Entre la clandestinidad y lo público: escritores que se tomaron la palabra para afrontar su identidad sexual

En el Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia la conversación también gira en torno a la vida de quienes dedicaron sus días a las letras. Ellos, que con el corazón y la memoria, reflejaron la dificultad de vivir en un mundo que los señalaba por su orientación sexual y por defender los derechos de la comunidad LGBTI, fueron protagonistas y testigos.

De ello dieron cuenta en sus escritos; allí describieron también las hostiles épocas que convulsionaron sus propios sentires, pero también las que conflictuaron sus luchas y sus defensas. Sus testimonios no pierden vigor, aun después de que cruzaran el arcoíris para no regresar.

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En esta búsqueda por el ser reunimos a tres escritores: Gabriela Mistral, Carlos Monsiváis y Pedro Lemebel. Que sean ellos y sus historias los que nos cuenten sus experiencias.

Infortunadamente, el acoso, la tortura, la persecución y el señalamiento hacia miembros de la comunidad LGBTI no es asunto que haya mermado en nuestras sociedades. De hecho, la homosexuialidad y la transexualidad son causa de castigo en numerosos estados donde incluso pueden merecer la pena de muerte, como es el caso de Uganda y su Ley anti-homosexualidad.

A través de ensayos, poesía, narrativa y otros formatos, la literatura también ha reflejado la situación que han padecido sus protagonistas, dejando así un legado que los congrega en el mismo escenario al que se vieron desplazados en su momento y para el que entonces tenían una defensa determinante: la palabra.

Con motivo del Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia citamos a estos escritores cuyas experiencias y reflexiones quedaron impresas para la posteridad. Ellos son:

Un 7 de abril el mundo vio nacer a Lucila de María Godoy Alcayaga quien se convertiría en una de las escritoras más prolíficas del territorio latinoamericano bajo el seudónimo de Gabriela Mistral, nombre con el que recibió el Nobel de Literatura en 1945.

Su vida transcurrió en medio de una sociedad profundamente conservadora en la que, prácticamente, todo su ser era objeto de discriminación en la época. Mistral era mujer, huérfana de padre, tenía rasgos indígenas, era pobre y lesbiana. Allí, el escenario no podía ser amable, pues la sexualidad ni siquiera hacía parte del repertorio de temas disponibles en casa o en la calle.

A los 15 años tuvo que empezar a trabajar como ayudante de profesora y aun sin educación formal se convirtió en una de ellas. Poco tiempo pasó para que las palabras la abordaran, pues sus clases de poesía también fueron un eje que la destacó a tal punto de ser una de las invitadas esenciales en el desarrollo de conferencias y congresos.

Su sexualidad seguía siendo un misterio hasta la publicación de sus diarios personales y el documental “Mujeres locas”, dirigido por Elena Wood. Allí se hace un repaso por la vida sentimental que tenía Mistral con Doris Dana, siendo la primera vez que se da cuenta de su sexualidad, la que se creyó había intentado omitir.

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Nacido el 4 de mayo en Ciudad de México, Monsiváis desde corta edad prometía un futuro prometedor en el mundo de las letras; desde muy joven estuvo vinculado a la cultura y el humanismo, elementos que edificaron el pensamiento del que se convertiría en uno de los más destacados escritores, ensayistas y cronistas de América Latina.

Aunque si bien no se conocen registros en los que el escritor expresara públicamente su orientación sexual, su posición y activismo en pro de la defensa de los derechos de la comunidad LGBT+ lo hizo una de las voces más importantes de su época. Oponiéndose a todas las formas de autoritarismo se pronunció a favor de las luchas feministas y estudiantiles, entre otras causas sociales.

En un momento en el que declararse homosexual de manera pública era considerado un verdadero crimen, Monsiváis no reparaba en levantar su voz. Así, construyó manifiestos, relatos, ensayos y otros documentos que permitían la circulación de las ideas y la visibilidad de las situaciones que denunciaba. Incluso, como director de la revista Siempre, se publicaron los primeros manifiestos a favor de los derechos LGBTI.

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El barrio La Legua y su vulnerabilidad fueron el epicentro de un escritor contestatario a los desafíos que le ponía su propia época desde su nacimiento un 21 de noviembre. Allí crecería para desarrollar una voz a la que aun cuando le fue negado gritar encontró su propio camino en medio de escritoras feministas que le permitieron ser el escritor que quería ser.

El mundo aún no lo sabía, pero el público vio correr a un niño que más tarde haría de estas superficies su propia pasarela, pues no temió ir pisando fuerte sobre unos tacones bien sujetos a los tobillos con los labios pintados de rojo y las mejillas coloradas en medio de una sociedad sumergida en los prejuicios que se tejían en la década de los 50.

No obstante, no solo las letras lo verían ser, también ejerció como artista visual y cofundador del colectivo de arte Yeguas del Apocalipsis, donde a través de propuestas performáticas, vídeo y fotografía, con Francisco Casas Silva, buscaba generar visibilidad de la diversidad sexual de su país.

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