17.15 del viernes 12 de mayo. Una fila larguísima espera en la puerta de la sala Alfonsina Storni de la Feria del Libro para participar de la “Jornada 40 años de Democracia: Juicio a las Juntas, un punto de inflexión en la recuperación del estado de derecho”, que empieza en quince minutos. No es cualquier encuentro y hay expectativa. Es que la presencia de los jueces Ricardo Gil Lavedra, Guillermo Ledesma y Jorge Valerga Araoz, con la moderación de la periodista María O’Donnell, en esta edición de la Feria interesa.
La capacidad del espacio designado para el encuentro es de 80 personas pero basta con ubicar el último de la fila para saber que no va a ser posible. Cinco minutos más tarde, de la organización informan que habrá un cambio de sala y que la Victoria Ocampo —abarcando también la Domingo F. Sarmiento— es la nueva locación. El público, desbocado, ingresa a la(s) sala(s).
Gil Lavedra, Ledesma y Valerga hacen un recorrido por las difícilesdecisiones que tomaron porque “las normas militares eran inaplicables” y porque nunca se había hecho algo así, dicen que octubre de 1984 fue el punto de inflexión, cómo hicieron para copiar en secreto el Juicio -del que hoy solo hay cuatro copias- en un lugar en la calle Lavalle y que llevaron los 96 casetes “entre medias y pañuelos” hasta Noruega. También que las copias originales dormían en un pasillo y se estaban deteriorando, cómo debatían entre ellos, el carácter de cada uno y el lazo entrañable entre ellos. De todo eso hablan.
Te puede interesar: Ricardo Gil Lavedra revisa el Juicio a las Juntas: “Habría sido más fácil dar penas altísimas, pero no hubiera sido de acuerdo a la ley”
“Señores, de pie”, murmura un hombre en la tercera fila y agrega: “como cuando empezaba cada audiencia, ¿te acordás? Le voy a mandar un mensajito a mi señora”, comparte con su compañero de asiento eventual al comienzo de la jornada. Y hay que decirlo: verlos sentados ahí moviliza. Entre el público también están la celebrada escritora argentina Claudia Piñeiro, Ezequiel Martínez, el director de la Feria; y Juan Boido, director editorial de Penguin Random House. O’Donnell presenta a cada juez en medio de aplausos cerrados -cuenta que León Arslanián no puede asistir por estar enfermo- y comienza el diálogo: ¿Cómo viven el revival de Juicio?
“Estamos muy agradecidos por la película Argentina 1985″, empieza Gil Lavedra,“porque permitió volver a poner en la consideración pública un hecho histórico tan importante para la transición democrática”. También señala que la película consiguió penetrar en los sectores más jóvenes, de los que nacieron en democracia “y que no vivieron aquellos acontecimientos que verdaderamente fueron el cemento de esa joven democracia”.
Te puede interesar: Argentina, 1985: memorias del horror del Juicio a las Juntas Militares en primera persona
Por su parte, Ledesma dice que está “encantado con el revival” y suma que “es una oportunidad para reconocer a Alfonsín y a los miembros de la CONADEP”. Valerga Aráoz coincide con sus compañeros y advierte: “Se le ha criticado la falta de rigor político [a la película] y eso ha pasado al segundo plano”. Y sigue: “Lo importante es renovar el interés en la gente joven en averiguar qué es lo que pasó”, y concluye: “hay que sacarse el sombrero con Santiago Mitre y a todos los que produjeron la película”.
O’Donnell indaga sobre el libro La hermandad de los astronautas y consulta sobre el contexto en que Raúl Alfonsín asume la presidencia, la amnistía a los militares y la posibilidad que las propias Fuerzas Armadas investigaran los crímenes de lesa humanidad. Al respecto, Gil Lavedra dice que “para cobrar dimensión de la actitud de Alfonsín, hay que tener en cuenta que la Argentina no existía ningún precedente en el mundo de que un tribunal civil pudiera juzgar crímenes en el Estado”.
“Cuando asume Alfonsín”, continúa Gil Lavedra, “Argentina es la primera democracia restituida”. Dictaduras en Uruguay, Chile, Paraguay, Perú, Bolivia y Brasil forman parte de ese contexto difícil, en el que Argentina “de lo corriente, lo normal”.
Y llega la frase contundente: “Ni los empresarios, ni la Iglesia, ni los medios querían juicio”, sentencia Gil Lavedra. Ledesma sigue en ese tono: “Me da toda la sensación que Alfonsín habría preferido que juzgaran los militares este asunto”. Valerga Aráoz también comenta sobre el juicio a los militares por los propios militares y ahondan en las prisiones preventivas a Videla y Massera.
Tras algunas cuestiones técnicas sobre la decisión de por qué un juicio oral llega una frase que desata las risas: “Fuimos presionados al principio para que se hiciera a puertas cerradas y otras ofertas que no voy a decir por quién”, dice Ledesma. El público sigue enganchado, registrando a los protagonistas de uno de los momentos más importantes de nuestra Historia reciente. El encuentro sigue sobre cómo se atribuía la responsabilidad, cómo adecuar este juicio, la selección de casos paradigmáticos y cómo “la fiscalía hizo una labor extraordinaria con ayuda de la CONADEP”.
96 casetes
La charla comienza a aflojarse cuando empiezan a contar anécdotas. Por ejemplo, cuando Ledesma cuenta el viaje a Noruega para llevar la primera copia del Juicio. “La llevamos en nuestra valija, literalmente”, dice. “Sacamos la copia en secreto, fuimos sacando pedacitos de la Cámara [Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal]”, detalla Gil Lavedra y continúa: “‘El negro’ (para referirse a Ledesma) fue el líder de toda esa gestión. No sé quién nos habrá autorizado”.
Sigue con el periplo: “Los llevábamos a un lugar de la calle Lavalle a pasarlo a VHS y nos quedaron como 96 casetes, los distribuimos y se llevaron las valijas, con las medias y los pañuelos”. “Fue un trabajo también artesanal”, sintetiza Gil Lavedra.
Valerga Aráoz aporta otros datos que llaman la atención: “El tema es que las copias originales, que estaban en la Cámara Federal, se empezaron a deteriorar”. ¿Por qué? Según cuenta Valerga Aráoz “estaban en un pasillo húmedo, en una bajada por la calle Uruguay que estaba absolutamente cerrada. Era peligroso y cualquiera que quisiera hacerlas desaparecer podía hacerlo encendiendo un fósforo”.
Ahora, cuentan, hay cuatro copias: una en Memoria Abierta, una en la Cámara Federal, una en la Universidad de Salamanca y otra con los jueces. Pero, ¿dónde se puede ver completo el Juicio a las Juntas? “En ningún lado”, dicen, incluso cuentan que “En la digitalización de Noruega también faltan partes”. Y un dato: “Lo que está en la Universidad de Salamanca se degradó un 8% y uno de los casetes lo habían regrabado con telenovelas”. “Argentina”, remata Gil Lavedra.
Punto 30 y los debates
Si hay un punto dramático, según relatan los jueces que participan del encuentro, es el Punto 30, el de tensión con el gobierno, que ordenó que debían ser enjuiciados los oficiales superiores, que ocuparon los comandos de zona y subzonas. “No podíamos no dictarlo y estábamos frente a delitos”, dice Ledesma. Luego de eso vinieron levantamientos carapintadas.
La conversación gira en torno a los lazos que construyeron entre ellos a partir del Juicio. “Nos decían que estábamos en una nave espacial”, recuerda Gil Lavedra -por eso el título de su libro La hermandad de los astronautas- y también recuerda que las salas se armaban por decreto. Así, trae a la conversación cómo algunos se sacaban “rayos y centellas” y otros eran “paz y amor”. Se ríen, recuerdan. “La hermandad de los astronautas está perfecto”, dice Ledesma. Vuelven las risas al pensar en cómo se llevaban.
La “Jornada 40 años de Democracia: Juicio a las Juntas, un punto de inflexión en la recuperación del estado de derecho” está por llegar a su fin. El tema es el de las leyes de Obediencia debida y Punto final. “A nosotros no nos gustó y la Cámara se rompió”, dice Gil Lavedra.
“Nosotros desde la Cámara aplicamos la ley de obediencia. Nos molestó a todos y todo eso, pero yo creo que en ese momento debimos haber también comprendido la situación difícil en la que se encontraba Alfonsín y no nos pareció a ninguno apropiado declarar la inconstitucionalidad de esa ley. Repito, la aplicamos todos los días”, dice Velerga Aráoz. Y los dos coinciden que tuvieron fuertes debates sobre esas leyes y la constitucionalidad. “Con el tiempo tengo una visión más indulgente”, agrega Gil Lavedra.
“Tremendo. Los miro y son gente como uno, que tuvieron que enfrentar a hijos de puta que los tuvieron cagando”, dice el hombre de la tercera fila, que sigue hablando sobre las leyes de Obediencia debida y Punto final con su compañero de asiento eventual, mientras los presentes se abalanzan para sacarse fotos y hablar con los protagonistas de uno de los hechos históricos más importantes para nuestro país. Argentina.
Seguir leyendo: