Hay un saber generalizado en los pasillos de la Feria del Libro, que es el máximo evento cultural de la Argentina y que tiene ya asentadas algunas de sus tradiciones: el robo de libros, en medio de la muchedumbre que puebla los stands más solicitados, es una práctica común.
Hay algunos stands que contratan empleados especialmente para que se instalen casi como un cordón de control en las salidas de sus espacios, atentos a ver qué tienen en las manos y en las mochilas quienes salen de ahí. Hay otros que tienen designada a una persona para verificar que quien se va de las cajas lo haga con la cantidad de ejemplares que acaba de pagar: ni uno más. Hay algunos que contemplan como parte de sus costos de participación en la Feria el dinero que perderán por los libros que se irán de ahí escondidos, a cambio de cero pesos, pura pérdida para los expositores. Y hay stands que deciden reforzar la seguridad privada que los rodea para minimizar los riesgos.
El robo de libros es el “mal de muchos” en la Feria del Libro. El peligro de amplio espectro en los pabellones de La Rural. Sin embargo, hay un stand que tuvo que pedir refuerzos de seguridad no porque les robaran, sino porque los agreden. Es el espacio Orgullo y Prejuicio, dedicado a la diversidad sexual y de género, en el pabellón ocre de esta Feria. Se trata de un stand institucional: la Fundación El Libro, a cargo de la organización del histórico evento, lo creó hace años y lo sostiene. Allí hay libros que, por sus autores, por sus temáticas, por las preguntas que les dejan a sus lectores, ponen el foco en las minorías si se tienen en cuenta la orientación sexual y la identidad de género.
“‘Estos putos de mierda’ nos gritaron”, cuenta Jeremy, el encargado de la librería del stand Orgullo y Prejuicio. “Pasó un tipo, supongo que de cincuenta años, que la primera vez que estuvo delante del stand nos gritó eso, ‘putos de mierda’, y se filmó y filmó nuestro stand mientras nos gritaba”, cuenta a Infobae Leamos. El agresor pasó de nuevo frente al stand, un rato después y sin bajar la voz volvió a gritar: “Pedófilos, hijos de puta, ustedes no tienen que tener ningún derecho”.
“Unos días antes, también a los gritos, una mujer de cuarenta o cuarenta y dos años empezó a gritarles a las compañeras que atienden la caja. Se tiró casi encima de la persona que estaba pagando en ese momento y empezó a increpar a mis compañeras”, describe Jeremy. En la credencial que lo identifica con su nombre, como en la cartelería del stand, asoman los seis colores de la Bandera del Orgullo.
“La mujer les gritaba que por qué decía ‘diversidad sexual’ en un cartel. Que por qué hay que hablar de sexualidad en la Feria, que por qué hay que hablar de las distintas orientaciones sexuales, y les repetía a los gritos: ‘Yo les pago el sueldo, yo les pago el sueldo’”, suma el encargado del espacio Orgullo y Prejuicio.
Después de la primera agresión, desde el stand pidieron al comisariato que existe en La Rural y también al equipo de seguridad privada que reforzaran su presencia allí. “Lo hicieron. Tanto los guardias de seguridad como el comisario, que pasó varias veces a preguntarnos si iba todo bien. Están atentos. Pero no pueden estar todo el tiempo acá, y estamos expuestos a que se repitan las agresiones”, dice Jeremy.
Para este domingo, que el pre-candidato a Presidente Javier Milei presentará su último libro en la sala más grande de esta Feria, desde el stand Orgullo y Prejuicio pidieron que esos refuerzos de seguridad fueran todavía más fuertes. “El año pasado, cuando vino su gente, nos agredieron mucho. Y creemos que puede pasar lo mismo”, adelanta Jeremy.
Habla de algunos de los seguidores de un pre-candidato que crece en las encuestas en un país que fue pionero mundial en la legalización del matrimonio igualitario pero en el que hay quienes no se esconden -al contrario, se filman- mientras gritan “putos de mierda”. El principal peligro, para este pedacito de la Feria y para aquellos a quienes representa, no es una pérdida económica sino la violencia.
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