Tomarse de la mano, darse un beso, decir “te amo”. ¿No es eso vivir el amor en plenitud? ¿Quién no quiere algo así con una pareja? Suena bien, pero en la charla de este sábado, en la sala José Hernández de la Feria del Libro, no hubo lugar para idealizaciones ni para acercamientos ingenuos sobre la práctica más extraña de que los humanos somos capaces. “Todos ingresamos al amor y entramos en un código que repetimos cual ritualidad repetitiva”.
El que hablaba era el filósofo y divulgador Darío Sztajnszrajber. La sala estaba llena: el público había esperado un buen rato afuera, en una fila que se cruzaba con otra de gente que esperaba ver a Javier Santaolalla, un científico español de casi dos millones de seguidores en Instagram. Esto era el antepenúltimo día de la Feria: gente que se chocaba entre sí, filas cruzadas y famosos firmando autógrafos.
Una escena de amor
Y en la José Hernández, la más grande de la Feria, Sztajnszrajber. Szeta, para los amigos. Conocemos al autor por sus incursiones en la televisión, sobre todo Mentira la verdad (canal Encuentro); en radio, Demasiado humano en Futurock, y libros anteriores como ¿Para qué sirve la filosofía? Pequeño tratado sobre la demolición (Editorial Planeta) y Filosofía en 11 frases.
A las 19 llegó al escenario, saludó con los puños en alto y buzo de jogging. Lo esperaba un escritorio y un vaso de agua, nada ni nadie más. En el público, en la primera fila, estaba la periodista Soledad Barruti, pareja del filósofo. Darío no perdió tiempo: leyó un fragmento de su nuevo libro El amor es imposible (Planeta). “Tal vez es el libro más genuino que escribí, acá soy yo abriendo mi alma que no tengo”, dijo después, al terminar.
Pero volvamos al principio. El autor leyó una introducción de seis páginas ideal para la reproducción oral, porque relata una historia familiar. “Mis padres estuvieron juntos más de cincuenta años en una pareja sin ninguna sorpresa, sin sobresaltos, con un preciso trabajo de disolución de cualquier riesgo. Rutinas propias de una generación que anhelaba lo seguro: el despertador a la misma hora todos los días, hacer las compras en los mismos comercios, el llamado telefónico esperado”, leyó el autor.
Hasta que un día, a sus ochenta años, con el marido enfermo, la madre le dijo a Darío: “¿Sabés? Una vez me enamoré”. Y no de cualquier persona, sino de un amigo del marido. “Percibí la disputa interior de una mujer que tenía que lidiar con una impresionante cantidad de dispositivos institucionales de normalización de roles, géneros, sentidos, fidelidades, comportamientos”, leyó el escritor.
“Todo un aparato gigante de ensamblajes atravesando el cuerpo de una mujer que en algún lugar imprevisible pudo encontrarse con el deseo”. Finalmente, la “infidelidad” de la madre del autor sólo se consumó en una charla de una hora en la puerta del kiosko con su enamorado. “Fue increíble todo, yo ya estoy hecha”, había dicho ella. No necesitaba más.
“En esa escena se condensan las dos versiones de lo imposible”, dijo Sztajnszrajber. La imposibilidad institucional de una generación que lidiaba con la disciplina rígida del deseo, y el hecho de que durante esa hora en el kiosko hubo “un destello de lo imposible”, porque a pesar de todo fue suficiente. “El amor siempre es a pesar de”, sentenció, porque se trata de “desarmar formatos que nos colocan en un lugar repetitivo, burocrático, normativo”.
Al momento de conocer la historia de su madre, el libro tenía dos capítulos escritos. A partir de entonces tomó otro viraje. La propuesta tiene que ver con “no dejarnos llevar por una idea de amor que busca inducirnos a ser parte de un dispositivo que nos quiere enamorados para legitimarse a sí mismo”.
¿Por qué el amor es imposible?
El libro está separado en ocho tesis, cada una es un motivo por el que el amor es imposible. La imposibilidad es, de hecho, el eje que recorre todo el texto. “No digo que el amor no existe; sino que es imposible; es distinto”. Es común decir: “ahí va mi amor imposible”, pero basta imaginarnos con esa persona en la vida cotidiana, estando veinte años juntos, esa supuesta imposibilidad y deseo empezaría a deshacerse. “Necesitamos que exista un amor como ideal nunca consumado, porque si se consumara perdería su diferencia”.
En la sala se escuchaban risas ocasionales, en algún momento alguien empezó un aplauso que se disolvió antes de generar adhesiones. “Cuando hay amor, lo que más se desarma es nuestra propia identidad”, declaraba el autor desde el escenario. “El amor nos saca de nosotros mismos”. Entre el público había estudiantes, ancianos, adolescentes, parejas, todos miraban absortos. ¿Pensarían en los dispositivos que nos llevan a reproducir maquinalmente los códigos de las instituciones que regulan la experiencia amorosa? ¿O solo asistían a un evento masivo para pasar otro sábado con su pareja?
“Creemos que amamos, pero no hacemos más que entrar en una repetición permanente de esquemas y lugares que nos necesitan de ese modo”, explicaba Sztajnszrajber con ecos foucaultianos y la lentitud pedagógica que lo caracteriza.
El primer motivo por el que el amor es imposible es que todo amor es la repetición de un primer amor que además nunca existió. “Hay algo, una tipología que se repite, porque ese primer amor nos marca para siempre”, dijo, “pero cuando vamos para atrás vemos que no hay un atrás”.
A los nueve años, Darío se enamoró de una compañera. Tres años duró el amor, hasta que un día reunió coraje para declararse. Cuando al fin se había decidido, llegó el primer día de clase y ella se había cambiado de colegio. “Mi primer amor es un amor trunco”, dijo. Como toda anécdota enunciada en esta velada, hay un significado detrás, una condensación de sentido.
El primer amor nunca existió porque no podemos controlar la memoria, “lo vamos a modificar según cómo estamos en el presente”. Si estamos bien ahora, lo vemos de una forma distinta que cuando estamos mal. “Yo no sé si de acá a unos años no va a irrumpir otra historia que responda a una nueva idea que tenga del amor”.
Otro concepto es que el amor está siempre por venir. “Lo que hace es alertarnos de una contingencia”: ese amor por venir puede ser con la misma persona que ahora nos acompaña, pero no hay que pensar que el amor llegó a su punto máximo, definitivo. “Yo estoy re enamorado, y está ahí mi novia, Sole”, dijo señalando la primera fila, “y pienso que de acá hacia adelante me voy a enamorar mucho más”. Habló también de asumir la finitud del amor, que en el fondo es la aceptación de que tarde o temprano vamos a morir: “Tanto Sole como yo sabemos que nos podemos desenamorar”.
Otra de las tesis es una reescritura de la famosa consigna del Mayo francés: “Si el amor es imposible, discutamos lo imposible”. Es el capítulo más filosófico. “Lo imposible es lo que está por venir, lo que no podemos ni siquiera pensar”, explicó. El legado de su madre es que no podemos reducir el amor por venir a los esquemas existentes. Su madre vio a su enamorado una hora en un kiosco y con eso quedó satisfecha. No hizo falta cumplir con los requisitos de todo encuentro amoroso porque propuso sus propios términos.
Sztajnszrajber gesticulaba, se detenía a explicar. Alguien de la organización se acercó y susurró algo. “¿Redondear? ¡Pero me faltan como siete tesis!”, se quejó Darío, y procedió a enumerar el resto de forma más sintética. La siguiente: el amor es imposible porque es inefable, una de las tesis que más le gustó escribir porque apunta al conflicto con el lenguaje.
“Hay algo del amor que nos excede porque está fuera del lenguaje, y por lo tanto no podemos comprenderlo”. En este capítulo empieza el llamado a la deconstrucción del amor, porque “todo lo que se dice sobre el amor es choto, poco, trucho o careta”. Mención aparte mereció el famoso “te amo”: “A todos nos gusta decir esa frase, la decimos todo el tiempo”, pero aclaró que en realidad el “te amo” es menos un regalo que una exigencia, porque quien lo dice espera que el otro diga: “Yo también”.
Las siguientes tesis postulan que el amor es incalculable porque no podemos calcular con quién enamorarnos. Mencionó el flechazo de Cupido y la idea de que uno no elige de quién enamorarse, todo cálculo es erróneo. “El amor es la demostración de que hay un mundo incalculable”.
Por último, y apremiado por el tiempo, el filósofo no dejó de mencionar la deconstrucción de la monogamia. “Hago una defensa de la amistad como el amor que se viene”: si el amor se pareciera más a la amistad, traería menos problemas, declaró. Tampoco quedó afuera el postulado de que el amor es imposible porque involucra a otro. “Y el otro es otro porque es inaccesible, entonces el amor nunca termina de consumarse”.
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