El escritor, docente y profesor de Análisis del Discurso, Charlie López pasó por el stand Leamos-Bajalibros, en la Feria del Libro de Buenos Aires, para relatar algunas historias curiosas del español y sobre su último libro, De dónde vienen.
López recordó cómo que se convirtió en “detective de la lengua”: “Cuando yo descubrí que las palabras tenían orígenes casi explícitos. Por ejemplo, cuando era chico y me encontré con que mi mamá me decía ‘poné eso en el armario’ y yo de 12, 13 años dije ‘armario, debería haber armas’, claro, porque las hubo. Después descubrí el tema del desayuno porque des-ayuno, porque es de noche y yo por lo menos hago ayuno. De a poquitito me empecé a armar una biblioteca, puede que mi primer libro haya sido el primero en el tema, en 1993, y se llamó Detrás de las palabras. Este es el quinto, aunque este tiene una característica especial. Tiene 250 dichos con sus historias y una apéndice atrás con el origen y las historias de las mal llamadas malas palabras”.
“Primero lo que hago es juntar palabras, sobre todo dichos, presto atención a cómo habla la gente. Voy a la bliblioteca, el libro a diferencia de Internet tiene chequeos, pasa por correctores. Lo que encuentro en Internet después trato de encontrarlo en los libros, porque trato que todo esté mínimamente documentado”, dijo en diálogo con Julieta Roffo.
Tres historias increíbles
El origen de la palabra croto: “Había un gobernador que ni bien había asumido, le había dicho a los trabajadores que viajaban a levantar las cosechas que no iban a pagar más pasaje de ferrocarril, entonces estos trabajadores golondrina se presentaban en las estaciones y cuando les pedían boleto decían ‘Yo viajo por Crotto y ¿por qué viajaba por Crotto? Porque el gobernador que le había dado esa licencia se llamaba José Camilo Crotto”.
La biblia y el calefón: “Hubo un tango muy famoso que salió en 1934 escrito por Enrique Santos Discepolo, se llamaba Cambalache. Ese tango es una obra maestra en lo que se refiere a su letra y música, habla del principio del siglo XX. En una parte dice “se ve a la Biblia llorar al lado de un calefón” y eso me quedó a mí. Cuando lo empecé a investigar me encontré con que en los años 20, hace 100 años, que las familias menos acomodadas no tenían un baño instalado, tenían una letrina que era un agujero en el piso para sus necesidades fisiológicas. Esos baños solían estar al fondo de las casas chorizo, que eran las casas que tenían habitación, habitación, habitación, habitación, baño al fondo y una cocinitas adelante. Se compartían los baños y a veces las cocinitas. Bueno, en los 40 se empiezan a hacer más populares los baños con inodoro y también con calefón, aunque no era lo mismo que conocemos ahora todos. Lo que no se hace popular es el papel higiénico porque era carísimo, carísimo, carísimo. Entonces la gente utilizaba papel de diario y las señoras solían pedirle al frutero que le dé los papeles con que venían envueltas las manzanas y las peras, que eran cuadraditos, finitos y absorbentes. Había otro elemento que se utilizaba mucho, las iglesias con el fin de promocionar la religión regalaban Biblias y pasaban casa por casa regalando o las repartían en las plazas. Entonces la gente se dividía en dos grupos: los que rezaban y los que le clavaban la tapa en el baño al lado del calefón y utilizaba las hojas para esos menesteres”.
Vender humo: “Desde la época de los romanos hay vendehumos y los políticos son grandes vendedores de humo, de nada que se pueda agarrar. Tenemos que ir justamente a la antigua Roma, al siglo III, y a un personaje llamado Vetronio Torino que decía que era amigo del emperador y que él podía conseguir favores. El emperador se enteró, le hicieron una trampa, lo capturaron y lo ejecutaron. Pero no lo mataron de la manera tradicional lo ataron a un palo, le pusieron ramas verdes a sus pies, le prendieron fuego a las ramas y un funcionario del Imperio dijo ‘que al humo perezca quien humo vende’ y de ahí viene la frase”.
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