Faltaba una hora para la hora señalada y al stand que Leamos - Bajalibros tiene en el pabellón amarillo de la Feria del Libro ya empezaban a acercarse mujeres y varones con dos preguntas en la punta de la lengua. La primera: “¿Acá va a ser lo de Gil Lavedra y Moreno Ocampo?”. La segunda: “¿Van a hablar un poquito de la película?”.
Unos cuarenta minutos después Luis Moreno Ocampo, fiscal adjunto del Juicio a las Juntas de 1985 -y por ende ladero de Julio Strassera-, abrazó a Ricardo Gil Lavedra, uno de los seis jueces de ese proceso, con varias de esas palmadas que hacen sonar fuerte las espaldas. Intercambiaron los libros que los habían llevado a la conversación pública que estaban a punto de tener y que rodeó de público el stand. El ex juez tenía para ofrecer La hermandad de los astronautas, que publicó a fines de 2022, mientras que el de Moreno Ocampo traía consigo Cuando el poder perdió el juicio.
Ambos libros revisan el histórico proceso judicial que los tuvo como protagonistas en 1985, que fue eje de la película dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín: en sus páginas, cuentan cómo fue el día a día de ese juzgamiento histórico y qué consecuencias desencadenó en medio de una jovencísima democracia.
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“El gran aporte que hizo el juicio a la transición democrática argentina fue que permitió edificar esa democracia sobre la base del cumplimiento de la ley y de que los poderosos tenían que rendir cuentas por sus crímenes ante un tribunal. Permitió uno de los pocos consensos que hay en la sociedad argentina que es el de nunca más a las dictaduras y a la violencia política”, explicó Gil Lavedra.
Sobre la misma cuestión, el ex fiscal sumó: “Alfonsín dijo que el juicio iba a terminar con los cincuenta años de dictaduras que se repetían desde 1930 y creo que en eso tuvo razón. El juicio fue un antídoto para los golpes de Estado, y también fue crucial para enterarnos y entender qué nos había pasado”.
¿Y qué recuerdan estos dos protagonistas sobre aquellos días, estimulantes y frágiles, en los que estaban embarcados en un proceso histórico para la Argentina y para la jurisprudencia global? “Si tengo que poner una palabra, sería incertidumbre. La incertidumbre de los caminos difíciles en los que no hay certezas de cómo pueden terminar”, contó Gil Lavedra. Moreno Ocampo sumó su mirada: “Yo fui como el cuarto mosquetero: ellos ya eran jueces de cámara permanentemente, Strassera ya era el fiscal, y a mí Julio me invita a participar de este juicio y nada más. Y nada menos. Sentía que tocaba el cielo con las manos”.
Como si hubiera sellado un pacto entre caballeros, Gil Lavedra destacó el rol de Moreno Ocampo a la hora de organizar la prueba en contra de las máximas autoridades de la dictadura militar para lograr su condena, mientras que el fiscal subrayó la importancia de los seis jueces por ser quienes finalmente dictaron la sentencia en contra de aquellos a los que se les pudo probar la responsabilidad por delitos de lesa humanidad.
En medio de una conversación que pasó desde la reconstrucción del clima de época hasta detalles técnicos de la administración de justicia, ambos se permitieron algo así como una confesión. “Yo no lloré ni mientras escuchaba los testimonios ante la fiscalía ni durante las audiencias, pero cuando tenía toda la prueba producida y fui a ver La historia oficial al cine lloré todo, y eso que era mucho menor a lo que habían declarado delante mío. Creo que el rol de fiscal me cuidaba de alguna manera”, contó Moreno Ocampo, que recomendó a todos los que escuchaban atentamente que no se pierdan el documental El juicio, que ahora mismo exhibe el Malba en su ciclo de cine.
Gil Lavedra advirtió sobre un detalle de ese material fílmico dirigido por Ulises de la Orden y hecho a partir de cientas de horas filmadas en la sala de audiencias donde se juzgaba a, entre otros, Jorge Rafael Videla y Emilio Eduardo Massera: “Cada vez que vean a un juez taparse la cara como con visera para tomar nota en realidad además de tomar nota está llorando o conmocionado por lo que un testigo acaba de declarar”.
Tal como esperaban quienes habían llegado con enorme anticipación a escucharlos, Argentina, 1985 fue parte de la conversación. El pie lo dio el propio Moreno Ocampo cuando contó que su propia madre no creía que fueran ciertas todas las torturas y desapariciones que su hijo le narraba tras escuchar testimonios, hasta que los veía en la prensa escrita luego de que las víctimas sobrevivientes, sus compañeros de cautiverio o los familiares de las víctimas prestaran su declaración judicial. Algo de eso se ve en la película que estuvo nominada al Oscar: la madre del Moreno Ocampo de ficción, encarnado por Peter Lanzani, da vuelta su mirada sobre los hechos con el correr del juicio.
¿Cuáles son los “pulgares arriba” y los “pulgares abajo” de Gil Lavedra y Moreno Ocampo respecto de la película que resultó una conmoción y un éxito de audiencia tanto en el cine como en streaming? “Agradezco que se haya hecho la película porque ha permitido poner en consideración pública un hecho fundante de la democracia. Es un muy bien producto cinematográfico, tiene una estética del Hollywood de los 40: en la presentación visual, en la separación entre buenos y malos. Y por supuesto, me hago cargo de que es una película de ficción y comercial”, empezó Gil Lavedra.
“Lo único que le reprocho es cierta pereza intelectual por parte de los guionistas. Si hubieran estudiado mejor la realidad, de ahí habrían sacado mejores tramas dramáticas que muchas de las que inventaron. Y por supuesto están las omisiones, como la de Alfonsín. Se presenta el juicio como si fuera una consecuencia natural de las cosas, y sin Alfonsín no habría existido nada de lo que existió en ese sentido. De todas maneras, reitero, gracias Argentina, 1985 por poner esto de vuelta en el tapete para que además los más jóvenes puedan tener conciencia de lo que pasó”, sumó el ex camarista.
De la vereda de enfrente respecto de la representación del entonces Presidente en la trama, Moreno Ocampo sostuvo: “A mí me parece que la película es excepcional, y la presencia de Alfonsín también. Alfonsín quería que el juicio fuera de todos los partidos, que no fuera del radicalismo, y la película lo que hace es unir en ese sentido. No es una película anti-peronista, eso sí, pero creo que lo representa muy bien a Alfonsín. Las amenazas que teníamos sobre nosotros eran como una nube negra, y Alfonsín era lo opuesto, una nube blanca que sobrevuela en todo eso y en la película”.
Coincidieron en una crítica conjunta: la de la omisión de una placa que diera cuenta de los indultos impulsados por Carlos Menem durante su Presidencia luego de que otras placas informaran las leyes de Obediencia Debida y Punto Final sancionadas cuando Alfonsín todavía ocupaba el Poder Ejecutivo. Y volvieron a subrayar la importancia de que las generaciones posteriores a la dictadura y al juicio se sumergieran en esos años de forma tan masiva.
Alrededor, en silencio, con atención, los escuchaba público de todas las generaciones. Los que andan por una edad parecida a las suyas y a los que todavía les faltaba bastante para nacer cuando ellos estaban participando de la refundación de la democracia en la Argentina. Los aplaudieron al final. Y algunos se acercaron, para una foto, para darles las gracias por la charla y por las condenas. A decirles de cerca y con firmeza: “Nunca más, nunca más”.
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