El argentino Eduardo Kovalivker es uno de los escritores que forman parte del más reciente lote de novedades del grupo Planeta, tras publicar un libro de relatos que prometen, según describe la editorial, generar emociones en los lectores de modo casi instantáneo.
Tras la salida de títulos como “Alienígenas y dioses” (2022), “El Pacto” (2020) y “Mali” (2018), el también ingeniero químico de la Universidad de La Plata, decidió reunir en este nuevo volumen una serie de textos en los que venía trabajando desde hacía tiempo y que tocan temas que ya había abordado en publicaciones anteriores y columnas de opinión. El más reiterativo: la historia de los regimientos de granaderos a caballo de la Argentina.
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“En los tiempos que corren pareciera que el ciudadano común y los gobernantes se olvidaron de los ejemplos de los grandes hombres que concibieron y llevaron a cabo proyectos exitosos, que cambiaron para siempre el destino de sus semejantes y de generaciones posteriores”, escribió una vez. Y bajo esa idea, parece haber concebido el espíritu que acoge los textos que hacen parte de “Un granadero guaraní y otros relatos”, el libro que el autor ha dispuesto para que los lectores retornen al pasado de una patria, que es al tiempo el pasado de sí mismos.
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“Es imposible no conmoverse con la historia del Primer Regimiento de Granaderos a Caballo que un abuelo guaraní le cuenta a su nieto y que da título a este libro. O la historia de Clavelina, que nos sumerge en el amor de un hombre maduro, amante del mar y de las letras, en la trampa de un asesinato y en sus fantasías sexuales más profundas”, reza la contraportada del libro.
Estos relatos marcados por la ternura, la risa, el miedo, la perplejidad, el orgullo y el deseo, entre otras tantas sensaciones que invaden a todos y cada uno de los personajes que aquí interactúan, dan cuenta de la voz de un narrador que se preocupa por ser testigo de su momento y documentalista, en mayor o menor medida, de aquellos que fueron vitales para la historia del pueblo argentino.
“La casa donde vivo tiene pisos y paredes de madera, techo de chapa, con baños y cocinas de cemento y mampostería. Es parecida a las que se ven en las películas de los farms de Estados Unidos. Gran salón y comedor en planta baja, y habitaciones con vista fantástica en el primer piso. Ventanales de madera y vidrio circundan todos los ambientes, y por ellos entran al galope la luna, el sol, los pájaros y los árboles. La historia comenzó hace alrededor de dos años. Habíamos contratado un guardián, pues se habían producido unos robos en algunos campos vecinos; el hombre tuvo que dormir en el salón. Apenas amaneció, se dirigió a la cocina, donde estaba Natacha, el ama de llaves de la casa. Nati nos contó que el 15 hombre irrumpió como una tromba, estaba pálido y asustado” - (Fragmento, “Un granadero guaraní y otros relatos”, de Eduardo Kovalivker).
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El gesto del autor es, sin duda, generoso y ambicioso al mismo tiempo; multifacética y moderna es su narrativa, así como vibrante el tono, el ritmo, el tempo escogido para dirigir la lectura de estos textos.
“En general, no me cuesta decir las cosas de frente, aunque es cierto que trato de evitar los dramas porque no me interesan”, escribe.
Son estos relatos una forma de reconstruir la memoria histórica, de regresar al acontecimiento del verbo, del evento trascendente. La prosa de Kovalivker en “Un granadero guaraní y otros relatos” es probablemente la de más alta factura en todo su quehacer literario.
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