ya no existe, el simbolismo, Baudelaire, etc. Nombro a Baudelaire porque es lo que me leía mamá cuando yo estaba con alguna de esas enfermedades largas. Madre había decidido que estaba bien para un niño leer a Baudelaire. Y yo leía la Biblia.

Los libros de Mariana Enríquez.
Los libros de Mariana Enríquez.

—¿Qué entendías de la Biblia siendo niña?

—Todo. Era muy católica. Tengo todos los certificados. Me bautizaron un poco grande porque mi mamá es atea. Tengo la comunión y la confirmación. En la confirmación el cura te dice que después de hacerte la cosita en la frente, lo vas a ver a Dios.

—¿Qué cosita?

—Un óleo que ponen en la frente, es la confirmación en la fe y te dicen que vas a ver a Dios. Yo no vi nada (risas). Esperé como un día y medio porque consideré que era suficiente tiempo.

—Podrías haber esperado un poco más.

—Estamos hablando de milagros. ¿Cuánto vas a esperar? Un día y medio y Jesús no se me apareció: decidí que renunciaba a la fe católica. Estéticamente me gusta, voy a catedrales, me gusta, es sumamente macabro.

—¿Lo que leía tu mamá de Baudelaire era macabro?

—”Una carroña”: “Recuerdas el objeto que vimos, mi alma/Aquella hermosa mañana de estío tan apacible/A la vuelta de un sendero, una carroña infame / sobre un lecho sembrado de guijarros”. Las flores del mal fue mi primer encuentro con él. No muy apropiado (risas). Después encontré otro: Mi corazón al desnudo y otros papeles íntimos –tengo muchas cosas de él– donde habla sobre la belleza. Leí esto de muy chica, y entre esto y Heathcliff de Cumbres Borrascosas todo lo que asumo como bello en un personaje está acá. “He encontrado la definición de lo bello, de lo bello para mí. Es algo ardiente y triste, algo un tanto vago que hace lugar a la conjetura”.

“¿Cómo iba yo a llegar a un maldito poeta francés viviendo en Lanús?”

—Contanos tus consumos culturales franceses.

—El simbolismo es lo que más me gusta, es muy influyente para mí. Uso bastante lo visual y tengo un par de íconos, no solamente en lo pictórico, sino en el cine, y todo está relacionado con mis obsesiones. El simbolismo define el siglo XIX, en la época victoriana. Era bastante diferente a lo que pasaba en Francia, que era más satánico. Ya que estamos hablando de obsesiones, hace poco estuve en Francia y vi la tumba espectacular del espiritista Allan Kardec, en el cementerio de Père Lachaise. Cuando fui había una señora al lado de la tumba, no sé qué fue, se había armado una carpa. El espiritismo como movimiento se llama espiritualismo y coincide con el momento más cartesiano de la Revolución Industrial y de la Ilustración, el más racional. Estaba ese resto pagano de gente comunicándose con los muertos, al mismo tiempo que querían comprobarlo con la ciencia.

-Cruces.

-Estaba Houdini, que era mago, pero un mago ilusionista; él sabía los trucos y los develaba. Además estaba Conan Doyle -el autor de Sherlock Holmes- y lo que es hermoso de Doyle, por eso lo amo, es que se creía todo: por aquella época había unas chicas en el campo en Inglaterra que trucaban fotos, y se nota todo. Están las nenas con unas hadas, pero todo está hecho como “recorto y pego”. Este hombre lo vio y se volvió loco, creyó que era cierto y escribió sobre eso. Es hermoso su nivel de inocencia y la belleza de ese texto pero lo habían engañado.

-¿Sí?

-Estaba casado con una médium. Mucho tenía que ver que su hijo había muerto en la guerra y quería comunicarse con él. Hay fotos suyas con supuestos ectoplasmas… el ectoplasma es una cosa que sale por los orificios de los médiums. En las fotos se ve solamente por la boca para hacerlo un poco más respetable, pero realmente sale por todos los orificios. Y los mediums generalmente eran mujeres. Entiendo que había sexo en las sesiones. Muchas chicas quedaban embarazadas de fantasmas…

Charles Baudelaire. La lectura infantil de Mariana Enríquez.
Charles Baudelaire. La lectura infantil de Mariana Enríquez.

-¿Y qué pasaba?

-Houdini le dijo a Conan Doyle: “Sos una persona respetable, quiero hablar con mi mamá que murió”. Aparece supuestamente la madre de Houdini hablando perfecto inglés, cosa imposible porque la señora hablaba idish y poco inglés. Houdini le dice: “Sos un chanta” y agrede sexualmente a la mujer y se pelean. Al mismo tiempo, estaba Allan Kardec en Francia, un tipo que decía “el espiritismo funciona, es todo cierto”. Esto no tiene demasiado sentido porque un médium también puede mentir, sobre todo porque las sesiones se hacían por dinero. Las chicas que participaban eran muy jóvenes y cobraban, era una forma de mantenerse y de hacerse independientes como mujeres.

-Estaba extendido el espiritismo...

-Kardec dice “no hay que preguntar, hay que creer”. El kardecismo tiene esta parte pequeñamente intensa en Francia pero es fuerte en Brasil, llegan a tener hospitales espiritistas. Otro es Eliphas Lévi, gran ocultista y mago francés. Había una rusa, una satanista importante que hacía misas negras en Montparnasse. En Montparnasse también había un necrófilo que se robaba cuerpos del cementerio. Todo ocurría al mismo tiempo en pequeños círculos; pero eso no significa que estos círculos no tuviesen una intensidad importantísima. Esa intensidad que ahora no se ve salvo en Francia, aunque es muy escasa. Por supuesto eran trucos. Se metía la la médium dentro de un ropero y no es que aparecía el fantasma al mismo tiempo que la médium, ella lo hacía aparecer mientras estaba ahí adentro. O sea, podía ser ella que se cambiaba ahí y salía caminando. Además, en Inglaterra, se usaban mucho los espíritus guías como John y Katie King, hay muchas fotos de ellos. Florence Cook era la más importante de las espiritistas y, revelo un secreto, en Nuestra parte... Florence se llama así por tres: Florence Cook, la médium; Florence Farr que es una de las co-electoras de la Orden Hermética de ocultismo de la Golden Dawn y Florence Welch.

—Vamos a otra parte de la cultura francesa que nos gusta: los cementerios.

—Conozco los tres cementerios de París. Mi favorito es el del Montparnasse, que es el de famosos como Cortázar, César Vallejo. A Vallejo, el poeta peruano, es fácil encontrarlo porque le dejan Inca Kola que tiene un color amarillo verdoso fosforescente y entrás a este lugar muy elegante y de repente ves eso y decís “ese es Vallejo”. Cortázar es más difícil. Están Baudelaire, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras. Beauvoir está con el marido, Sartre, en el mismo espacio. Hay una artista francesa notable, Niki de Saint Phalle, que trabajaba con venecitas y cerámicas, y hacía unas obras extrañas. Es más, tiene un jardín de tarot en Italia espectacular. Tenía un asistente, Ricardo, gay y que murió de complicaciones por el sida. Ella le hizo un gato blanco, enorme, gordo, divino… con todas cosas coloradas, en dedicatoria a Ricardo, y es muy bello; porque Montparnasse, más allá de ser un lugar con artistas y cosas lindas, es bastante gris y de repente están la Inca Kola y Ricardo.

Pere Lachaise. Un cementerio de París. (Shutterstock)
Pere Lachaise. Un cementerio de París. (Shutterstock)

—Hablemos de cine de terror.

—Los que me leyeron se van a dar cuenta de por qué a mí me gusta esto. (Pasan las imágenes en la pantalla) Este es Alphonse Osbert, rosacruz, otra divinidad ocultista; y es muy famoso por esas chicas que solía hacer, que eran unas musas fantasmas. Esta pintura la tenía en la pared cuando escribí Este es el mar y hay escenas de ese libro que transcurren ahí. Son las chicas de Este es el mar, y hay una parte donde bañan a Elena, y es esa. Elena es Gustave Moreau, un especialista en adolescentes andróginos, mujeres perversas, monstruos… la cosa sana (risas). Moreau era el gran pintor de la época, tiene un atelier/casa/museo espectacular donde quiero pasar una noche para escribir un libro.

—¿De qué época hablamos?

—1898, a fines del siglo XIX. Está Jean Delville, belga, teosofista, los seguidores de Madame Blavatsky, una rusa que se exilia en París e inventa la teosofía. La teosofía mezcla tradiciones esotéricas de muchos lugares. Era muy rara Blavatsky y Delville estaba en esa. Orfeo, una de mis inspiraciones para Este es el mar. Orfeo era músico y se enamora de Eurídice que muere en su noche de boda. La muerde una serpiente, va al infierno y él la va a buscar. Seduce al Cancerbero, el perro de tres cabezas que protege el infierno, también a Carontes, el barquero. Cuando llega al infierno, Perséfone y Hades le dicen que se la puede llevar porque se conmueven. Lo único que le dice Hades es “Confiá, no mires para atrás para comprobar que ella está ahí porque nos la quedamos”. Pero Orfeo miró, porque era un chongo y como todo varón, no pudo. Se queda solo y deprimido y anda cantando por ahí y las bacantes, las seguidoras de Dionisio dicen “Estamos hartas de este que canta y nos enloquece, estamos enamoradas de él”. Están celosas. Es un fanatismo intenso porque lo aman y lo odian, entonces lo despedazan.

-Intenso.

-Dejan solamente la cabeza, que la toman otras chicas y se la llevan a la isla de Safo donde vivían todas mujeres, y ahí se hace el gran oráculo de Orfeo. Funciona durante mucho tiempo hasta que se hace más importante que el oráculo de Delfos y Apolo lo manda a destruir. Otro: Fernand Khnopff, alucinante. Está en el Petit Palais y es la idea de la mujer en la metamorfosis, el chico andrógino... Esta es mi estética.

-Sigamos.

-Odilon Redon. Súper famoso, de 1916, de Burdeos, y se hizo conocido por un libro, À rebours de Huysmans, que trata de un esteta que visita el infierno y aparece Odilon Redon como uno de los protagonistas. Fue uno de los que ilustró Las flores del mal. Hizo una cosa muy importante: en ese momento estaba el Salón de París, donde se presentaba toda la pintura del momento y estaban los críticos, unos viejos ácidos horrorosos que decían “Esto está bueno, esto no” y la gente salía destruida. Romperla en el Salón era lo más, pero generalmente la rompían los más caretas. A los que tenían cierta innovación los destrozaban, y un destrozo en el Salón significaba que no tenías mecenas, no tenías plata. Entonces Redon hizo el Salón de Pintores Independientes y es finalmente uno de los pintores con más conciencia artística

-¿Otros artistas?

-Félicien Rops, belga. Todos los temas de Rops son esto: ¿ven el diablito? Esfinge, diablo, mujer, todo es macabro, muerte, lujuria… esto es lo que le interesaba a Rops, un dibujante de la época, muy popular. Sus temas eran eróticos, ocultistas, satánicos. Es también otro de los ilustradores de Las flores del mal y es incluso el más importante de ellos. En aquella época Las flores del mal no se censura en Francia, pero sí en Bélgica. Y el que promocionó y diseñó la edición fue este señor, soy muy fan. Todo es macabro, ataúdes, la muerta que se levanta…

-Volvamos al cine.

-Esta es Béatrice Dalle, la actriz más icónica de mi generación. Hay mucho hombre al que le gusta “la loca”. Ella es loca-loca. Una de las primeras películas de las que quiero hablar es Dans ma peau de Marina de Van. Hay una época en la que se empieza a realzar el cine y el género en Francia, películas aisladas, satánicas, etc. No es especialmente fuerte, tuvo una tradición fantástica en la creación del cine pero se fue desvaneciendo. En los 2000 surge un movimiento que los críticos llamaron “nuevo cine extremo francés”, que no es sólo terror sino extremo. Marina de Van no volvió a filmar. Su película era sobre una mujer que un día se lastima y hace lo que todos: chuparse la herida, pero le gusta eróticamente. Termina autocanibalizándose. Recomiendo que vean cómo una persona puede estar tan loca, primero para tener la idea y después para hacer la película.

-¿Qué más?

-La siguiente es Guillaume Depardieu, el hijo de Gérard Depardieu, uno de los amores de mi vida. Estoy escribiendo un libro sobre él, no voy a contar más que eso.

—Muy triste su historia.

—Murió a los 37 años. Si no te morís a los 27, tenés que morir a los 36 o 37, después ya está, ya te morís normal. Le habían cortado la pierna como a Rimbaud, la misma pierna, nunca lo eligieron para hacer de él, lo pusieron a Leonardo di Caprio, nunca supe por qué. Teniendo a este señor, que además no tiene pierna y encima es hijo de Gérard. Cuestión: me enamoré de él perdidamente porque era un joven bello. Seguí toda su carrera, me deprimí cuando tuvo el accidente, cuando lo amputaron, su noviazgo con Béatrice Dalle, porque si está de novio con ella, ya fue (risas). Murió de neumonía, quizá por una infección que tuvo después de la amputación.

—¿Pasamos a la música?

—Soy muy fan de Serge Gainsbourg, uno de mis artistas favoritos. Me gusta toda la saga de la familia Gainsbourg, quise ir la última vez a la casa, pero todavía no la pueden habilitar como museo porque no tiene ventanas. Serge odiaba las ventanas. ¿Saben que hizo en versión reggae La Marseillaise antes de que Charly García hiciera el Himno Nacional en versión rock? Es buena versión pero lo es porque políticamente está bien. No importa musicalmente, esto que Gainsbourg hace es tomar un ritmo de Las Antillas, un lugar que Francia históricamente consideró su territorio sin darle a la gente ninguna de las ventajas de ser francés. Colonialismo, básicamente. No me gusta el reggae pero sí el gesto político de cantar el himno de los hijos de la patria en el lenguaje musical de la colonia. Súper punk. Esto de reversionar es un gesto que Charly tomó de ahí pero nunca lo menciona, creo que es una tontería que no lo haga porque las influencias hay que decirlas. Todo esto que estoy diciendo lo pueden trazar en mis libros y eso no hace que mi voz sea menos…

—Menos original.

—Es que no existe la originalidad. La originalidad es esto. Es todo lo que te forma y de todo eso sacás algo nuevo.

En Córdoba

Mariana Enríquez presentará el show “No traigan flores”, de música, literatura y obras visuales. Será en la Universidad Nacional de Córdoba.

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