Peter Lanzani hizo de Moreno Ocampo en “Argentina, 1985″: juntos, ahora cuentan qué es verdad y qué es ficción

En la Feria del Libro, el actor y el fiscal del Juicio a la Juntos, mostraron complicidad, contaron cómo se construyó el personaje y hablaron del coraje y del miedo.

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Luis Moreno Ocampo y Peter Lanzani en la Feria del Libro. (Gustavo Gavotti)
Luis Moreno Ocampo y Peter Lanzani en la Feria del Libro. (Gustavo Gavotti)

La sala Halperín Donghi de La Rural estalla de gente, no queda ni un asiento libre y muchos permanecen de pie. Es sábado a la tarde en la Feria del Libro y se presenta un libro, pero también una película. Allí está el autor de Cuando el poder perdió el juicio, Luis Moreno Ocampo, el Fiscal Adjunto en el juicio a las Juntas Militares; y también está Peter Lanzani, el actor que interpreta al primero en la película Argentina, 1985, sobre ese mismo proceso judicial.

Los acompaña la periodista María O’Donnell, que modera y parece entender el clima. No hay solemnidad en la sala, más bien todo lo contrario: hay risas, hay camaradería y muchos aplausos. O mejor, como dice quien ejerce de moderadora, lo que hay es una revalorización de algo que salió bien para todos: Justicia. Y esa frase que pronunció el fiscal Julio Strassera y que quedó tatuada en el inconsciente colectivo argentino. Ese Nunca Más.

El libro de Moreno Ocampo se publicó por primera vez en 1996, en el 20° aniversario del golpe militar, pero la aparición de la película le dio una nueva vida y permitió que, por iniciativa del propio fiscal, se publicara una cuarta edición que suma como subtítulo el nombre del film.

Así ambas obras quedan hermanadas y se retroalimentan. “El libro es importante y todo es comunicación”, dice el fiscal, “pero las películas son masivas. Si el libro vendió 10 mil ejemplares, que es mucho, a la película la vieron 15 millones de personas. El libro llega a un grupo reducido y, si queremos llegar a todo el mundo, hay que entender una lógica diferente. El aporte de Ricardo Darín y de Lanzani para traer el juicio a 2023 es genial, es un nuevo mundo que se incorpora, una nueva generación. Peter además es conocido por... ¿cómo se llama?”. Y, desde el público llega un “¡Casi Ángeles!” a coro seguido por las risas desde todos los rincones de la sala.

La presentación transita en esos dos ejes: la experiencia de Moreno Ocampo y la experiencia de Lanzani. Ambos se muestran muy juntos, hay gestos de afecto entre ellos, una palmada al hombro, una risa cómplice. “Le copié algunos modismos acá al doctor”, cuenta el actor y admite que apenas si habló una sola vez con el fiscal antes del rodaje. Y fue por vía virtual, porque Moreno Ocampo vive en Estados Unidos. “Sí, fue un poco cringe encarnar a una persona viva. Estuvo bueno. Pero la búsqueda no era por hacer un calco de Luis, sino encontrar una esencia”.

"Cuando el poder perdió el juicio"
"Cuando el poder perdió el juicio"

Moreno Ocampo lo interrumpe para acotar que el actor se pasó semanas usando corbata porque, en esa época, había que usar corbata siempre. “Y también se fumaba, la gente fumaba todo el tiempo”. Y Lanzani se ríe, como se reirá muchas veces, pero su conclusión es que no se puede contar en una película exactamente lo que pasó, aunque, al final, lo importante es que “los chicos que fueron al cine, las generaciones más jóvenes, conozcan la historia, que se compren un libro sobre el tema, que se interesen, que empiecen a investigar. Eso es lo que se busca”.

Al final es una película, una versión adaptada y ficcionalizada de un hecho real, trascendental. “Es fiel en las partes judiciales”, explica el fiscal. “Los testigos dijeron lo que dicen en la película. Julio Strassera y Darín dijeron lo mismo. Es textual. Lo que tiene ficción es que yo no corrí por las calles escapando de la policía. Los diálogos con Julio fueron distintos. Por ejemplo, él nunca dejó de estar furioso porque hice el programa con Bernardo Neustadt y en la película me felicita. Ese guion, con dos actores híper conocidos, suma mucho y al final es imposible que los fiscales reales le ganen a los de la ficción”.

Aquel periodista fallecido en 2008 vuelve a aparecer minutos más tarde porque Moreno Ocampo explica que, en la película, su familia aparece como la representación de un sector de la sociedad, aquel más conservador que no confiaba en el juicio, que no creía en los crímenes que de los que eran acusadas las cúpulas del poder militar. Una parte de la sociedad, representada en la madre del fiscal, termina convencida y entiende la gravedad de lo ocurrido. Pero otra, representada en su tío, jamás lo hizo y justificó durante años el accionar de la dictadura.

“¡Mi vieja se convenció con el primer testigo!”, cuenta el fiscal y se ríe. “¡Fue demasiado rápido! Era mi testigo de cómo iban las cosas. Yo no quería su aprobación, pero sabía que si no la convencía a ella, no iba a convencer a nadie. La escena con Neustadt era muy importante porque nos trajo a todos los que no nos querían. Él era un periodista muy famoso que había sido vocero de la dictadura y Julio lo odiaba mal. Yo le dije que lo usáramos a nuestro favor y funcionó. Unos días después del programa, un militar me cruzó en la calle y me dijo muy serio ‘¿usted es Moreno Ocampo? Usted me convenció’, me dio la mano y siguió caminando”.

El mismo Lanzani se cuenta entre aquellos muchos jóvenes que no vivieron el juicio de 1985 y muchos menos la dictadura. Nació en 1990 y hoy tiene la misma idea que tenía Moreno Ocampo cuando fue fiscal adjunto.

“Algo sabía del tema, pero aprendí muchísimas cosas a partir de la película. Yo no lo viví en carne propia y aprendí por cruzarme con gente que lo vivió. El director Santiago Mitre hizo una investigación de más de dos años y eso está representado, aunque es imposible contar todo. Sobre todo me pareció fascinante lo de ‘los fiscalitos’, un grupo de chicos jóvenes que trabajaron recopilando información para el juicio. Yo no tenía idea de eso y me pareció genial y un gancho para que generaciones más jóvenes se sintieran cercanas. Pero no vas a comparar”, le dice el actor en tono cómplice al fiscal, “yo estaba delante de una cámara y vos, en el juicio más importante de Latinoamérica”.

Actuando. Ricardo Darín  y Peter Lanzani en "Argentina, 1985"
Actuando. Ricardo Darín y Peter Lanzani en "Argentina, 1985"

Así se ve su relación: un afecto casi paternal, una confianza generada en el haber pasado juntos por esta curiosa experiencia, pero en diferido. En la realidad y en la ficción. En una corte o en la pantalla. Un extraño lazo de esos que son difíciles de explicar, pero muy obvios de percibir.

De todas formas, Lanzani tiene un buen punto: ¿cómo hizo un joven abogado de apenas 32 años para pararse frente a uno de los juicios más importantes (quizás, el más importante) de la historia argentina? “Cuando decidí ser abogado a los 14 años, mi viejo se peleaba con mi tío, que apoyaba el golpe contra (el presidente constitucional Arturo) Illia y mi viejo se oponía. Ese día quise ser abogado. Así que cuando me ofrecieron este cargo, era mi sueño, era lo que quería hacer. Me sentía preparado, era un desafío que yo sentí que podía enfrentar aunque tuviera que ser un súper fiscal. La ventaja era mi ignorancia porque muchos de los defensores de los acusados eran ex jueces. Julio me dijo que teníamos sólo 4 meses para preparar todo lo que pudiéramos. Y lo hice como me pareció. Llamamos a las víctimas y pudimos recabar información. Por momentos lo racionalicé porque pensé que me podían matar. Así que antes de arrancar el auto, abría la puerta porque me dijeron que si explotaba una bomba, con la puerta abierta no me iba a dañar tanto. Y la cerraba cuando no explotaba nada”.

Pronto aparece un tema que resultó polémico a la hora del estreno del film: la casi total ausencia de Raúl Alfonsín, el presidente que promovió el juicio a las Juntas. Sin embargo, tanto el autor del libro como el protagonista de la película le bajan el tono a la polémica.

Peter Lanzani y Luis Moreno Ocampo con María O'Donnell en la Feria del Libro. (Gustavo Gavotti)
Peter Lanzani y Luis Moreno Ocampo con María O'Donnell en la Feria del Libro. (Gustavo Gavotti)

Para Moreno Ocampo, el caso de Argentina es único y lo es sobre todo por Alfonsín, porque, apenas asumió, cumplió con la promesa de declarar nula la decisión del gobierno militar de otorgarse una autoamnistía apenas tres meses antes del retorno de la democracia. El candidato peronista, ítalo Lúder, dijo que eso era imposible, que no se podía revisar. El Congreso termino apoyando la decisión del flamante mandatario, incluso el peronismo lo apoyó. “Alfonsín era un proyecto que unía a todos. En la película, hay una nube negra que amenaza, porque nadie nos pone un revólver en la cabeza, pero hay una sensación de miedo general. Y también hay una nube blanca que nos protege. Esa nube era Alfonsín. Apenas aparece para mostrar que respeta el poder judicial. No es una película sobre él, pero queda bien parado.”

En el mismo sentido, Lanzani dice que le parece bien que el entonces presidente no se vea en pantalla porque eso genera una suerte de mística muy interesante: “se vuelve un personaje más relevante al no mostrarlo”.

Al final, el libro vuelve a publicarse para promocionar la película y ésta abre el abanico y la posibilidad de que el libro y sus protagonistas lleguen más lejos: a Hollywood, a la España que no juzgó los crímenes del franquismo, al Kazajistán que lidió con los líderes soviéticos y sus herederos, o a ese Chile que, como explica Moreno Ocampo, procesó su dictadura “en dosis homeopáticas”, a diferencia de Argentina, en donde “se hizo una cirugía mayor desde el primer día”.

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Será una historia argentina, pero es también una historia muy humana. Una historia de sufrimiento, de Justicia, de cómo romper con esa idea de que es mejor no molestar al pasado, sobre todo cuando ese pasado incluye a dictadores. A esos dictadores que, como dice el libro desde el mismo título, “perdieron el juicio”. En sentido figurado, porque se volvieron locos, pero también en sentido literal, porque fueron presos. Presos mediante un juicio justo que salió bien para todos.

Cuando el libro de Moreno Ocampo se publicó por primera vez, hace 27 años, llevaba en su portada una imagen de El Principito, que fue prohibido por la dictadura. “Me parecía ridículo prohibirlo, así que ponerlo en la tapa fue una forma de celebrar la libertad”, dice el fiscal.

Por eso el fiscal, el actor, la periodista y el público se ríen tanto, por eso no hay solemnidad, por eso hay gestos de afecto y aplausos notablemente cálidos que inundan una y otra vez la sala. Porque se trata de celebrar.

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