En el marco de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, la periodista de Infobae, especialista en policiales y casos reales Carolina Balbiani visitó el stand de Leamos-Bajalibros para conversar con Belén Marinone sobre cómo es el proceso escritura de este género, cómo elige los casos, entre otros temas.
Sobre el género policial, el true crime, Balbiani confiesa que “a la gente en general los policiales los conmueven mucho” y que le han expresado que no los pueden leer, sin embargo, ella asume: “A mí lo que me pasa es que yo escribo lo que a mí me gustaría leer”. En esa búsqueda, reconoce que no existen recetas y que los temas de las notas los elige en función de lo que a ella le me gustaría conocer del caso. ”A veces me quedo a la madrugada viendo los juicios que están online para ir desmenuzando y preguntándome qué pasó. Porque el tema es descubrir qué le pasa a un criminal que tiene una vida, sobre todo cuando los criminales son tipos que han tenido una vida aparentemente normal, entonces cuesta mucho pensar qué pasó para que haya hecho lo que hizo”. Esto, dice, lleva a “preguntarse si es que todos en algún punto tenemos esa beta, que un día te puede encontrar del otro lado del tema”.
Acerca de la pregunta sobre si sus textos pueden generar más miedo, expresó: " Yo me hago siempre esa pregunta. Está eternamente la discusión de si los crímenes son por imitación, como el caso en Gran Bretaña en el que dos chiquitos de diez años mataron a un chiquito de dos, y todo tenía que ver con Chucky, con la imitación del muñeco maldito. Por eso yo me cuido a veces con las notas que escribo, no escribo cualquier cosa, y trato de que parezca que no hay cosas morbosas, me parece que el exceso de morbosidad no está bueno. Pero siempre me atrajeron los policiales, y tengo la necesidad de tratar de darle vida [a las víctimas], por eso nació El día que me mataron, para darle vida a la gente que murió, para recordarlos, para decir ‘bueno, a ver qué se puede cambiar, ¿se puede cambiar algo? No se puede. Entonces estemos atentos’. En realidad por ahí va, porque los crímenes van a seguir sucediendo, pero trato de no hurgar demasiado en lo morboso”.
“A mí lo que me atrae es la vida, no la muerte”, expresa ante la pregunta acerca del otro costado de su escritura –las columnas de amores reales–, y su es posible encontrar una conexión entre ambas. “Yo me río mucho con lo que leo, me río con las historias, con el humor negro. Después, que los crímenes sean crímenes o historias de amor. No me voy a olvidar nunca cómo me reí con el libro La conjura de los necios de John Kennedy Toole; para mí fue el libro que más me hizo reír en mi vida. Lo recomiendo porque iba sola por la calle riéndome con ese libro. Cuando uno cuenta una historia, si la contás bien, no importa si es una historia de amor, de desamor, de crimen, de misterio, de supervivencia como las que estoy escribiendo ahora, el tema es poder contarlo con cierta tensión, que vos tengas ganas de seguir leyendo”.
Y sobre escribir una buena historia, describió: “Yo intento ponerle pimienta, en el sentido de buscar lo que llamábamos antes los periodistas ‘las perlitas’, que convierten esa historia en una historia distinta, que la hacen diferente al resto. Evitar las generalidades e ir a lo concreto: lo que estaban haciendo. Lo que convierte esa noticia en una historia interesante es que lo podés vivenciar, es vivencial. Estás contándolo con detalles, qué estaban tomando, qué estaban comiendo, qué estaba haciendo la víctima en el momento que entró el asesino... Todos estos datos cuando vos investigas los encontrás, y si no los encontrás, la nota la tenés que descartar. O sea, la nota sirve si hay datos concretos. Jamás se inventan los datos, los datos están, después ves cómo los pones”.
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