El nuevo libro del escritor argentino nacionalizado español Mario Satz se adentra en las representaciones que para cada cultura tienen los jardines, en un esfuerzo por sublimar la tierra, más allá de su carácter utilitario.
Si la caligrafía nos revela el arte de detener el tiempo mediante escuetas muescas, signos e ideogramas, reza la contraportada, el arte de la jardinería aparece ante nosotros para sacralizar un espacio y acotar una aspiración: la voluntad de dominio sobre la naturaleza a la par que la captura de un agua que, al fluir por canales simétricos, contraste con el desorden de los ríos y el ritmo aleatorio de la lluvia.
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Al interior de estas páginas, con buen tino, el escritor argentino intenta llegarle al lector con esto de que, en cierto modo, cada jardín se cierra al mundo de afuera para abrir el suyo propio, lleno de regiones de frescura y ensueño.
En “El jardinero del Chahar-Bagh” los lectores encontrarán una revelación poderosa: en el afán por volver a la condición adánica que cada jardín estimula vemos cómo se despliega lo mejor del talento humano.
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De alguna manera, sugiere el autor, conocer los principales rasgos de una cultura implica fijarnos en los trazos de sus letras, en la forma en que se oye su música y, claro, en sus jardines, porque las grafías, las notas y el parterre son todas conquistas del quehacer humano, al tiempo que ofrendas de la naturaleza, obras de arte cuya expresión lo atraviesa todo.
En este libro, Satz presenta seis relatos que se remontan a los tiempos de Persia y el glorioso Japón, que conducen a los lectores por paisajes de Andalucía, Italia y Francia, en la búsqueda de esos pequeños momentos de luz y gracia que algún jardín le brindó a un hombre, a un clan, a un país entero.
Fueron cerca de siete años los que se tomó el autor de títulos como “La música de las esferas” y “El alfabeto alado” para concebir el tono de estas historias en las que parece querer decirnos que el gozo que un jardín puede proporcionarle a nuestras vidas es casi infinito, a pesar del crimen y las disputas, la violencia o el afán de competir, y en virtud del amor o la devoción.
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“(...) el hecho de volver a la relectura de los cuentos tradicionales japoneses, rusos, chinos, esquimales o hindúes, aligeró bastante mi prosa, le dio un aire melódico, pues a pesar de su riqueza verbal lo narrado hilaba con ligereza anécdotas muy cercanas a la crónica y los anales de los historiadores de cada una de las culturas aludidas. Yo quería salir de la cárcel de mi tiempo, de sus desamores y sus marginaciones”, escribió Satz en un artículo de making of publicado por el portal Zenda Libros.
Publicado por la editorial Berenice en su colección de relatos, “El jardinero del Chahar-Bagh” es quizá uno de los libros más sublimes de Mario Satz, quien ya antes ha podido sorprender a los lectores con la sutileza de su narrativa. Aquí, sin embargo, lo dota todo de una frescura solamente equiparable con el rocío que yace sobre las plántulas en nuestros jardines, cuando ha llovido de más y la presencia, o el rumor de la presencia es lo que elige quedarse.
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