Los pasillos, llenos de gente. La sala Victoria Ocampo, lo mismo. Personas agolpadas esperando escuchar y otros, sentados, probando los mejores ángulos para las fotos y grabaciones. Todos esperan lo mismo: “Literatura y política, de Borges a Fouché”, una actividad en la Feria del Libro que reúne a Jorge Argüello, embajador de Argentina en Estados Unidos —”un periodista borgeano”—, Miguel Ángel Pichetto, auditor general de la Nación y precandidato presidencial de Juntos por el Cambio, con la moderación del periodista Iván Schargrodsky.
Argüello y Pichetto recuerdan cómo llegaron a Jorge Luis Borges y cuáles son las herramientas de la literatura que les sirvieron en política. Por ejemplo, para destrabar conflictos de Estado — la crisis del gas con Chile, en 2004—; para resolver posiciones complicadas —como cuando Mauricio Macri lo invita a Pichetto a acompañarlo en la fórmula presidencial de 2019 y el entonces senador provincial recuerda a Borges y lo cita para justificar sus decisiones—; y para reconocer que Carlos Menem hizo una campaña electoral basada en el poema “Yo, presidente” (sacando frases textuales), de un poeta puntano, Antonio Esteban Agüero.
También hablan de Joseph Fouché —considerado uno de los mayores políticos de la Historia, que ejerció su poder durante la Revolución Francesa, el Imperio napoleónico y la Restauración borbónica en Francia—; de Javier Cercas y Anatomía de un instante, y los encuentros de Argüello con el político español Felipe González. En definitiva, los cruces entre literatura y política.
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Pero antes vienen los aplausos y las presentaciones. “Hay un discurso muy instalado en contra de la política y acá hay dos personas que demuestran que tienen una trayectoria política, una formación política y que se puede sentar a hablar y reivindican esa herramienta sofisticada y prestigiosa que es la política, que hoy no goza de buena salud”, comienza Schargrodsky.
¿Es un error de formación o una muestra de apertura la afición de un peronista por Borges?, abre el diálogo el presentador. Argüello dice: “Los conjurados, su último libro, habla de un mundo que se imagina Borges, el que desearía ver y habla de hombres que han decidido olvidar sus diferencias y acentuar sus afinidades”. Y sigue: “Este diálogo para mí en lo personal tiene el sentido de acentuar las afinidades que ofrece la política, que si estamos en espacios distintos y hasta contradictorios, podemos sentarnos a conversar, intercambiar, escucharnos y aprender el uno del otro”.
Argüello vuelve a la infancia y cuenta cómo se convirtió en “solo un lector de Borges”. Así, recuerda los libros en la mesita de luz de su padre en Neuquén y ese suplemento literario que llegaba en tren con el diario del domingo, cerca del mediodía, y que hizo que leyera el poema Las causas.
Sus versos en endecasílabos le abren el mundo, señala y la investigación que le propone el padre por cada verso, esos que “enumeran de forma caótica los sucesos que explican la Historia de la Humanidad”. Los cita, los sabe de memoria, se entusiasma, es efusivo, sonríe. “Borges es un constante invitador a seguir leyendo” y “nos pasea por todo el escenario de la literatura universal a partir de párrafos muy simples”, dice y sigue, contundente: “No veo incompatibilidad del peronismo con Borges”.
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El embajador de Argentina en Estados Unidos continúa en la misma línea cuando dice que “No tiene ningún interés la opinión política de Borges” y señala que hay escritores de ficción que centran su literatura en su ideología. “No es el caso de Borges”, dice. Le sigue una invitación a la reflexión en que el auditorio escucha atento. ¿De qué Borges hablamos?, se pregunta.
“¿Estamos hablando del Borges que se declara anarquista? ¿El que se asume como conservador? ¿Estamos hablando del Borges que se sentó a almorzar con otros intelectuales y con el dictador Videla dos meses después del golpe del 24 de marzo? ¿Estamos hablando del Borges que firma la primera solicitada de las Madres de Plaza de Mayo? ¿Estamos hablando del Borges al que Pinochet les da un título de Honoris Causa en Chile que le costó probablemente el premio Nobel?” Argüello concluye su primera intervención cuando cita al máximo escritor argentino cuando dice “mi opinión política no tiene ninguna relevancia”. Aplausos prolongados, que dan paso a Pichetto.
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Pichetto hace mención al abordaje político de Borges que, según dice el precandidato presidencial de Juntos por el Cambio, lo define muy bien en el libro El Informe de Brodie y lee un fragmento. Cuando termina, Pichetto dice sin rodeos: “En el fondo es un conservador, siempre tuvo una visión crítica, no hay por qué negarlo, incluso le interesaba poco el voto”.
El intercambio pasa a los espejos, los caminos que se bifurcan, a cómo se merecía el Nobel y cómo sus cuentos tienen que ver con el destino del hombre y de los países, de las naciones y, luego, Pichetto introduce en el diálogo al político de la Revolución Francesa, Joseph Fouché.
“Es una figura impresionante, un hombre político que cruza la historia más convulsa de Francia, la etapa más tremenda que vive la Revolución francesa y la estructura de su vida y de su obra tienen que ver con haber respondido a cinco gobiernos de características distintas pensando siempre en el interés de Francia”, dice. Sobre la lealtad y la traición de esta figura advierte: “No hay un código sobre la traición. La traición es un punto de fractura con el pasado” y concluye: “Nunca se traicionó a sí mismo y siempre le importó Francia”. Más aplausos, que dan pie dan pie a las anécdotas locales.
Confieso que he vivido
Argüello y Pichetto cuentan anécdotas, de esas en las que la política y la literatura se funden de forma inesperada. “En el año 2004, estuvo la crisis del gas con Chile”, comienza a recordar Argüello y explica que Chile durante muchos años ordenó toda su matriz productiva en función del gas que Argentina le proveería desde la época de Menem. “A partir de 2003, cuando se empieza a agravar la situación del gas, llega un momento en el cual el gobierno argentino corta la provisión de gas a Chile, y eso generó una situación de altísima tensión entre los dos países”, cuenta. Néstor Kirchner y Ricardo Lagos dejan de hablarse por meses.
Pero como la política encuentra herramientas en la literatura, esta no fue la excepción. Argüello presidía en ese entonces la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados y estaba preocupado porque “la situación era de un frío total”. ¿Qué hace? Recurre a Pablo Neruda. Gran lector del poeta y Nobel chileno, Argüello recuerda que gracias a la literatura provocó un encuentro entre los presidentes proponiendo celebrar en el Congreso argentino el centenario del nacimiento de Neruda con una muestra. Allí también estaba Pichetto, que presidía el bloque oficialista. ¿El resultado? Tras la muestra, Kirchner y Lagos se juntaron en la Casa Rosada y se reinició el diálogo entre los países vecinos.
Ahora, es el turno de Pichetto: “Tengo un hecho que forma parte de una decisión política importante, un punto de fractura”, anticipa y sigue: “Cuando Mauricio Macri me invita a acompañarlo en la fórmula [presidencial], tenía que hacer el anuncio, estaba el periodismo en el Senado esperándome a ver qué iba a decir, recordé un cuento de Borges: Biografía de Tadeo Isidoro Cruz”. El auditorio repleto aguarda con expectativa.
“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quién es”, cita Pichetto textual el cuento en el que el Sargento Cruz se pone del lado de Martín Fierro y lo defiende frente a la tropilla que viene a arrasterlo o asesinarlo, y parafrasea cuando dice que “hay un momento, por larga que haya sido la vida, por grandes problemas que uno haya tenido, circunstancias donde el hombre descubre para siempre y definitivamente quien es”. “Me sirvió para la justificación de una decisión política de envergadura que hizo bastante ruido”, concluye para marcar cómo la literatura singnó situaciones importantes de su vida -y la de un país-.
“Yo, presidente”
Argüello recuerda otro episodio de la historia reciente de nuestro país. Esta vez, una de las campañas electorales de Carlos Menem. “Hay un poeta puntano fantástico que se llama Antonio Esteban Agüero y es el autor de “La Mazamorra, la canción que popularizó Mercedes Sosa y que musicalizó Peteco Carabajal”, cuenta y agrega: “Este hombre tiene un poema que se llama “Yo, Presidente”.
¿Qué tiene que ver con Menem? Según cuenta el embajador argentino en Estados Unidos, cuando Menem fue candidato a presidente, él tenía una consigna, que usaba mucho, y que a él le quedó grabada: decía que iba a trabajar “la tristeza de los niños ricos y el hambre de los chicos pobres”. Pasaron los años y Argüello descubre los versos del puntano, Yo, presidente, que cuenta la historia de un líder del interior del país, del interior profundo, que decide tomar Buenos Aires. ¿Casualidad? Parece que no.
“Antonio Esteban Agüero plantea en el poema la fórmula de juramento, asumiendo como presidente”, profundiza “y en la fórmula de jura de ese presidente él jura por la tristeza de los niños ricos y por el hambre de los niños pobres”. “El ‘Turco’ hizo toda la campaña electoral con la letra, con los versos de este poeta radical puntano”, dice entre risas y el público estalla en aplausos.
Pichetto se suma a hablar del ex presidente cuando dice que “la Historia en algún momento lo va a tratar en su verdadera dimensión”. Se suma a los recuerdos con los momentos compartidos con el riojano y cuenta que, cuando Pichetto intendente de su pueblo en la Patagonia, recibió a Menem, que había ido en una avioneta “que se caía a pedazos” y le dice: “Nene, nadie se muere en las vísperas”, famoso dicho que después repitió reiteradamente. Menem también le da un “consejo sabio”: “Nunca hable de otros, hable de sus ideas pero nunca hable de otros”.
“Argentina es un país creado por escritores: Sarmiento, Alberdi, Mitre...”, dice Schargrodsky para concluir el encuentro. No se quieren ir. Nadie se quiere ir. Argüello y Pichetto citan a Javier Cercas y el libro Anatomía de un instante y la crisis del euro. Para cerrar, Pichetto dice: “La Argentina necesita diálogo”, Argüello coincide y finaliza leyendo Los conjurados”. Se escucha entre los asientos “Ojalá sea profético”.
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