La literatura de Jorge Luis Borges es casi inabarcable porque tiende a infinito, porque siempre que se lo relee se encuentra algo nuevo. La experiencia es infinita. Y algo similar sucede con la inteligencia artificial y la big data. Walter Sosa Escudero es profesor de la Universidad de San Andrés y enlaza al escritor argentino con los algoritmos en su libro Borges, Big Data, y yo.
El también economista es autor de otros dos libros publicados por Siglo XXI: Big Data y ¿Qué es (y qué no es) la estadística? El escritor pasó por el stand de Leamos-Bajalibros de la Feria del Libro de Buenos Aires y conversó con Belén Marinone sobre la infinitud, sobre la inabarcabilidad de esta novedad llamada inteligencia artificial.
-¿Cuál es la diferencia entre Big Data e inteligencia artificial?
-En el medio de la revolución, pasar mucho tiempo definiendo qué es inteligencia artificial, qué es machine learning, qué es estadística, big data, es no ver lo más importante, que es lo que tienen en común. A la larga, el universo de la inteligencia artificial está muy afectado por el universo de los datos. Esta revolución, por ejemplo, de ChatGPT tiene que ver con que hay una tremenda cantidad de textos por analizar, que son datos, y detrás de estas cosas que utilizan datos hay métodos estadísticos, algorítmicos.
-¿Y entonces?
-Entonces es muy difícil hablar de la diferencia entre un mundo y el otro. El mundo de Big Data tiene que ver con esto de los datos masivos; el mundo de la inteligencia artificial, con explotar algunas reglas. Suponete que ponés a aprender a jugar al ajedrez a la Big Data Machine Learning. Lo que va a tender a hacer es a mirar un montón de partidas y ver si puede inferir reglas, recorridos óptimos. El mundo de la inteligencia artificial va a agarrar las poquititas reglas del ajedrez y va a intentar explotarlas al extremo. O sea, uno intenta explotar las reglas, el otro intenta inducir, ver si las aprende.
-O sea que los jugadores rusos invencibles del ajedrez podrían perfectamente perder contra la máquina siempre. Ahora no hay posibilidades de ganar.
-Como humano, no. Justamente estos robots, para ese tipo de cosas, tienen una capacidad de procesamiento que los humanos no tenemos. Pensá en cosas más simples que jugar al ajedrez. Yo puedo leer un libro en una tarde. Bueno, el Bot puede leer millones de novelas en una tarde. Leer entre comillas.
-¿De dónde toma los datos para poder contestarme y para poder hablarme, por ejemplo, ChatGPT?
-Reducido a su esencia, ChatGPT son símbolos que entran, símbolos que salen. O sea, vos pones símbolos, letras, palabras, espacios y una puntuación, apretás enter y el ChatGPT te pone símbolos. Yo le pongo “mi mamá me...” y paro. ¿Qué es lo que haríamos en la Feria del Libro? Hacemos una encuesta: después de “mi mamá me”, ¿qué sigue? ¿Ama, pega, escruta, mima? Y hacemos un ranking, gana “mima”: mi mamá me mima. Bueno, ChatGPT hace eso, pero con una tremenda base de datos. Es tan poderoso el alcance de los algoritmos que puedo hacer bastante cosas mucho más sofisticadas que “mi mamá me...”.
-Cuando se interactúa con ChatGPT, hay una barrera entre lo que es real y lo que es virtual o lo que no es real. Lo mismo pasa en la literatura cuando nos preguntamos cuánto es ficción, cuánto es realidad. ¿Cómo podríamos relacionar estos mundos?
-El logro del ChatGPT es que vos no te des cuenta que se lo has preguntado a un robot o a una persona porque agarra los modismos. Pero si yo lo pongo a distinguir si esto lo hizo Borges o una persona común, en definitiva, el ChatGPT funciona para todos nosotros que no somos Borges, no funciona para la genialidad Si vos le das un conjunto de instrucciones para usar una cafetera eléctrica y le decís que escriba un artículo sobre cómo usar una cafetera eléctrica, el chat GPT lo va a hacer espectacular. Ahora, si vos le decís que te escriba El Aleph, es un programa bastante más sofisticado. En la vieja época, ¿cómo hacías para distinguir si un alumno se había copiado? Porque escribía raro. O sea, un alumno que escribe de una manera que no se condice con cómo se comporta. Bueno, el ChatGPT ahora se comporta como una persona. No como Borges, no como una cosa robótica. Sino como uno de nosotros.
-¿Deberíamos tener miedo?
-Yo tengo 57 años y creo que es la décima vez que me dicen que voy a ser reemplazado por un robot. Y yo estoy esperando. Obviamente esto va a traer algún cambio, pero cuando te fijás en la historia de la humanidad, esta no es ni la primera vez, ni la más dramática en que sucede algo así. Cuando apareció la revolución genética, a fines del 60, pensábamos que íbamos a estar rodeados de mutantes y pasó lo mismo que pasa ahora: quisimos prohibir o intervenir. Y nos tomó cierto tiempo darnos cuenta que hay cosas de la genética que están buenísimas y otras que son malísimas. La respuesta es sí, tenemos que tener miedo, tenemos que asombrarnos, pero no más que lo que hemos hecho con la aparición de la agricultura, de la imprenta, de internet.
Pero la Inteligencia Artificial no es tan infinita ni tan inabarcable ni tan omnipotente. Por ejemplo, no puede predecir el futuro: cuánto va a valer el dólar, quién va a ser el próximo Presidente, cómo va a salir un partido de fútbol.
“No es un problema de los datos y los algoritmos ni de los economistas, ni de los cientistas políticos”, explicó Sosa Escudero, “es que la cosa social es estratégica, es compleja, es interactiva. La máquina debería aprender lo que ya hace tiempo que nos dimos cuenta: que ciertos fenómenos son esencialmente impredecibles”.
Y, claro, que la Inteligencia Artificial no puede escribir como Borges.
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